María Guardiola somos todas
Yo he visto ese mismo esfuerzo por contener las lágrimas de la extremeña al desvalorizar su propia palabra, lo he visto en mujeres que se rebelaron contra situaciones de flagrante injusticia
María Guardiola somos todas
Madrid
El rostro desencajado de Guardiola al anunciar su rendición al orden patriarcal del PP es el rostro de una mujer doblegada y humillada ante millones de personas. No es una decisión táctica más, se trata de un acto de violencia contra todas las españolas al validar la negación del machismo terrorista y asesino. Yo he visto ese mismo esfuerzo por contener las lágrimas de la extremeña al desvalorizar su propia palabra, lo he visto en mujeres que se rebelaron contra situaciones de flagrante injusticia y se vieron vencidas por las fuerzas de la dominación masculina.
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Guardiola somos las niñas a las que las madres nos obligaban a hacer la cama a los hermanos mientras éstos se repantigaban en el sofá, las que nos teníamos que morder el labio cuando descubríamos que nuestros colegas cobraban más por hacer el mismo trabajo, las que nos dábamos cuenta de la fraternidad misógina que priorizaba a los amigotes en la competición por un mismo puesto.
En todos los partidos habrá Guardiolas resistiendo e intentando sobreponerse a las zancadillas de sus homólogos masculinos y por eso es tan equivocada su decisión: su palabra como persona vale más que la del partido misógino que quiere acabar con el feminismo. Y es que la paridad no basta para que la política sea igualitaria porque el feminismo no es un asunto de identidad sino de agenda. El disciplinamiento ejemplarizante de Guardiola forma parte de la misma ley del silencio y del negacionismo que están sufriendo ahora tantas mujeres a manos de sus parejas. Aceptarlo políticamente es devolvernos a los tiempos en que los maridos nos pegaban "lo normal".
Najat el Hachmi
Najat el Hachmi (Nador, Marruecos, 2 de julio...