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Leticia Martin: "Hemos perdido la capacidad de reflexionar y debatir, el caso Rubiales es un buen ejemplo"

La escritora argentina nos presenta 'Vladimir', premio Lumen de Novela, una relectura de 'Lolita' de Nabokov en clave femenina. Una historia sobre los límites del deseo y las relaciones de poder

Leticia Martin: "Hemos perdido la capacidad de reflexionar y debatir, el caso Rubiales es un buen ejemplo"

Leticia Martin: "Hemos perdido la capacidad de reflexionar y debatir, el caso Rubiales es un buen ejemplo"

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Caruso es una canción muy conocida de Lucio Dalla, inspirada en la muerte del gran tenor italiano Enrico Caruso (1873-1921). Los propietarios del hotel en el que Caruso pasó sus últimos días, le contaron a Dalla la pasión que el tenor sentía por una joven a la que estaba dando lecciones de canto. Caruso habla del dolor y los anhelos de un hombre que, estando a punto de morir, mira a los ojos a una niña muy querida para él. Este tema, tantas veces interpretado por Luciano Pavarotti, lo tararea uno de los personajes de 'Vladimir', el nuevo libro de Leticia Martin (Buenos Aires, 1975), premio Lumen de Novela 2023. No es casual, nada lo es en esta historia llena de detalles, 'Vladimir' es una relectura de 'Lolita' de Vladimir Nabokov en clave femenina, según el jurado, que ha destacado la "gran tensión narrativa y estilo acerado con los que Leticia Martin ha escrito una novela polémica sobre los límites del deseo y las relaciones de poder".

'Vladimir' nos cuenta la historia de Guinea, que ve truncada su carrera como profesora en una universidad de Estados Unidos tras salir a la luz su relación con Nicholas, un alumno mucho más joven que ella. Huyendo del escándalo y en busca de una nueva vida, llega al aeropuerto de Buenos Aires, donde descubre que se ha producido un apagón general. Con el teléfono sin red, es incapaz de localizar su destino. Un hombre inquietantemente amable la conduce por la ciudad y le propone alojarse con él y con su hijo adolescente, Vladimir, mientras continúe la situación.

Nicholas está al borde de los dieciocho, pero Vladimir ella calcula que tiene unos 13 años. Una de las preguntas que ella se hace es si es una mujer normal, si tiene un mal del que tiene que ser curada. ¿Hay respuesta para eso o depende de la interpretación de cada lector?

Me parece muy interesante que hayas reparado en esas líneas del texto, porque trabajé un montón pensando en Lolita de Nabokov, porque me gusta mucho algo que hace él, que es no plantear el personaje como un ogro. Marca todos sus aspectos perjudiciales para los demás, pero no deja de ser un tipo conflictuado, que cree que está enamorado y el amor se le vuelve como imposible, porque él sabe que es una niña. A mí me gustaba eso, recorrer ese camino desde una mujer, para que tenga algo genuino la novela. Plantearme un personaje muy distinto a mí, muy lejano en tensiones, pulsiones, y tratar de comprender a esta mujer en este punto, qué es lo que le mueve, cómo lo transita, si puede frenarlo o si simplemente se deja ir hacia sus pasiones. Y bueno, lo de la edad es interesante, porque si el chico tuviera dieciocho más o menos como que está bien, pero si tiene diecisiete y medio, no. Y entonces uno puede hacerse esa pregunta realmente, porque un año arriba o abajo, hay chicos más maduros que otros y eso abre un montón de grises y preguntas. Por supuesto yo como persona sí tengo una respuesta en relación al adulto, que tiene que poner un límite, es un menor. Pero no puedo escribir desde mis ideas, sino desde el personaje, con un montón de conflictos que va a generar precisamente en el lector.

"Yo supe que todo lo que siguiera iba a terminar mal", advierte ella, casi disculpándose anticipadamente como hizo Nabokov. También el lector intuye que todo va a acabar mal, pero es verdad que va a generar conflictos. ¿Se puede sentir compasión o comprensión, empatía y ternura por alguien que está abusando de un menor, que es un delito?

Sí, yo creo que está bueno pasar uno escribiendo por ese lugar y también hacer pasar al lector por esos lugares. Me parece que la ficción tiene esa capacidad de hacernos imaginar o ponernos en los zapatos de otro. Está bueno eso que decís de anticiparse, como pedir disculpas, porque también es algo buscado, ir anticipando un poco que esto se va a ir complicando, se va a empastar y sí , creo que ella lo va previendo. Para escribirlo reparé en cosas que me han pasado, donde uno dice 'uh, bueno, si tomo esta copa termino mal o sé que que si no digo que no, voy a terminar mal, esto se va a complicar'. Digamos que uno siempre tiene un pensamiento como de alerta y deja de escucharlo o incluso lo escucha sabiendo que va a terminar mal. Me parecía que eso ayudaba al verosímil.

Nos acordamos de 'El lector', de Bernhard Schlink o 'A teacher', una serie con Kate Mara estrenada hace tres años, sobre una profesora de instituto que mantiene una relación con un alumno. ¿Se escribe poco sobre abuso de mujeres hacia menores?

Quizá sea que hay más abuso de hombres hacia mujeres, porque bueno, históricamente la sociedad es patriarcal. Probablemente así sea y esto no inhabilita que también haya situaciones al revés. Hay algo que dijo Elvira Lindo en la presentación que me gustó mucho, y es que las mujeres tenemos derecho a la maldad. Parece que por ser mujeres hay como un halo de protección sobre algunas cosas. Y me parecía bueno poner el ojo en eso, en pensar que también es posible que la mujer, cuando ocupa un rol de poder, sea violenta, esté enojona, sea mandona, autoritaria o abuse de su rol.

Guinea habla abiertamente de su deseo, de su sexo, de su sexualidad. Mencionas en la novela El dolor e Hiroshima moun amour de Marguerite Duras. ¿Cuáles son tus referentes o influencias al escribir? Porque hasta ahora casi todo eran hombres lo que escribían sobre vuestra intimidad.

Hoy hay más referentes sí, es nuestra era, la sociedad le cede un espacio especial a las mujeres, sino yo no estaría quizá ganando este premio. Siempre digo que he leído muchísimos más debuts sexuales de mis escritores favoritos masculinos, que de los femeninos. En algún momento de desarrollo como lectora, dije: quiero leer solo a mujeres, que también es un extremo. Creo que es el extremo social que vivimos ahora, premiemos mujeres, pongamos a mujeres en puestos, que las mujeres jueguen a todos los deportes. No sé, hay como un exceso de abrir lugares que antes fueron negados para las mujeres. En algún momento eso se acomodará de forma pendular y habrá un equilibrio más al centro, donde no importe tanto quién escribe una historia, simplemente que la historia sea buena. Donde no importe tanto quién es el jefe o la jefa, simplemente que sepa ejercer ese rol. Eso va a venir con los años.

Mencionas a las mujeres en el deporte y estamos debatiendo aquí en España el consentimiento. Imagino que estarás al tanto del escándalo con Luis Rubiales y es un poco también lo que hay en esta novela, una tensión narrativa, una situación violenta en torno al consentimiento. Si estos chicos al final están siendo forzados o no, si es una relación de poder o una violencia, que como estamos viendo en algunas reacciones con Rubiales, ha sido invisibilizada o minusvalorada, "no es para tanto".

Sí, creo que ahí hay que hacer una distinción importante en relación al consentimiento de acuerdo a la edad. No es lo mismo consentir algo cuando uno es mayor de edad y se entiende que ha llegado a un desarrollo o cierta madurez, que cuando es un niño o una niña. Es muy confuso el territorio, el querer algo cuando uno es un niño y no sabe los efectos de eso en lo que se está metiendo. Ahí el adulto es el responsable de sus acciones. En el caso de Rubiales estamos hablando de gente adulta y desubicada. Nadie tiene por qué invadir el cuerpo del otro y menos entre dos que están trabajando cada uno en su rol. Aquí no hay grises, no hay ningún tipo de duda de que esas acciones públicas y visibles es una desubicación total, así que está bueno que haya pasado públicamente, a la luz del Sol, porque ayuda.

Portada de &#039;Vladimir&#039;, de Leticia Martin

Portada de 'Vladimir', de Leticia Martin / Lumen

Portada de &#039;Vladimir&#039;, de Leticia Martin

Portada de 'Vladimir', de Leticia Martin / Lumen

¿Qué aporta a la historia ese contexto de gran apagón?

Urgencia. Acelera las acciones porque están encerrados y no tienen otra cosa que hacer. Se lo puse difícil al personaje, que escapa, tiene la intención de zafarse del pasado y le empeoré la situación, porque la puse con un menor más chico aún y encerrados no.

Hay una frase que dice "la naturaleza es lo único en lo que podemos creer". No sé si en este contexto de urgencia distópica hay también alguna clave ecologista o una crítica a la dependencia tecnológica. Esa angustia de quedarnos sin internet en el móvil, sin batería en los móviles y qué hacemos, en qué mundo vivimos hoy.

Sí, sí, hay una crítica nada velada a la tecnología, un poco también a la cultura, a las instituciones, a la Universidad que la invita a irse para evitar el escándalo, pero no se ocupa de pensar qué pasa con esta mujer suelta. Es algo que veo reiterado, muchas instituciones librándose de los quilombos. Tuve un caso cercano en la escuela de mis hijos, donde invitaron al docente a irse y el docente salió de ahí, entró otras instituciones, se repitió el caso... Así que había ahí una intención muy declarada de de querer señalar eso, que muchas veces las instituciones no intervienen porque siempre es preferible salir ileso. Esto de la naturaleza como única verdad o como la verdad más fiable, me parece algo más allá de ecologista, me parece como una verdad: la naturaleza en general no falla.

Ella dice que cuando se acostaba con Nicholas, en esos momentos sentía que creía en la humanidad o que tenía una esperanza en la humanidad. Y precisamente durante este gran apagón, vemos como el humanitarismo da paso a casi un canibalismo. Es una reflexión también sobre la fragilidad del ser humano, el bien, el mal.

Sí, sí, hay momentos en que uno piensa que somos realmente frágiles, cada vez más, porque hemos perdido habilidades que teníamos. Si yo me pierdo en una isla, no sé hacer un fuego, no sé cazar un animal, no sé pescar, no sé abrir un pescado al medio. Cuando era más chic,a mi mamá me había enseñado cómo abrir un pollo al medio y deshuesarlo, sabía deshuesar. Después empecé a comprar las pechugas limpias. Como que uno va rápidamente cediendo a la comodidad. Hábitos, costumbres, prácticas que teníamos y vamos perdiendo y se pierden destrezas. Perdemos también la memoria, porque ya podemos cederle a nuestro teléfono todas las alarmas de lo que hay que recordar, las fechas de cumpleaños, los teléfonos, una cantidad de datos que antes intentábamos memorizar. Y no lo digo con nostalgia del pasado, sino simplemente como una observación de algo que realmente sucede y que nos vuelve un poco frágiles en algún punto.

Introduces además unas voces que se están extendiendo por todo el mundo occidental y es que enseguida culpan del gran apagón al comunismo, a los comunistas. Y se afirma una frase que hemos escuchado mucho en España por parte de la derecha y de la extrema derecha y es "que la parte buena del mundo debe detener a los malos, a los comunistas". Los malos, los buenos, la gente de bien. ¿Esto pasa también en Argentina?

Sí, sí pasa. Está estamos viviendo en una era bastante difícil en el sentido de los extremos. Esta división tajante de las cosas en bien y mal, extrema derecha, extrema izquierda. Pareciera como que el otro es un enemigo. Estoy a favor o estoy en contra. A mí me gustaría que de la lectura de la novela, más que surgir estar a favor o estar en contra, surjan discusiones de distinta índole y donde uno puede opinar que esto está bien, pero esto está mal, esta parte me gusta y está no tanto o acá no acertó. Puntos conflictivos. Pero hoy para nada, todo es mover el avispero. Cuando yo era más chica, me parece que había más discusiones, más debates que generaron una opinión,. Ahora sale un tema como el de Rubiales y estoy a favor o estoy en contra. Pará, pensémoslo, discutámoslo y me parece que la novela tiene un poco esa intención, por lo menos en mi cabeza. Y lo del comunismo está puesto bien a propósito. Porque, ¿qué sería la parte buena del mundo? No soy tan tonta de pensar que exista eso bajo ningún punto de vista, pero hay gente que cree que hay una parte buena del mundo y otra que es mala y encarna todos los males.

Guinea pronuncia o escribe una frase también muy recurrente hoy y es: "nunca creas en las instituciones". Has mencionado mucho al Estado y las instituciones y precisamente populistas como Javier Milei lo que quieren es cargarse las instituciones el Estado.

Sí, yo escribí absolutamente ignorando todo lo que vendría y hay veces que me da miedo, cuando me doy cuenta de que está todo ahí dicho y apareció este tipo después. Yo creo que su aparición es una gran pregunta para todos los que tratamos de pensar o trabajar con la cultura, no solo para los políticos. Es un loco tan loco que ha llegado a decir que nuestro principal enemigo es el Estado. Podríamos hablar de mejorar el funcionamiento del Estado, pero no que el Estado sea nuestro principal enemigo. Hay miles de principales enemigos antes que ese, ¿no? Entonces me parece que sí, la aparición de estas personas, por no decir personajes, tienen que ver con este estado de cosas este mundo, donde la noticias falsas están ahí dando vueltas. Y también está puesto provocadamente en el texto, donde ella habla así de las instituciones.

 
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