"Tuve miedo cuando me metí en mar. Era llegar o no llegar": el duro testimonio de Brahim Khardi, que llegó en patera a Canarias con 17 años

Tenerife

Brahim Khardi se montó en una patera cuando solo tenía 17 años hacia un destino incierto. Lo hizo por su futuro, porque en Marruecos, su tierra, ya no tenía posibilidad de seguir estudiando, ni sus padres podían pagarle una universidad. Su objetivo era "avanzar". También lo hizo por aproximación a lo que veía a su alrededor, por "presión social". "Todos se van y si él va, yo también puedo", pensaba este joven en ese momento. Por delante le quedaba un camino duro por recorrer, que en su caso salió bien, pero había muchos condicionantes para el resultado fuera otro.

Han pasado muchos años, 16 en concreto, desde que emprendió ese viaje. "Ahora solo me acuerdo de los momentos más bonitos, del resto, del miedo, de lo mal que se ha pasado, apenas se acuerda". Sin embargo, no solo tiene grabados en su memoria buenos momentos, también tiene muy presentes los malos, como le ha contado a Aimar Bretos en el programa especial de Hora 25 desde Tenerife. Las Islas Canarias fueron su destino, cuando pudo dejar atrás el vasto mar tras tres o cuatro días perdido en medio de la nada.

"Tuve miedo cuando estaba metiéndome en mar". Khardi no sabía nadar y el agua comenzó a cubrirles en el inicio de su travesía. "Dentro de la barca es llegar o no llegar, la mayor probabilidad era no llegar. Cuando te montas te despides mentalmente de la familia, de los amigos... La cara que teníamos todos era de miedo, pero nadie podía decirlo porque de nada ayuda", recuerda. Al principio, al terror de navegar en el mar, se sumaba el miedo de ser descubierto. Estuvieron tres horas sin hablar para que los guardas costeros no les pillaran.

Después de pasar ese primer mal trago, el capitán, ya en alta mar, les dijo que podían gritar y sacarse el miedo. Él lo hizo al segundo día. Khardi perdió "la noción del tiempo" sobre esa barca, él y el resto de pasajeros. Eran 18, 15 de ellos menores, algunos con 13 años. La comida y la bebida se les gastó en el último día, aunque confiesa que tampoco había mucho apetito en esa situación. Y esa noche, la anterior a tocar tierra, fue sin duda la peor para ellos. "Fue brutal. La marea cambió. El oleaje iba en nuestra contra. Las olas entraban a la patera y el capitán estaba desesperado". Hacían señales a barcos cercanos, pero no les veían. "En ese momento nos acojonamos".

El viaje le costó 600 euros en ese momento, en el año 2007. El mismo, a día de hoy, está en unos 3.000. Él no contactó directamente con las mafias que los organizan, fue un conocido suyo el que intermedió. Lo normal es pagarlo con antelación, aunque algunas veces, antes de emprender el viaje, cuando llegan al punto de encuentro con el dinero, pueden llegar a robarles y que todo haya sido una mentira. Se quedan sin el viaje y sin sus ahorros.

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Khardi tiene buenos recuerdos de su llegada a Gran Canaria. A las seis de la mañana, con el amanecer, avistaron tierra por primera vez. Esas horas, recuerda, fueron las más largas de su vida. Sobre el medio día se aproximaron y su primera visión de España fue una playa en pleno mes de agosto, en la que la gente tomaba el sol. Una playa que, además, era seminudista. "Un compañero dijo 'o estamos muertos y esto es el paraíso o esta gente sabe vivir'". Fue lo segundo. A su alrededor, recuerda que la gente cogió el móvil o intentaba tímidamente aproximarse a ellos, pero nadie lo hizo. A los pocos minutos llegó la Policía.

Él no pudo huir, no pudo correr para intentar esconderse de las autoridades. No pudo físicamente. Sus piernas le fallaron después de estar varios días sin moverse. También estaba muy mareado. La Cruz Roja llegó para atenderles y luego se los llevaron a un calabozo en el que pasaron la noche. "Nos echamos la siesta más larga. Entramos a las 12-1 del medio día y me desperté al día siguiente a las 8 de la mañana".

Sin duda, el momento más emotivo fue cuando pudo llamar a su familia. Especialmente a su madre, ella no supo que su hijo iba a embarcarse en este viaje hasta que ya estaba en alta mar. No quiso decírselo porque sabía que no le permitiría jugarse la vida así. "Escuchar a tu madre al otro lado del teléfono y que se ponga a llorar, no sé ni cómo explicarlo, le decía 'ya estamos, ya hemos llegado'".

Ahora tiene claro, que si pudiera echar marcha atrás, ni por "un millón" volvería a hacerlo. Brahim Khardi actualmente trabaja como mediador cultural en Tenerife, ayudando a otros que, al igual que él, han llegado en busca de una vida mejor.

Otros testimonios

Aminata Samb, presidenta de la Federación de Asociaciones Senegalesas en Canarias, también cuenta uno de los casos más duros que ha tratado recientemente. "El proceso para los que vienen desde Senegal es más complejo que para los de Marruecos, porque el viaje es más largo, falta comida... A veces son seis días, pero si se pierden son muchos más. En los casos en los que se pierden, hay muchísimo riesgo de muertes, cuyos cuerpos dejan en el mar". Ante esto, a ella le gustaría hacerles un homenaje a "todos los fallecidos en el mar, que no lograron llegar a su destino": "Son hijos, hermanos, hermanas, primos..."

Ella conoce muchas historias de familias rotas porque no consiguieron superar esa travesía. "No hace mucho tiempo estuve buscando a una mujer, una niña casi, porque tenía 22 años. Dejaba a sus dos hijos en su país, porque sabía que su marido ya estaba en Canarias, con nosotros, después de haber llegado en patera. Entonces ella, que llevaba esperando a su marido desde 2020, decidió coger una patera para venir a verlo. Sin que nadie lo supiese, se fue. Su marido me llamó pidiéndome ayuda para buscarla y yo lo hice por todos lados, hablando con diferentes ONGs. Finalmente nos dijeron que había fallecido en la patera antes de llegar, porque el cayuco se perdió y acabó llegando a Marruecos. Lo triste es que hay muchos casos como este, de personas que no llegan y que han dejado atrás una familia y unas madres destrozadas".