María Jiménez puso voz a lo que muchas mujeres sienten

El despertar de hoy ha sido con una mueca de tristeza. Justo cuando he puesto la radio en el boletín estábamos contando que ha muerto María Jiménez, y con ella pasa eso de que no solo muere una parte importante de la banda sonora de tu vida, sino que desaparece también una parte de tu cultura emocional. Porque María Jiménez nos servía, entre otras muchas cosas, como refugio, cuando sus letras, cantadas de manera desgarrada, describían perfectamente lo que nos estaba pasando en algún momento de nuestra vida.

Formaba parte también de la cultura visual de más de una generación, entre ellas, la mía. Crecimos con los programas musicales del sábado por la noche, al principio en blanco y negro, en los que María Jiménez arrasaba en los escenarios. Solo su aparición era suficiente para que una corriente de electricidad atravesara la pantalla. Su voz, sus movimientos, otra vez sus letras. No tuvo una vida fácil, pero supo ponerse, a menudo, esa vida por montera y en eso, en su feminismo, en su lucha a veces por la supervivencia, fue también ejemplo para muchas mujeres, que en esos mismos tiempos de los sábados musicales vivían la vida que no querían, encerradas en sus casas que, a menudo se convertían en auténticas cárceles. María Jiménez les cantaba a ellas. Mítica es su canción "Se acabó", ese lema, lanzado por las futbolistas de la selección, y que va a conseguir acabar con todo aquello que hasta ahora pasaba en silencio. Ella ya lo dijo, se acabó.

Cantó sus canciones y las de otros, cantó por Sabina que no es fácil, y las letras de Sabina adquirieron otro significado en la voz de María Jiménez. Y cuando muchos se habían olvidado de ella y las generaciones más jóvenes no sabían ni quién era, llegó Lichis con la Cabra Mecánica, y le dio la oportunidad de volver a cantarle a la vida cotidiana, de volver a poner voz a lo que muchas mujeres sienten.

Sin ella, el mundo será menos amable, menos humano y mucho más raro.