El debate

Barcelona

Hoy es el debate. Levanta una curiosidad extraordinaria. Y prefigura seguramente una alta participación en las elecciones del día 23. Eso indica preocupación social, inquietud ante el futuro, interés por cómo deba encauzarse. Vitalidad.

Entre Pedro Sánchez y Núñez Feijóo, los dos candidatos con posibilidades reales de alcanzar la presidencia del Gobierno, ha habido ya varios debates parlamentarios. En el Senado. Pero han sido pocos. Limitados en los temas. Y encorsetados en el formato. Este también lo será, porque los asuntos son muchos, y el tiempo es poco. Y porque les será difícil a los moderadores huir de la rigidez de las reglas pactadas.

Pero en la discusión de ideas y proyectos, en el diálogo, incluso con quienes lo desacreditan, radica la base de la democracia. Y la magia de la televisión.

Esta vez hay otros motivos adicionales de interés: uno es que acucia como nunca el peligro de que se encarame al gobierno o alcance una gran influencia en las políticas públicas, la extrema derecha antieuropea y autoritaria, que ya anda coligada con la derecha convencional en ayuntamientos y autonomías. Y, por tanto, que la democracia caiga en zona de riesgo total, como sucede en algunos otros (aunque de momento no muchos) países europeos.

Y también por otra razón, la diferencia que separa a uno y otro candidato en las encuestas es escasa. De dos puntos. Es una distancia mínima. La del canto de un duro. O de un euro. Es una distancia milimétrica. Indica que hay partido. Es una distancia que puede ser absorbida no solo por el error técnico propio de los sondeos, sino también por la eficacia de las respectivas campañas o por el desempeño de sus protagonistas en un día clave. Como el de hoy.