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Venecia 2023 | El cine italiano firma una inauguración mediocre con un previsible drama de soldados fascistas

'Comandante', de Edoardo de Angelis, era la segunda opción del certamen para abrir una edición marcada por la huelga de Hollywood

Pierfrancesco Favino en 'Comandante' / Enrico De Luigi

Venecia

Antes de la huelga de actores y actrices en Estados Unidos, Venecia tenía la película perfecta para inaugurar: Challengers. Lo tenía todo: un director italiano detrás, Luca Guadagnino, estrellas juveniles, como Zendaya, incluso actores que empiezan a brillar en el cine de autor, como el británico Josh O'Connor. Elementos que a un festival como Venecia le encantan para esa primera jornada donde todo el mundo del cine está pendiente de lo que pase aquí en El Lido. Sin embargo, la espantada de Amazon y Warner, dueños de la película, que han retrasado su estreno al no poder tener a las estrellas para promocionarla, ha cambiado los planes del certamen. Poco creerán los estudios en la película si lo apuestan todo a la alfombra roja de una actriz.

Ante este escenario, el festival que dirige Alberto Barberà ha hecho lo que hace siempre que está en apuros: recurrir al cine italiano. Lo hizo en la pandemia, inaugurando con Lazos, de Daniele Luchetti, y repite ahora con El comandante, de Edoardo de Angelis. Película mediocre, manida y previsible que ha dejado mal sabor de boca en esta primera jornada, pasada por la lluvia, en Venecia. El actor Pierfrancesco Favino, que ganó aquí la Copa Volpi por su interpretación en Padrenostro, es uno de los grandes intérpretes italianos, que aquí retrata a este comandante, cegado por cumplir con su deber y que, a pesar de su lesión en la columna y su pensión de invalidez, decide ir a la guerra.

La película, escrita por el novelista Sandro Veronesi, cuenta la historia real del comandante Salvatore Todaro, que salvó la vida de los marineros que sobrevivieron al hundimiento de un buque enemigo, poniendo en peligro la seguridad de su submarino y de sus hombres. Ese es el dilema del filme, que tarda más de una hora de metraje en aparecer. Hasta entonces, lo que hace el director es retratar a esos soldados que servían a Mussolini y combatían las democracias occidentales en la Segunda Guerra Mundial. Un retrato de una masculinidad que ya aburre y que el director no pone en duda. El liderazgo masculino con gritos, pero con mano izquierda, como un buen entrenador de fútbol. La guerra como pasión y como deber es un lema bastante anticuado, aunque se empeñen en señalar que la película tiene reminiscencias con la actualidad. Terrible ese plano inicial donde se explica cómo un soldado ucraniano salvó a un militar ruso en la reciente guerra de Ucrania.

El dilema moral de qué debe hacer un comandante cuando se encuentra con seres humanos, 26 soldados belgas que van la deriva. Por un lado, está la opción seguir la ley del mar y salvar a esos hombres, aunque sean del bando enemigo y ponga en peligro a su propio submarino, o continuar con la máxima de la guerra y aniquilarlos. Un dilema que, más que a Rusia y a Ucrania, debería apelar a las autoridades italianas que deniegan una y otra vez la ayuda de salvamento marítimo a hombres, mujeres y niños, que no combaten ninguna guerra, más bien huyen de ella en el Mediterráneo. ¿Pillará alguien el mensaje en Roma o en Europa?

Edoardo De Angelis, director napolitano que ha firmado películas como Mozzarella stories o Indivisible, presentada aquí en la Giornate degli autor, se recrea en esta producción de época en las escenas de los marineros en el banco, se apoya en la voz en off de distintos personajes para contar la historia de unos hombres condenados a morir por la patria, pero que topan con un héroe de esos que firmaría el “ni machismo, ni feminismo”. Luego está el retrato de las mujeres, esperando en casa a los soldados, cuidando de los hombres. Qué poco se ha avanzado en los relatos de guerra desde Homero. Penélope sigue esperando.

Decía Barberà que esta era una buena opción para inaugurar pensando en el público. Veremos cómo es la recepción de los espectadores italianos a la historia de este director que, por cierto, tiene pendiente estrenar serie en Netflix, plataforma líder del festival, una adaptación de la novela de Elena Ferrante, La vida mentirosa de los adultos.

Es la primera película que tendrá que evaluar un jurado lleno de realizadores americanos y sin estrellas. Damien Chazelle, director de La La Land, es el presidente, junto a Jane Campion, Martin McDonagh, Laura Poitras y Santiago Mitre. Chazelle, con camiseta de apoyo a la huelga en Hollywood, defendía el momento actual como clave para sentar las bases de lo que será el futuro de la industria del cine. "La idea es básica: cada obra de arte tiene un valor y no es solo contenido para alimentar un canal, como parece la idea predominante en Hollywood ahora. Hacer un arte sostenible para la gente que lo crea está en el centro de este conflicto y ese es el origen del debate sobre los 'residuals' (concepto similar a los derechos de autor que reclaman guionistas y actores), los autores deben ser remunerados de forja justa por las obras de arte que crean", subrayaba ante Barberá que insistía de nuevo en que no afectará tanto la huelga al festival. Veremos.

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...