Verano del 36
Mientras España caía y sus demonios la hundían en abismos jacobeos, ahí, detrás del Pirineo, había otro levantamiento
Verano del 36
Madrid
¿Vacaciones? No, qué dice.
No existían las vacaciones
salvo pa’ los ricachones
que se rascaban la panza.
P’al resto ni la esperanza
de salir de sus follones.
Verano del 36:
mientras España caía
y sus demonios la hundían
en abismos jacobeos,
ahí, detrás del Pirineo
había otro levantamiento:
huelgas, tomas, movimientos,
era el Frente Popular,
que consiguió conquistar
derechos tan suculentos.
Que el obrero trabajara
cuarenta horas por semana
era la meta decana
de tantas luchas tan duras:
los franceses, su bravura,
tocaron esa campana.
Y que el patrón les pagara
no solo por el trabajo,
sino por algo más majo:
un tiempo sin trabajar.
Parecía puro soñar
y fue un logro del carajo.
Se llamaron vacaciones
pagas o congés payés:
lo lograron, en francés,
y salieron de a montones
en trenes, bicis, camiones,
a ver por la vez primera
ese mar que era quimera
y de pronto realidad.
Mientras tanto, acá, en verdad
la guerra se ponía fiera.
Dos países, dos historias.
Se sentían tan colmados
los gabachos que, asustados,
prefirieron no mandarnos
las armas que, p’ayudarnos,
nos habían asegurado.
Mientras al lado lograban
una tremenda conquista
acá el huracán franquista
dejó penas, dejó sangre,
dejó cárceles y hambre
y una España bien fascista.
Y aun así las vacaciones
fueron la marca imborrable
de aquel verano notable
que a algunos les trajo el gozo
y a otros el fondo del pozo.
Verano del ’36:
un verano inolvidable.