Un taxista se santigua
"Entre signo y signo, el taxista me reprochaba que había escogido un mal momento para mi visita, aunque en realidad siempre era un mal momento en Argentina"
La píldora de Elena Medel | Un taxista se santigua
03:52
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1691829628793/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
El taxista se santiguó a la altura del mural de la Virgen de Guadalupe. Acababa de preguntar si me importaba que llamase a su mujer y yo respondí que no. Mientras escuchábamos los tonos, él hizo por primera vez la señal de la cruz. La mano izquierda en el volante y la derecha en la frente, los labios, el pecho. Repitió el gesto cuando dejamos atrás la manzana con otro mural, de la misma Virgen, en el mismo edificio. Me preparé para espiar una conversación difícil, pero la mujer saludó él contó que se había olvidado las llaves. Ella le recordó que tenía que salir, se despidió. Para entonces el taxista se había persignado ante varios edificios. Uno los reconocí como iglesias, con sus portadas suntuosa y otros me costó más identificarlos, acaso sí, o acaso no. Entre signo y signo, el taxista me reprochaba que había escogido un mal momento para mi visita, aunque en realidad siempre era un mal momento en Argentina. A varias cuadras del destino, me indicó que me bajase porque habían cortado la calle por obra y tardaría menos caminando. Se despidió con un Consejo; “escucha esto que te digo, jamás confíes en un dentista” y arrancó. Con la lengua, repasé las muelas, los colmillos, … He depositado mi confianza en el dentífrico para piezas sensibles es la prudencia al masticar y si no toca, el incisivo ha variado el lugar que ocupa apenas un milímetro. Si me cuesta morder, pienso en el taxista de la señal de la Cruz, cada cual afrontando como puede sus temores.