'O corno', sororidad frente a la persecución del aborto
La directora vasca Jaione Camborda presenta en San Sebastián una historia ambientada en los años 70 sobre la libertad de las mujeres, el control sobre el cuerpo y la necesidad de crear vínculos en comunidad
San Sebastián
El cine español ha salido de las urbes, del centro y se ha ido acrecentando en la periferia, en lo rural, buscando realidades y vidas no contadas y utilizando con naturalidad y belleza las lenguas y costumbres de cada territorio. El año pasado, El agua y Alcarràs nos situaban en mundos rurales diferentes y concomitantes que acababan hablando de cómo sobrevivir en comunidades cerradas, donde la forma de vida rural no tiene ya un futuro seguro. Este año sigue esa estela con O Corno, la película con la que la directora vasca Jaione Camborda compite en por la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián que convierte el filme en la primera película de producción gallega y en esta lengua que competirá.
"Yo creo que la mirada de la mujer ha tardado en llegar, pero viene a enriquecer, y también la de la pluralidad de idiomas. Todo lo que sea plural y diverso viene a enriquecer el cine y la vida. Y me parece como muy celebrativo que se empiece a ver esto, porque en esta sección oficial no solo estamos tres mujeres, también estamos tres mujeres con idiomas cooficiales. La labor del creador y del artista es ser punta de lanza también e intentar un poco, ver un poco más allá en una reflexión un poco más comprometida con el mundo", reivindica la directora.
A diferencia de las películas de Elena López Riera y de Carla Simón, a la que se ha celebrado y homenajeado en el marco de este festival tras recibir el Premio Nacional, la de Camborda se aleja del momento actual y nos lleva a ese mundo rural, periférico y casi olvidado, en los años 70. Es el final de la dictadura, hay vientos de cambio, pero en el fondo las leyes que rigen los pueblos y las familias siguen siendo deudoras del régimen. Las mujeres están en el centro de ese castigo y vigilancia en el que se basa toda dictadura. "En la historia había que recurrir a un momento tardofranquista de principios de los 70, pero con una idea de diálogo con la actualidad, de tal manera que pudiéramos recordar qué supone un estado prohibitivo con la mujer", matiza.
En ese ambiente se sitúa el personaje de María, una mujer que ayuda a otras a tener hijos, a que no mueran de dolor y miedo en el parto. Ese momento místico y animal al mismo tiempo del que los hombres solo quieren saber el resultado. "Para mí era importante porque me parece que en la historia del cine encontramos muchos partos mirados desde una manera como muy psicológica, incluso histriónica, nosotras gritando, desesperadas. Y sí que me parece que es fruto de la mirada masculina, de la experimentación de esto, porque realmente, incluso por mi propia experiencia y por todas las investigaciones o testimonios que he podido recoger, es una cuestión muy animal, muy, muy física, muy mamífera, que te trasciende, incluso te conecta a la vez que te trasciende. Y me parecía también interesante también mostrar lo que es el previo, esos momentos suspendidos entre contracciones, ese tiempo dilatado que es el parto realmente", explica de la larga primera secuencia de la película.
María es una mujer libre y, como tal, sospechosa. Y esto no solo es propio de los tiempos de la dictadura. Esto también pasa hoy. Janet Novás, bailarina y creadora, debuta como actriz en O Corno con un personaje que se enfrenta a una doble persecución. Por un lado, ayuda a una menor a abortar, por otro, sufre un embarazo no deseado. Una doble privación de la libertad en una mujer independiente que se esfuerza por seguir siéndolo. Junto a Novás, participan intérpretes como Julia Gómez y Diego Anido, nominado al Goya por As Bestas, y junto a ellos se une un elenco de actores y actrices naturales no profesionales en los papeles secundarios.
Al igual que hizo en su ópera prima, Arima, estrenada en Donosti en 2019 y con la que ganó el Premio a mejor dirección en la sección Nuevas Olas del Festival Europeo de Sevilla, Jaione Camborda se adentra en el dolor y las grietas que sufre el cuerpo femenino. "Necesitaba explorar ciertas incertidumbres que estaban en mi vida y lo hago a través del cine. Después de Arima, que era algo más espectral y más psicológica, me apetecía zambullirme en una cuestión más física, más animal del ser humano, más mamífera", añade la directora. En Arima contaba cómo se alteraba la vida de cuatro mujeres y una niña en un pequeño pueblo al que llegaban dos extranjeros. Un tema que le permitía indagar en lo real y lo imaginario, dotando a la historia de cierto misterio. En O corno el misterio prevalece, pero lo imaginario se va diluyendo para dejar paso a una historia real, que evoca el rol de muchas mujeres que entendieron, antes de que el término sororidad se pusiera de moda, lo que era ayudarse para llevar a cabo sus determinaciones. "Esa cadena de sororidad me parece el lugar en el que han podido sobrevivir esas mujeres que se han podido dar calor y proteger frente a ese mundo de control. Y me parece que eso existe también hoy en día y que en esos momentos era muy habitual. Por ejemplo, en los momentos del parto a los hombres se les expulsaba del espacio y se quedaban las mujeres ayudándose unas a otras. Y creo que en esa intimidad es donde encuentra la mujer también ese sosiego", explica.
El rodaje de la primera parte de la película tuvo lugar en el entorno natural de A Illa de Arousa, Pontevedra y en la segunda parte se trasladó a la frontera con Portugal, a la altura de O Rosal y A Guarda. "Era importante establecer esta idea de frontera, una frontera no real ni cultural, sino puramente política e impuesta cuando realmente eran culturas y son culturas hermanas. Casi solo les separaba un río y como esa frontera, además, puede ponerte en peligro de muerte", cuenta sobre la subtrama de la película, el contrabando de tabaco y el trasiego de personas que cruzaban esa zona, especialmente prostitutas, con las que se hacía la vista gorda. Ahí sitúa otra vez el dominio sobre el cuerpo de la mujer en el centro.
En O corno Jaione Camborda muestra también la fragilidad y la fortaleza de la comunidad. Los estrechos vínculos del rural que, ante una acción, te pueden condenar y señalar frente a la reconstrucción de esos lazos en otros lugares y familias extendidas. "Era importante comenzar con una mujer muy apegada a la tierra, que viéramos un poco ese lugar también de identidad, de un pueblo como una tribu y como de alguna manera esta persona por ciertas circunstancias se ve despojada de su comodidad y y se la lanza a su soledad. Y es a través de esa sororidad que hablábamos cuando recupera un poco este acompañamiento, viene también a ser una oda un poco al acompañar, al hacer tribu, al hacer comunidad y y esa fuerza que te da el estar junto a otras personas", concluye la autora de este drama, tercera y última película que compite por la Concha de Oro en esta edición del festival.