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Claudio Tolcachir: "Más terrible que Vox son las personas que votan esas ideas y ahí el teatro tiene una responsabilidad"

El actor y director argentino protagoniza Rabia en el Teatro de La Abadía, un monólogo dirigido por Lautaro Perotti. Un juego de imaginación, morboso y divertido, que enfrenta a los espectadores con las contradicciones más humanas

Claudio Tolcachir: "Más terrible que Vox, son las personas que votan esas ideas y ahí el teatro tiene una responsabilidad"

Claudio Tolcachir: "Más terrible que Vox, son las personas que votan esas ideas y ahí el teatro tiene una responsabilidad"

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Claudio Tolcachir (Buenos Aires, 48 años) es actor y director de teatro, docente y dramaturgo, fundador de la compañía Timbre 4. Lo último suyo que hemos disfrutado ha sido Las Guerras de nuestros antepasados, esta última temporada, dirigiendo a Miguel Hermoso y a Carmelo Gómez en ese texto de Miguel Delibes, que este último nos presentó en La Hora Extra. El argentino ha dirigido mucho, no para, este 2023 hemos podido ver también Tercer cuerpo o Próximo, por ejemplo, pero llevaba dieciséis años sin actuar en España. "En Argentina siempre estoy actuando, por pura necesidad, me gusta, pero aquí hemos convocado más, como grupo, a otros directores, para aprender de voces nuevas, de otras formas estéticas".

Tolcachir estrena 'Rabia', una adaptación de la novela del también argentino Sergio Bizzio y que supone el primer estreno de esta nueva temporada teatral de La Abadía. Su intención no era protagonizarla, pero Juan Mayorga, el director artístico, le convención. Rabia nos cuenta la historia de José María y Rosa, una pareja de novios. Él comete un crimen y se esconde en la casa de los señores que emplean a Rosa, interna en esa mansión. Escondido sin que ella lo sepa, José María es testigo de todo lo que pasa y le pasa a Rosa. Sebastián Cordero dirigió una adaptación cinematográfica, producida por Guillermo del Toro, y Lautaro Perotti dirige esta adaptación teatral, que firman también María García de Oteyza y Mónica Acevedo.

Claudio Tolcachir en Rabia

Claudio Tolcachir en Rabia / Lucía Romero

Rabia es una obra muy coral que habéis convertido en un monólogo. Solo vemos a José María en el escenario, escondido en esas escaleras que llevan a la planta de arriba de la casa, donde está escondido. ¿Qué fuerza aporta el monólogo a la adaptación?

Cuando leí la novela, tuve la intuición de que tenía teatro, que hacerla en teatro puede ser muy interesante y como un monólogo, porque es muy física y es muy de espacios. Lo que yo recordaba del personaje y lo que más me divierte es que cambia todo el tiempo de puntos de vista. Él lo que escucha no lo ve o lo huele, el día, la noche, los escondites, cómo va ganando confianza en vivir a escondidas en esa casa, cómo se las va arreglando para comer, ir al baño sin que nadie lo descubra y, por supuesto, cómo empieza a desarrollar su vida, su amor, sus celos, su violencia, su ternura. Todo con un cuerpo ausente, él es el protagonista de todos los hechos, sin que nadie sepa que le existe y eso es maravilloso. La novela tiene mucha acción, no es una novela reflexiva, todo el tiempo están pasando cosas y la adaptación es desde la mirada de José María. Es un thriller, muy difícil de hacer en el teatro, un gran juego de imaginación donde el espectador crea las imágenes conmigo y eso es maravilloso.

El espectador se convierte en cómplice de José María, somos voyeristas sin ver lo que está pasando. Y es un viaje emocional también, todas las contradicciones a las que se enfrenta el personaje, alguien que ha cometido un crimen y con el que el espectador va a empatizar también. Un sentimiento que puede ser incómodo.

Lo que más disfruto como espectador es que me traten bien en ese sentido, que me permitan pensar, imaginar, hacerme preguntas y que no me den la información antes de tiempo. Y creo que está buenísimo que cada espectador que ha venido ha tenido visiones muy distintas, hay gente que le ha caído mal, porque es un asesino. A mí me incomodó empatizar con este tipo que hizo lo que hizo, pero al igual que el autor, yo quiero que se encariñen sabiendo que es un asesino. Y lo que más me divierte es que es un obsesivo, por cómo se maneja, cómo deja los objetos de la casa. Imagínense que alguien vive en la casa de ustedes a escondidas mucho tiempo y logra que no nos enteremos porque deja todo en su lugar. Se maneja en los horarios que dormimos o cuando salimos y agarra pedacitos de comida de la heladera y nunca nos enteramos. Es muy morboso y divertido cómo maneja los hilos de esa casa sin que nadie sepa que está. ¿Y qué pasa si ella se enamora de otro?, ¿qué pasa si a ella corre peligro y no me pueden ver y esto está sucediendo a metros de mí y tengo que defenderla y no puedo aparecer? La situación es maravillosa, es muy rica de jugar y de imaginar.

Nos enseña también a saber gestionar la frustración, la gran pandemia de nuestro siglo. Esto que dices. el no poder hacer lo que nos gustaría hacer, como defender a Rosa. Eso le genera una frustración, una rabia que tiene que aprender a gestionar. Un odio, porque habla de odio.

Y también la creatividad porque las cosas no son siempre como imaginábamos. A mí lo que me gusta de hacer teatro y del teatro en general, de actuar en general, es que cuando empieza la función tengo un montón de cosas por descubrir y no van a ser iguales que ayer. Y no quiero que sean iguales que ayer, quiero volver a enfrentarme con los límites con los que se enfrenta el personaje cada función. Este texto te propone un montón de preguntas que vos te querés hacer sobre el amor, sobre la existencia, sobre tu violencia o sobre la frustración. Quiero compartir la fascinación que me produce todo esto en el texto. Una de las cosas que más me interesan del teatro es cuando vos, como espectador, empatizas de alguna manera con un personaje incómodo. Con el héroe es fácil, pero con este una parte tuya entra en colapso. El tránsito de la obra es profundamente humano y uno termina viendo a alguien con una complejidad y con unas sorpresas en su accionar muy interesantes. Unos salen muertos de risa, otro dice que ha sufrido y otro que ha tenido ganas de vomitar. Y yo feliz con que no les pase lo mismo a cada espectador. Y la obra no toma partido ni justifica al personaje, yo tampoco.

¿Conecta con alguna de tus obras anteriores? Estoy pensando en Las guerras de nuestros antepasados, la historia de ese hombre atravesado por la violencia y la masculinidad tóxica. Estoy pensando en la adaptación que hiciste de Agosto o de Todos eran mis hijos de Arthur Miller y cómo nos gusta meternos en las casas de familias y más si son ricas... en sus relaciones familiares y miserias. En la incomunicación al final.

Qué bueno, estoy seguro de que hay varios puntos que se repiten en las elecciones, por más que uno busca materiales distintos. Los personajes que a mí me enamoran siempre son perdedores. Siempre está el tema de la incapacidad para poder desarrollarse de una manera normal. A mí siempre me ha gustado el teatro desde lo humano, meterme en un personaje como puede ser José María que es inabarcable, porque es violento, es fiel, es sobreprotector, es amoroso, es tierno, es hábil, es obsesivo, es celoso... todo eso me encanta, que todo eso esté en una persona que es víctima y victimario a la vez, es dueño y es sirviente. Y todo con mucho humor. Creo que es muy divertida porque de pronto te asusta, te sorprende, te da asco, te ríes con ese humor muy ácido.

Claudio Tolcachir en Rabia

Claudio Tolcachir en Rabia / Lucía Romero

Como argentino que eres y como defensor de un teatro comprometido, un teatro que puede cambiar el mundo, dice, quiero preguntarte si te preocupa que en estos tiempos de rabia, de frustración y odio, de quienes quieren tomarse la justicia por su mano, como José María, si te preocupa que nos refugiemos en personajes como Javier Milei.

Terror. Incredulidad y terror. Lo que está pasando en mi país es una tragedia. Hoy tenemos que volver a explicar la dictadura. Es un signo de los tiempos, supongo que aquí pasará igual, que la mayor cantidad de votantes de este hombre son muy jóvenes y se criaron en democracia. Se criaron con derechos y con una universidad pública, gratuita, aunque no sea ideal. Pero en Argentina hay una serie de derechos adquiridos, te puedes casar con alguien del mismo sexo, puedes abortar, se puede uno divorciar. Son todas cosas que tal vez, si tenés 20 años, te parecen normales y que el Estado es una porquería y hay que destrozarlo y no entendés que el Estado puede funcionar mejor, sin duda, pero el Estado es eso y el Estado son tus derechos y el Estado es equilibrar la balanza para que las oportunidades no sean tan tremendamente diversas para unos y para otros. Pero bueno, hoy es como si funcionaran más los eslóganes que las ideas y la experiencia. Hoy en Argentina hay actos muy fuertes de reivindicación de la dictadura. Ya no de negación, ya no hablamos de negación, sino de reivindicación de cosas que han pasado y están claras, que hubo desaparecidos, robo de bebés, que hubo violaciones, que hubo asesinatos, que tiraban a gente desde los aviones. Es muy duro volver a eso desde lo político y muy duro que desde lo económico se plantean una mezcla de absurdos, porque vamos a dinamitar el Banco Central y cosas que uno sabe que no pueden pasar, pero que nacen de la rabia o de la maña comunicación. Da la sensación de que más bajo no podemos caer como país.

También en España hay quien reivindica hoy la dictadura. Aquí en nuestro país, ¿te preocupa la censura que hemos visto a determinadas propuestas culturales, bien porque aborden la violencia machista o la memoria histórica?

Yo pensé, te juro que pensé que no podía pasar, volver a pasar. Yo creo que en eso somos un poco inocentes. Honestamente y espero equivocarme, tengo mucho miedo. Después de las elecciones pensé que no estamos tan mal, pero viendo la cantidad de gente que vota esas ideas, me pregunté: ¿por qué tiene tanto éxito la homofobia, el discurso anti feminista o el discurso contra la inmigración? Porque es un éxito de discursos, ni siquiera llega a ser una ideología, son discursos que prenden. ¿Por qué yo tengo que pagar la operación de cambio de sexo? Mira, porque es un Estado. Me preocupa muchísimo, pero más me preocupa que lo acepte la gente o que haya gente que lo vote. Me preocupa más que que existan las propuesta,s porque quiere decir que hay gente que se siente representada por eso, que siente que el feminismo es una amenaza o que siente que el causante de sus desgracias es un inmigrante. Y en eso yo creo que el teatro tiene un valor, una responsabilidad. Cuando uno va al teatro le toca pensar que nada es tan simple, que cerrando las fronteras no se acaban tus problemas. Que si prohibimos los derechos gay, mi hijo no va a ser gay. Pues te aviso de que no es así, prohibiendo las cosas no dejan de existir. Un inmigrante no es muy diferente a vos, una mujer que pide ser respetada no es muy diferente a vos. Hay un ejercicio en el teatro que es ponerte en el lugar del otro. Es que para poder ver un cartel con una mano que tira a la basura una bandera gay o feminista, a la basura, para poder hacer eso es que vos tenés que haber bloqueado cualquier idea de que esa persona que estás tirando la basura, es una persona. Es que te vuelves psicópata, no son personas, merecen el sufrimiento o no puedo empatizar con ese sufrimiento. Es terrible que haya políticos que su discurso sea ese y mucho más la gente que lo vota. Yo tengo amigos de aquí con un dolor familiar muy grande, porque son amigos gays que la hermana vota a Vox. Qué cosa votar a alguien que niega la existencia de tu hermano, ¿no? Por suerte acá apareció una resistencia y yo tengo la esperanza de que en un país como el mío, en Argentina donde hubo juicios, donde fueron a la cárcel, dónde hasta hace dos meses la gente llenaba las salas viendo 1985, recordemos o nos enteremos de que existió esto. No me resigno, no me resigno, hay que luchar como lucharon otros antes.

 
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