Cada uno pasa el domingo como quiere

Cada uno pasa el domingo como quiere y a veces, como puede. Al igual que uno, si así le viene en gana, puede hacerse trampas al solitario con tal de ganar siempre. Por ejemplo: ¿eres partidaria de la libertad o de la esclavitud? ¿La igualdad o la desigualdad de los españoles y de los armenios? ¿La alegría, la jarana, los coches de choque, la España que se esfuerza o el olor a tanatorio y a tristeza, la pompa fúnebre? Podemos seguir así, si nos ponemos, hasta el infinito.

Tienen las manifestaciones, las concentraciones, las convivencias extraescolares, los aperitivos por la dignidad de España, como quiera que se llame lo que vimos ayer en la plaza de Salvador Dalí, que no de Felipe II, muchas trampas en el lenguaje.

Esta que está aquí, a la que muchos denominan maleable y blandengue, se deja llevar a la mínima. Porque casi siempre hay un lema por el que uno firma. Por ejemplo, ayer nos juntamos una mayoría convencida de ser gente que respira eso de que somos libres e iguales, dignos, cumplidores, disfrutones cuando toca, madrugadores a nuestro pesar.

Pero, como en el solitario, cada uno se hace las trampas cuando quiere.

Le pasó a mucha de la buena gente que se juntó ayer en la plaza que homenajea al maestro del surrealismo. Es una España convencidísima no solo de que está en posesión de la verdad, sino de que el resto, sencillamente, no es España. No consiente lo que no se le parece, así que por eso están tan felices de identificarse.

Veamos. Banderas como uniforme. A la espalda, en el cuello, en el abanico y hasta en los calcetines. Y sobre todo en las manos, a estas alturas del partido, convertidas las muñecas en el nuevo DNI del supuesto constitucionalista. Gafas de sol de marca, piel curtida por el sol. Fervientes creyentes, como lo soy yo en la iglesia de Francisco, pero de otra diosa. Una que vive en Chamberí y que trabaja en la Puerta del Sol. Que dice exactamente lo que quieren oír. Esa que alimenta aparte de la derecha que es hoy. Esa que no quiere estadistas, ni moderados, ni blandurrios como la que habla ante este micrófono.

Quieren ley y orden, sí, pero también karaoke. Peronismo, verbena y populacho. Bocadillo de panceta y copa de verdejo con hielo. Es el ande yo caliente y ríase la gente. Es el fuera corsés y el fuera complejos.

Y mientras, Alberto. 'Feijo', le llamaban en las pancartas. Deseando coger un autobús que lo lleve lejos. De ese Congreso de los Diputados en el que aparecerá mañana, para convencernos de que está en el lado bueno y digno de la historia. Se le ha hecho largo este mes desde que habló con el Rey. Como se le va a hacer eterna esta última semana de septiembre.