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'Fingernails', los actores de moda buscan la ciencia del amor

Jessie Buckley, Riz Ahmed y Jeremy Allen White protagonizan el drama romántico del griego Christos Nikou

Jessie Buckley y Riz Ahmed en 'Fingernails' / Apple TV+

Jessie Buckley y Riz Ahmed en 'Fingernails' / Apple TV+

San Sebastián

Si algo ha estudiado a fondo el cine indie americano es el amor en todas sus complejidades y aristas. Charlie Kauffman fue el guionista del amor romántico en un cine que tuvo a directores como Spike Jonze o Michel Gondry como parejas creativas en historias que marcaron a una generación como Olvídate de mí, Anomalisa o, más tarde, Her. Esta temporada una nueva generación de creadores ha llegado a Hollywood con la intención de indagar en cómo las nuevas tecnologías pueden alterar las relaciones de pareja.

Por un lado, el fenómeno de la temporada, Past Lives, habla de cómo la identidad cambiante en un mundo hiperglobalizado acaba afectando y generando un triángulo amoroso. La película de Celine Song se presenta en San Sebastián en Perlas, tras pasar por Sundance y Berlín, el mismo día que una de las películas en competición, Fingernails, reabre el mismo debate sobre el amor y las relaciones a tres. El griego Christos Nikou, quien sorprendió con su ópera prima Apples, traslada en su segunda película, que estrenará este otoño la plataforma Apple TV, las dudas sobre el amor verdadero, sobre el mito de la media naranja, sobre si se puede querer a la vez a varias personas, sobre la rutina de una relación o sobre lo eterno del sentimiento amoroso. Debates que el cine siempre ha tratado, pero al que añade la ciencia ficción para sumar más complejidad al asunto.

La idea de la película fantasea con la posibilidad de que la tecnología, cada vez más determinante en nuestras vidas, ofrezca a las parejas un grado porcentual de compatibilidad. Solo con arrancarse una uña, una máquina podrá analizar el grado de compromiso entre las dos personas que forman una pareja. Y el resultado replanteará el dilema, ¿dejar una relación que iba bien solo porque la máquina alerte de la probabilidad de fallo en el futuro? ¿Seguir con alguien que no aporta nada solo porque el resultado sea positivo? Son los dilemas a los que se enfrenta el personaje de Jessie Buckley, uno de los rostros del cine independiente que protagoniza esta historia, junto a Riz Ahmed y la estrella televisiva del momento, Jeremy Allen White, el protagonista de la serie The Bear.

Nikou ya indagaba en Apples en cómo un universo distópico nos puede servir para indagar en la relación con nuestra memoria y nuestra identidad. Ahora se centra en el amor, cuestión clave en una generación cada vez más individualizada y solitaria, viviendo en ciudades cada vez menos identitarias y acogedoras, y más uniformes e impersonales. No es baladí que tanto Nikou, de origen griego, como Song, de origen coreano, tengan una identidad doble, pues nada en torno a las relaciones de pareja y su duración y estabilidad, podrá analizarse sin atender a la propia reflexión sobre la identidad. Eso aporta una complejidad extra a sus películas, aunque si Song consigue aportar nuevas miradas, más luminosas y menos tóxicas al relato cinematográfico del amor, el griego cae en las mismas contradicciones que sus antecesores.

La sociólogo francoisraelí, Eva Illouz, ahonda en su libro El fin del amor, en esas condiciones sociales y culturales que están configurando el concepto contemporáneo del amor. La falta de compromiso que viene por esa velocidad de la vida actual y el apego al trabajo, la falta de tiempo, el cambio de valores, donde el "para toda la vida" ya no tiene utilidad en una sociedad de usar y tirar, ha cambiado la forma en que amamos y en cómo creamos los vínculos sociales. Las relaciones son efímeras, pero eso choca con nuestra educación, basada en los cuentos de hadas, en el comerán perdices y en el realto sentimental del amor que ha hecho el cine. Exactamente ahí están los personajes de Buckley y Ahmed, dos seres que no tienen nada en común, salvo su preocupación por el amor.

En un mundo dominado por el algoritmo, donde el amor se ha mercantilizado, donde el proceso de buscar una cita se parece cada vez más al de buscar una película en Netflix, Nikou se centra en la inseguridad y la incertidumbre como gran enemigo del amor romántico y de la pareja tradicional. "Queríamos hablar de cómo la tecnología ha cambiado la manera en la que nos acercamos al amor, así en general, es una experiencia compleja ahora mismo, porque la gente suele hacerlo ahora mediada por las aplicaciones y la tecnología. Nosotros solo tenemos una herramienta, que es esa máquina, que es la que nos acerca a una experiencia humana". Precisamente eso de las citas y la perversidad de encontrar pareja es algo que centró Langosta, película de otro director griego, el ahora aclamado director del León de Oro en Venecia, Yorgos Lanthimos, de quien Nikou fue asistente, y con quien lo han comparado. Sin embargo, el autor de Fingernails es mucho menos cruel, salvo en eso de arrancar uñas, y más convencional que su mentor. "En Grecia hay mucho talento ahora mismo y se da la paradoja de que cuesta hacer cine allí".

El filme acaba generando en una historia ya vista sobre parejas que se rompen ante la llegada de terceras personas, hombres y mujeres inseguros ante el futuro y cansados de la rutina y totalmente educados sentimentalmente en ese cine de los noventa, como Titanic o Nothing Hill, que exaltaba el amor romántico como lo más importante de la vida, o esa idea del amor como sufrimiento y tormento que reivindicaban Jonze, Kaufman y hasta Linklater. "Quería evitar situar esta historia y no situarla en ningún tiempo concreto. Quizá la referencia más cercana son los noventa, que es cuando se estrenó Nothing Hill, porque solo Hugh Grant sabe algo del amor", explicaba el director.

Lo que podría ser un retrato del tedio de esos jóvenes burgueses que pueblan los barrios hipsters de las ciudades de moda en Occidente, buscando actividades para hacer que su vida sea cool, como la cerámica, los juegos o las clases de baile, como piedra ardiendo a la que se agarran para romper la rutina de la pareja, acaba siendo una película algo viejuna. Tampoco ayuda que sus tres protagonistas tengan poca química en la pantalla. Lo más interesante, más allá de los intentos por explicar cómo funciona el amor, es la muestra de la ansiedad de vida moderna en la sociedad neocapitalista.

 
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