Más de 30.000 desplazados en la ciudad libia de Derna esperan la asistencia humanitaria de un Estado «desbordado» y de una comunidad internacional con dificultades para acceder a esta zona golpeada por el ciclón Daniel, que dejó este domingo al menos 7.000 muertos y más de 10.000 desaparecidos, mientras crecen los temores a un brote de enfermedades. En esta localidad costera, la cuarta más grande con 120.000 habitantes, cerca de 17 horas de lluvias intensas colapsaron dos presas, situadas a pocos kilómetros de las áreas habitadas y en apenas treinta minutos de intervalo, vertiendo 33 millones de litros de agua en el centro de la ciudad y arrastrando hasta el mar barrios enteros y los cuatro puentes que atraviesan el río Derna. El jefe del Consejo Presidencial- que funciona como Jefatura de Estado- Mohamed Al Manfi, pidió este jueves al Fiscal General la apertura de una investigación para determinar los motivos de su colapso así como cualquier posible negligencia que haya podido contribuir a este desastre e identificar a sus responsables. El pasado año, investigadores de la Universidad local de Omar Al Mukhtar advirtieron en un estudio de que las represas necesitaban un mantenimiento urgente debido al alto potencial de riesgo de inundaciones, aunque las autoridades no tomaron medidas al respecto. Un día antes de la llegada del ciclón, el Ayuntamiento pidió evacuar las zonas situadas en las inmediaciones de este embalse -que no había recibido mantenimiento desde 2008- pero el comité de emergencia del Gobierno oriental se limitó a imponer un toque de queda en varios municipios, declaró el alcalde la ciudad, Abdel Moneim al-Ghaithi, en un conferencia. En una entrevista a la cadena Sky News Arabia, Al Ghaithi adelantó que el número de muertos podría llegar a 20.000 basándose en estimaciones de quienes viven en las zonas arrasadas. Los diferentes equipos movilizados por las organizaciones y la comunidad internacional se han visto bloqueados por la destrucción total de las carreteras que llevan a Derna, la falta de suministro eléctrico y el corte de las telecomunicaciones. La Compañía de Servicios Públicos de Trípoli (este) inició ayer las labores de limpieza en una operación que se desarrolla las 24 horas del día, informó la agencia de noticias estatal Libia LANA. Los equipos se dividen en tres objetivos, explicó, para la retirada de escombros que pueden haber atrapado a las víctimas, para bombear el agua estancada, y para reabrir los caminos retirando los edificios caídos y los automóviles arrastrados por el agua. Un primer equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF), que llegó ayer al este del país, tiene previsto desplazarse este jueves al lugar, «si las condiciones lo permiten», con un convoy de 400 bolsas para cadáveres, 200 lotes médicos para tratar a los heridos y otros 250 compuestos de guantes, antibióticos, mascarillas quirúrgicas y otros productos. La esperanza de encontrar supervivientes prácticamente se ha desvanecido, los rescatistas y voluntarios continúan con la búsqueda de cuerpos bajo el agua del mar y los cascotes de edificios, al tiempo que aumentan los temores a un brote epidémico. El director del Centro Nacional para el Control de Enfermedades, Haider Al-Sayeh, alertó del peligro de una contaminación ambiental como consecuencia de la mezcla de aguas residuales y agua potable, así como la descomposición de los cadáveres y las enfermedades transmitidas por los mosquitos. Por ello, el organismo lanzó una campaña de vacunas destinada a 20.000 menores con el fin de evitar enfermedades como la hepatitis, el cólera o la malaria. Pese a la urgencia de la situación, las autoridades enfrentadas del este y oeste del país no han logrado coordinar una estrategia conjunta, lo que algunos analistas califican de «gestión caótica», aunque ambas pidieron el lunes por separado ayuda humanitaria y declararon tres días de luto nacional. Dos poderes enfrentados se dividen el poder ejecutivo: el Gobierno de Unidad Nacional (GNU), basado en Trípoli (oeste) y reconocido por la comunidad internacional, de Abdulhamid Dbeiba; y el Gobierno de Bengasi, elegido por el Parlamento y bajo control del mariscal Jalifa Haftar- hombre fuerte del país-, dirigido por Osama Hammad