'El amante de Lady Chatterley', una novela perturbadora
Una obra inquietante no tanto por las escenas sexuales, sino por las emociones y los sentimientos que muestra, por la meticulosidad, su realismo y su profundidad
'El amante de Lady Chatterley', una novela perturbadora
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David Herbert Lawrence nació en Eastwood, Nottingham, en 1885. Fue uno de los escritores más controvertidos de la literatura británica del pasado siglo. Sus novelas fueron sistemáticamente prohibidas o censuradas, tildadas de pornográficas por su descripción de las relaciones amorosas y de la sexualidad como forma de conocimiento inmediato. Es el autor de, entre otras, 'Hijos y amantes', 'Mujeres enamoradas', 'La serpiente emplumada' y de una gran obra poética, obras de teatro, ensayos y relatos como 'La Virgen y el gitano'. Murió en Vence, Francia, muy joven, con apenas 45 años, en 1930.
'El amante de Lady Chatterley' se publicó en 1928 y fue un escándalo inmediato. La novela fue censurada y hasta 1960 no se permitió su publicación íntegra en Reino Unido. Es una novela perturbadora, no tanto por las escenas sexuales, sino por las emociones y los sentimientos que muestra, por la meticulosidad, su realismo y su profundidad.
Objeto de lealtades apasionadas, pero también de críticas fervientes
D. H. Lawrence es indudablemente uno de los escritores británicos más relevantes del siglo XX, con una obra que, desde sus primeras ediciones, fue tan bien aceptada por el gran público como objeto de lealtades apasionadas y críticas fervientes por parte de los estudiosos de la literatura. Pero Lawrence no solo tuvo que aceptar, como tantos otros, la adaptación de su manera de escribir a las normas de estilo editoriales, sino la reiterada censura de unos textos que, por ser calificados de obscenos (si no directamente pornográficos) podían llegar a ser fuente de problemas legales.
A finales de la década de los 80 del siglo XX, Cambridge University Press acometió la tarea de editar la obra "real" de Lawrence, aquella que él hubiera reconocido como auténtico producto de su genio, intentando restaurar al máximo, no solo los párrafos censurados impunemente, sino la puntuación original del autor.
Una pequeña victoria de la libertad
'El amante de Lady Chatterley' fue censurado por obsceno y solo en 1960, 32 años después de su publicación en Florencia, pudo ser publicada la versión íntegra en el Reino Unido, previa celebración de un juicio donde intervinieron más de 60 testigos, entre ellos novelistas, profesores, críticos literarios, un psiquiatra, un predicador, una adolescente católica y varias jóvenes universitarias. Aquel juicio fue una pequeña victoria de la libertad. El jurado encontró no culpable a la editorial Penguin y el libro pudo publicarse íntegramente. Gracias al valor del director de Penguin al aceptar enfrentarse a un proceso que hubiera podido llevarle a la cárcel, y gracias a la lucha de millones de personas, la represión sexual, que había sido y sigue siendo en algunos aspectos un instrumento de dominio, perdió una nueva batalla.
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Esta novela que D. H. Lawrence consideró "muy pura y tierna", a la vez que "la más indecente del mundo", es un libro extrañamente perturbador. La extrañeza viene de que en teoría no tendría por qué serlo. Cuenta una historia que acaba o tiene al menos las trazas de ir a acabar bien y hay en él, como se ha dicho a menudo por su autor y por la crítica, una defensa del vitalismo, de la espontaneidad y la inmediatez de la vida frente a corrientes de distinto signo que quisieran aplastarla.
Durante la lectura es, además, fácil experimentar estados de exaltación, cuando la rebeldía de los protagonistas y las cuotas de libertad que adquieren con ella estimulan el ánimo de quien lee. Pero después, leída ya la última página y cerrado el libro, pasados unos minutos, una cierta confusión altera el mismo ánimo que se había sentido libre y poderoso.
Una historia que se había adelantado más de 30 años a su tiempo
Cuanto mayor es la credibilidad que un narrador nos ofrece, mayor es su capacidad de alterar, confundir y a veces destruir. La credibilidad, el respeto, la capacidad de trabajo, inteligencia y precisión en un narrador despiertan en quien lo escucha o lee esas mismas capacidades. La lectura de 'El amante de Lady Chatterley' produce un efecto perturbador por cuanto asistimos al relato de una historia que su autor quisiera liberadora como una nueva era donde comenzar a vivir sin ataduras y, sin embargo, es el poder de las ataduras, de los prejuicios, de los temores, del uso y el abuso de la fuerza lo que el autor hace intensamente visible. Queda, a nuestra inteligencia y sensibilidad, discernir cuánto de lo descrito se ajusta a la verdad que imaginamos, cuánto la niega y cuánto encamina los anhelos humanos hacia una existencia en menor penumbra.
A lo largo de la lectura de 'El amante de Lady Chatterley' aún hoy es posible percibir el vigor latente en una historia que se había adelantado más de 30 años a su tiempo. Ahora la cualidad perturbadora del libro ya no procede de su tratamiento de la sexualidad. Connie ama al guardabosques, pero no puede evitar sentirse incómoda al ver las tazas, las sillas o la especie de armario con cuatro cosas al cual el guardabosques llama "la despensa". Esa incomodidad proporciona coherencia interna al relato, lo hace verosímil y también hace que creamos en quien nos cuenta la historia. El despertar que experimentan Connie y Mellors a través de su relación sexual va mucho más allá de un despertar de los sentidos. Y por el deseo de implicar de algún modo a cada lector y a cada lectora en esa batalla, Lawrence construye una novela extraordinariamente realista y es precisamente esto lo que la hace perturbadora.
Este artículo contiene fragmentos del prólogo de Belén Gopegui a la edición de DeBolsillo