Gracias y hasta siempre, Ramón

Se muere la gente a la que llamar y a la que leer y preguntar. Cuando más jodida está la cosa y a veces tienes la tentación de preguntarte si vale la pena, si este oficio vale el sacrificio que pide, se muere la gente que te enseña; que te dice "por aquí no, por allí", que sabe contar, que te explica cómo se pregunta y cómo se cuenta una historia y por qué hay que ir a una guerra y convencer a la gente de que hay que mirar donde nadie quiere mirar y por qué este oficio merece la pena. Se ha muerto Ramón Lobo.

Ha muerto de cáncer, en Madrid, a los 68 años. Ramón Lobo, que contó las guerras, porque estuvo en todas, que nos ponía las pilas a los demás: en la radio, en el periódico y en Twitter, si hacía falta. Ha aprovechado hasta el final para dejarlo todo listo y escribir su último libro. Tuvo tiempo, en junio, de volver por una mañana al A vivir. Y le contó a Javier del Pino cómo lo había pensado y dispuesto todo. Porque él sabía que iba a morirse.

Hoy te despiden, Ramón, los corresponsales; los que van a las guerras porque creen que hay que contarlas, aunque les paguen por pieza, aunque a veces ni siquiera sepan si les van a comprar sus crónicas porque igual no interesan entre vídeos virales de TikTok. Hoy te despiden los que alguna vez compartieron un rato contigo y unas risas -una suerte-. Los que te hemos leído y escuchado. Los que aprendimos. Los que te respetamos, que es una manera triunfal de marcharse: con el respeto de los demás. Así que gracias. Gracias y hasta siempre.