Sílvia Abril: "El patriarcado hace 2.400 años y ahora coloca a la mujer casi en el mismo sitio"
La actriz protagoniza 'Las Asambleístas (las que tropiezan), una adaptación de la comedia de Aristófanes dirigida por José Troncoso. Cansadas de tropezar con las mismas piedras del machismo, un grupo de mujeres se hace pasar por hombres para asaltar la asamblea
Sílvia Abril: "El patriarcado hace 2.400 años y ahora coloca a la mujer casi en el mismo sitio"
Las próximas elecciones se celebran en el Teatro Romano de Mérida. Allí Sílvia Abril, al frente de un grupo de mujeres, va a interpelar al público, a las más de 3.000 personas que cada noche se den cita en el coliseo, que tendrán que votar las propuestas con las que quieren cambiar la política. La actriz estrena el 5 de julio en Mérida Las asambleístas (Las que tropiezan)', dirigida por José Troncoso, una coproducción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y El Terrat. Adaptación de la comedia de Aristófanes, la acción se sitúa en la antigüedad clásica, con un grupo de mujeres que no dejan de tropezar continuamente con las mismas piedras como resultado de las leyes injustas creadas por los hombres. Estas mujeres tomarán conciencia gracias a la diosa Némesis e intentarán asaltar la asamblea para cambiar las leyes.
"Aristófanes era pura libertad, era lo popular, era lo frontal, era lo lo desprejuiciado, era completamente libre, un ser libre. Y creo que por eso lo seguimos recordando", nos cuenta el director de la obra en esta entrevista, que regresa al Festival después de haber presentado el año pasado 'Las bingueras de Eurípides'.
Las asambleístas, un conjunto de mujeres que se disfrazan de hombres para convencer a los hombres, que son los que gobiernan, de que las dejen gobernar a ellas, engañándolos. Este es el texto de Aristófanes, uno de los grandes autores de comedia y también muy político. ¿Cuál es la adaptación contemporánea que habéis hecho?
José: Cuando empezamos con los talleres y empezamos con la adaptación, nos dimos cuenta de que las mujeres desaparecían en el segundo acto. Apenas quedaba Praxágora, que salía al final, pero se convertía en una función de hombres. Qué pasa, que yo me reúno con estas mujeres y empiezan a hablar de lo que a ellas les importa, de lo que les interesa, de cómo ven a la mujer de hoy en día. Y dije oye, que igual hay una elipsis en el texto de Aristófanes en la que nosotros podemos jugar, todo ese camino que hacen hasta llegar a la Asamblea. Todo lo que supusieron esas votaciones, que no vemos en la función de Aristófanes, pero que como mujeres les importaban, porque no es tan fácil como llegar y votar para una mujer. Entonces y me temo que ahora. Y ahí hemos puesto el foco, en cómo son las vidas de ellas y qué obstáculos tienen que vencer para conseguir tener el derecho de expresarse y de cambiar las leyes que les hacen mal.
Sílvia, tú eres Praxágora. ¿Cómo es este personaje en el que estás trabajando?
Sílvia: La jugamos como una superheroína. Nos encanta verla como una superheroína, como una mujer empoderada que arrastra al grupo de mujeres, que la siguen y que sueña con conseguir ese cometido que es camuflarse en la asamblea para hacerles ver en qué momento estamos. El sinsentido en el que vivimos, en cómo de fuerte y pesado todavía es el patriarcado entonces y ahora. Porque hace una cosa muy bonita Jose, que es ponernos en hace 2.400 años, pero vernos ahora y decir: señores, es que estamos casi en el mismo sitio. Así que es un personaje muy delicioso de hacer, muy juguetón. Yo soy muy juguetona en el escenario y me lo gozo lo más grande, lo más grande.
Las que tropiezan. Un texto escrito hace 2.400 años. ¿Cuáles son esas piedras con las que tropezáis y tropezamos todos una y otra vez?
Sílvia: Tantas, muchas...
José: Demasiadas, demasiadas. Hay una cosa bonita que es que cuando tú ves a alguien tropezar, te provoca la risa. Pero esa persona no está pasando un buen momento cuando tropieza. Y la función se basa en esa dualidad, en este ver tropezar, aprender del tropiezo, pero puedes reírte también de la caída. Los personajes no se ríen tanto, pero les acompañamos durante su viaje y eso es bonito y divertido.
Sílvia: Y hay algo que me gusta, que es que tropezamos con nuestros propios fantasmas, pero solo nosotras podemos modificar las situaciones. Y hay un personaje que tropieza con los hombres que la asedian por su manera de vestir, por su manera de salir, por su actitud en la vida desenfrenada y abierta. Y tiene que luchar contra ese formato, ese patriarcado. Bueno, un poco hablamos de la manada, ¿no? Hablamos también de esa mujer sumisa ante su familia, que es el personaje de Serviciala. Hablamos también de Lacia, una mujer que entiende las relaciones con su marido...
José: El amor romántico, el daño del amor romántico. "Voy a cambio. Lo cambiaré. Yo puedo cambiarlo, chicas". Y tú no lo vas a cambiar jamás.
Sílvia: Que el que tiene que modificar cosas también es él. Bueno, es muy interesante. Es muy interesante porque muchas mujeres, yo creo que prácticamente todas, nos vamos a ver reflejadas en algunos de los momentos vitales de cada una de las protagonistas.
José: También me parece interesante el personaje de la diosa Némesis, la diosa de la mesura, de la igualdad, que no aparece en la obra original, pero que yo quise introducir para precisamente que estas mujeres tomasen conciencia de que es importante unirse y avanzar juntas. Y este personaje que hace María que creo que es definitivo, para que ella diga venga, vamos, adelante.
¿Es posible otra forma de gobernar? Es una pregunta también que nos hemos planteado mucho esta temporada a través de publicaciones literarias o de obras de teatro: un sistema gobernado por mujeres o un mundo sin hombres, ¿sería más igualitario, más pacífico, más sostenible. ¿Esto también se plantea en la obra, esa otra forma de gobernar?
José: Yo creo que no solamente gobernado por mujeres, sino desde lo femenino, que es una energía completamente diferente, dialogante, amable, conciliadora.
Sílvia: Empática. Es que la mujer, al tener el poder de parir, de cuidar, de procrear, que también lo tiene el hombre, porque sin él no haríamos nada, yo creo que tiene algo instintivo, que es desde el amor, que es muy necesario en los tiempos que corren.
José: Es necesario salir a cazar y traer la comidita y todo esto, pero también es necesario el diálogo, ¿no? Y creo que ahora mismo está tremendamente descompensado y creo que nos asombra a todos y a todas ver cómo esta función tiene una vigencia absoluta, habiéndose escrito hace 2.400 años, que es una barbaridad. Hay una frase que dice una mujer, que 400 años antes de que venga Cristo, el hombre y la mujer todavía sean distintos, por favor. Era entonces y es ahora. He leído unas declaraciones de Juan Echanove en las que decía que 'Las asambleístas' es una obra tremendamente machista y a mí me lo ha parecido cuando la leí, así que dijimos vamos a darle una vuelta, a enfocarlo desde el hoy, porque al final el teatro griego lo que quería era eso, hacer el teatro hoy, aquí, con la gente que había sentada, que venía a disfrutar y a recibir información, a entrar en catarsis preguntándose cosas, divirtiéndose y gozándose.
Sílvia: Y riéndose de los políticos de entonces. Hacía mucha referencia a los que mandaban, a la gente. Era muy del pueblo.
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Así que en plena campaña electoral vosotros habláis de feminismo, de patriarcado, de un sistema más asambleario de gobernar (por no decir comunismo). ¿Esto no puede chirriar un poco a determinado público? Hoy que vemos tantos retrocesos y a tantos hombres, también presuntamente de izquierdas, incómodos con el avance del feminismo, que se han sentido atacados o arrinconados.
Sílvia: Bueno, sólo tienen que mirar un poquito, hay que actualizarse, modernizarse, que se lo miren.
José: Y también te digo, este espectáculo no está hecho en contra de nada, porque creo que ponerse en contra de algo significa avivar ese algo. Es un espectáculo -me atrevería a decir- blanco y divulgativo. Lo que pasa es que no se pueden pasar por alto las cosas que les ocurren a estas protagonistas y cada uno que saque sus conclusiones, porque además van a tener la oportunidad de votar en directo y de manifestarse y de decidir si están a favor o en contra de las leyes que ellas proponen. A lo griego. Vamos a por todas. En el teatro Romano de Mérida esas 3.000 personas tendrán que ejercer su derecho al voto igualitario y decirnos sí o no cada noche.
Sílvia: Sin jornada de reflexión, a trapo, es decir, llegan y votan.
José: Que no hay nada adoctrinamiento. Es un diálogo abierto, es un espectáculo que propone un diálogo horizontal.
Sílvia: Y no nos olvidemos que es una comedia, que es un reclamo muy importante el ir a Mérida para pasárselo bien. Y lo que decía José, sin atacar a nadie, sin ir contra nadie, es ver qué le pasa a estas mujeres, entenderlas o no y el que venga, con lo que sienta, decidir.
Un diálogo en verso. ¿Ha sido complicado aprenderse el texto en verso?
Sílvia: Al principio nos daba mucho miedo. Nos asustaba mucho, porque hacia el final de la obra, Praxágora tiene unos párrafos larguísimos que yo le decía a José, te mato, o sea, te mato. Pero luego te das cuenta de que la rima al final lo que hace es ayudarte. Esa música que tiene el verso te ayuda a que el texto se fije.
José: Y también para mí había una cuestión de honestidad con el material. Igual que los griegos escribían en metros, en yámbico y todo esto, de alguna manera teníamos que abordarlo como ellos lo hacían, empapándonos de Aristófanes, utilizando la métrica, su musicalidad, su frontalidad, ir hasta el el final. ¿Qué pasará? Oh, oh.
Sílvia: Oh, pues que lo gozaremos, al menos nosotros.
Es una buena pregunta el qué pasará porque, has dicho que eres muy juguetona en el escenario. Creo además que a ti que has hecho radio, televisión, cine, lo que más te gusta es tener público en directo. Aquí es un diálogo con el público, interpelas al público. ¿Tú estás preparada para ver qué respuesta pueden dar? Porque igual te sorprenden. Estás haciendo una obra en verso y te toca jugar o improvisar.
Sílvia: Sí, pues mira, yo no me preparo nunca. A mí lo que me gusta es el directo y estar viva para lo que pueda pasar. Ahí José, muy inteligentemente, lleva toda la semana haciendo pases con público para que nos vayamos acostumbrando a que hay gente al otro lado, ya, desde el minuto uno en los ensayos. Eso a mí me está ayudando. De hecho, el otro día me afectó mucho ver a alguien del público en una..., bueno, en un estado que me alteró y se me fue el verso, pero para eso también me estoy entrenando. O sea que me encanta pensar que va a estar vivo, que puede pasar de todo, que con 3.000 personas, yo interpelo mucho al público hacia el final, puede haber respuesta.
José: No estamos haciendo... me sale la palabra burgués. No estamos en un teatro burgués, en el que el diálogo es esto y te lo doy empaquetado.
Sílvia: No hay cuarta pared.
José: Hablamos muchas veces en los ensayos de ponernos en peligro, como hacían los griegos, que luego salían del teatro y la gente se peleaba y discutía. Ojalá ocurriera, ojalá hubiese muchas más peleas a la salida de los teatros, peleas con Coca-Cola por delante o con un vinito, pero ojalá generase debate. Y yo tengo una buena intuición.