La Novena y última
En un tiempo de cinismo como el nuestro, hemos condenado la belleza de su mensaje a algo ingenuo, y sin embargo, a pesar de la crispación, me resisto a perder la fe en la fraternidad que provocan sus acordes
La Novena y última
Madrid
Cuando acudes a un concierto, a una obra de teatro o a una exposición, suelen darte un folleto con la información de lo que estás a punto de ver. Me gustaría saber qué hacen ustedes con esas publicaciones, ¿las guardan, las tiran nada más salir, las dejan en zonas de paso en su casa hasta que desaparecen?
Se lo pregunto porque he ido a ver la Novena de Beethoven y no sé bien qué hacer con ello, por lo que representa la Oda a la Alegría en nuestro presente.
Conozco a gente que siempre los tira, pero también quien los archiva, incluso quien pega las entradas de cine en una especie de diario. Les confieso que yo los guardo como una forma inútil de frenar el tiempo, como si al abrir el cajón pudieran devolverme a ese instante en el que vi, por ejemplo, 'El chico de la última fila', de Juan Mayorga, la ópera 'La Boheme', o el humor de Faemino y Cansado.
Esos folletos son un salvoconducto para viajar en el tiempo, como lo son los libros o las hemerotecas; te llevan a ese momento, pero también a lo que suponía su mensaje entonces; por eso, precisamente, no sé qué hacer con el de la Novena de Beethoven: en un tiempo de cinismo como el nuestro, hemos condenado la belleza de su mensaje a algo ingenuo, y sin embargo, a pesar de la crispación, me resisto a perder la fe en la fraternidad que provocan sus acordes.
¿Qué hacemos, entonces?
Si seguimos gritando, acabaremos quedándonos sordos, y no se engañen, no somos genios como Beethoven como para componer el mundo que viene sin oírnos.