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Venecia 2023 | 'Sobre todo de noche', cine negro para vengar a las madres de los bebés robados

El cineasta Víctor Iriarte irrumpe en la sección Giornate degli Autori de Venecia con una creativa y directa propuesta que pone en jaque la "modélica" Transición con Lola Dueñas y Ana Torrent

Fotograma de 'Sobre todo de noche'

Venecia

Se suele decir que la Transición española no fue violenta. Que hubo un cambio tranquilo. Es bastante injusto decir eso, pues se olvida la muerte de los abogados de Atocha, de los estudiantes en las manifestaciones, de los obreros de Vitoria, del joven trabajador eldense Teófilo del Valle. Pero además, se obvia también toda la violencia ejercida contra las víctimas de una dictadura que hasta ahora no empiezan a ver la justicia. En estos momentos, donde Chile anuncia que buscará a los desaparecidos del régimen de Pinochet y su cine estrena una sátira contra el cacique, presentada precisamente aquí en Venecia. El cine español quiere también fijarse en las heridas de esas víctimas. Lo hace Víctor Iriarte, que presenta en Venecia Sobre todo de noche.

Iriarte lanza una curiosa propuesta. Una historia de violencia, como dice el personaje de Lola Dueñas. Es una de tantas mujeres a las que le obligaron a dar en adopción a su hijo y que años después busca al bebé robado. “El caso de los bebés robados está todavía en un limbo jurídico muy grave y vemos ejemplos cercanos. Yo hago esa conexión pequeña, un poco emocional también, con Argentina, Chile y Uruguay”, cuenta Iriarte en una entrevista en la SER desde Venecia, donde la película compite en la Giornate degli Autori.

El director usa el oscuro pasado de la historia reciente de nuestro país para configurar una película que comienza y acaba como cine negro. Un robo y una huida marcan una historia protagonizada por una mujer y una pistola. Elementos, según Godard, únicos para hacer una película. En medio de todo el metraje, de los mapas, los relojes, las carreteras, hay un melodrama. El de tres personajes que, al encontrarse, cambian sus vidas, reescriben sus destinos. Lo que empieza como un polar acaba convergiendo en un melodrama que propone la posibilidad de una familia diferente. “El género siempre ha servido para hablar de otra cosa”, incide el director que explicaba cómo el cine nos ha dado herramientas para contarnos. “Si preguntas a alguien cómo se puede uno fugar de una cárcel, el relato que te da va a tener que ver con imágenes de la historia del cine”.

El director tenía en la cabeza la imagen de dos mujeres en la orilla de un río. Una imagen que unió con una de las heridas abiertas de la historia de nuestro país. “El origen está en el cruce de una imagen y nuestra historia y una preocupación respecto a la historia reciente de los crímenes de España, la memoria histórica y cómo el cine también aborda el tema y cómo desde la forma también hay una propuesta”, añade el director

Lola Dueñas es una mujer herida, que dio a su hijo en adopción engañada y que descubre que es parte de una trama corrupta donde estaba implicado el régimen de Franco, médicos acaudalados y la Iglesia católica. Por eso, se mete en lo más oscuro de la sociedad para encontrar a ese niño, ahora un adolescente que vive con su nueva familia. Ana Torrent es la madre adoptiva y Manuel Egozkue el joven. Los tres se reencuentran en Portugal para configurar sus destinos, pero también el destino de un país. Lo más bonito del filme es cómo un hecho íntimo, una venganza individual, al contrario que lo que ocurre en el imaginario del cine hollywoodiense, sirve para vengar la historia de todo un país o, quizá, más que para vengarla, para rehacerla, para cambiar el rumbo.

No hay democracia sana si los crímenes no se limpian y la unión de estas dos mujeres, el entendimiento, la delicadeza con la que se hablan y se comprenden, se ayudan e integran a ese joven, una nueva generación que, por fin, saneará un país maldito y dividido por culpa del fascismo. “Creo que nuestra generación, por suerte, es una generación que justamente está en esa revisión de la memoria. Y obviamente entendemos la generación de nuestros padres y entendemos el momento complicado en el que se firmó con ilusión y se votó con ilusión. Pero ahora nuestra generación, 40 años después, cuando ve esas imágenes, que además en nuestra película aparecen en forma de archivo, las ve desde otro lugar, porque han sucedido muchas cosas y ahora mismo lo conectamos con el momento político de España, que justamente ahora estamos volviendo a hablar de qué somos, de qué modelo de territorios somos y que la complejidad es un valor a reivindicar”, explica el director

Esa historia, tremendamente política y actual, la cuenta Iriarte a su manera, porque en su cine, dice, la forma es imprescindible. "Para mí el cine es un espacio creativo. Vivo con unas herramientas de lenguaje que reivindico que usemos con la mayor libertad creativa posible y eso me ha permitido combinar una historia dura, que habla del presente, con una forma contemporánea”. Ahí establece un juego con la ficción, con las convenciones literarias, con mucho de la literatura de Roberto Bolaño y, por supuesto, de Borges. Como le gustaría al autor de El aleph, la venganza no puede perpetrarse sin ayuda de los mapas. "Se puede abordar el archivo del cine militante y hacer una reivindicación desde ahí, nuestra película reivindica y piensa desde un lugar creativo, con dos personajes diferentes, que son víctimas y tratan de entenderse. Tenemos que hacer una revisión de nuestra memoria, justicia, reparación, y repensar lo que somos. Y el arte y el cine popular también debe abordar esto unido a la forma”, insiste.

El cineasta es responsable del programa semanal de cine en el centro Internacional de Cultura Contemporánea Tabakalera y uno de los programadores del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Ha trabajado con Isaki Lacuesta y con Isa Campo, que firma con Iriarte este guion, que sustenta una película interesante, elocuente, que permite que sigamos indagando en cómo rompemos la linealidad de la historia. Apasionado del cine, pertenece a una generación de directores y directoras que están cambiando el cine español. “Me alegro de formar parte de ese grupo de cineastas que está saliendo en los últimos años. Hay una generación nueva de directoras, pero también de productoras que están un poco haciendo lo que hacía en su momento Querejeta, cuando apoyó la primera película de Erice”, dice sobre el momento actual. En el cine de Iriarte, como en el de sus contemporáneos, la mezcla y la hibridación son clave: hay influencias literarias, teatrales, cinematográficas, ruptura de los esquemas rígidos del género y una reflexión política que invita a cambiar las cosas.

 
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