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'The Royal Hotel', el bar que se tragó a todos los machistas del pueblo

La directora australiana Kitty Green presenta en competición una película sobre el miedo de las mujeres y el machismo y la violencia que se sufre en un bar perdido del mundo

Fotograma de The Royal Hotel / CEDIDA

Fotograma de The Royal Hotel

San Sebastián

La sección oficial de San Sebastián muestra una tendencia política que viene dándose en el cine del post Me Too: diseccionar la violencia contra las mujeres. Una tendencia que empezó en el cine independiente y que ha esta temporada ha entrado con fuerza en el mainstream. Ahí está el exitazo en salas de Barbie, que disecciona la violencia simbólica contra el cuerpo de las mujeres, y el premio en Venecia de Pobres criaturas que muestra a una joven vengándose del patriarcado con humor y con sexo, las armas negadas tradicionalmente a las mujeres. En San Sebastián, Hollywood también ha presentado una historia de venganza y toma de conciencia, es The Royal hotel, de la directora australiana Kitty Green.

En realidad, The Royal Hotel, que ya se ha visto en festivales como Toronto o Telluride, es una película sobre el miedo. Ese miedo paralizante y totalmente asumido como normal por parte de las mujeres. Nerea Barjola lo analizó en La microfísica sexista del poder, un libro que señalaba cómo el patriarcado había disciplinado a las mujeres a través del miedo. El ejemplo más llamativo es el del Caso Alcàsser, que hizo que muchas mujeres de generaciones posteriores tuvieran siempre el miedo de vivir una experiencia violenta como las de esas tres chicas valencianas. Ese miedo está instalado en las amigas que se acompañan cuando vuelven de noche a casa. En las sonrisas por obligación ante comentarios sexistas. En las miradas para abajo cuando sentimos un cuerpo masculino cerca que no desamor. O el miedo a decir no, por evitar sufrir una agresión.

El miedo de las mujeres no se ha ido y es totalmente injusto que exista, viene a decir la directora en esta película. Si en su anterior trabajo, The Assistant, diseccionaba cómo se produjo el abuso sexual y de poder de un productor como Harvey Weinstein, y cómo toda una industria lo permitió y encubrirlo, en The Royal Hotel la dinámica es la de dos jóvenes canadienses que trabajan como camareras. El bar, como metáfora del lugar del divertimiento por excelencia, como casa de los horrores para las mujeres jóvenes que no tienen derecho a divertirse libremente, sino a ser una herramienta más para la diversión masculina. "Son dos películas que creo están muy conectadas, las veo como películas similares aunque tienen un tono muy diferente. En ambas el personaje de Julia Garner tiene que percibir su entorno, evaluar dónde se encuentra ¿Está en peligro o se puede agravar esa situación de alguna manera? Los entornos son muy diferentes, uno es muy claustrofóbico, el otro es muy vasto y vacío y da miedo de una manera muy diferente", cuenta sobre cómo la violencia contra las mujeres está en la oficina de una ciudad o en el fin del mundo, un pueblo remoto australiano.

Hanna y Liv son dos amigas canadienses que viajan como mochileras por Australia. Tras quedarse sin dinero y con esa pulsión de vivir aventuras, aceptan un trabajo temporal en un bar, llamado The Royal Hotel, en un pueblo perdido. El dueño del bar y toda la parroquia que acude toda la noche a beber hasta las trancas ejemplifican una sociedad donde el ocio solo se entiende con alcohol algo que contribuye al machismo y el baboseo que sigue instalado en la noche de cualquier pueblo o ciudad, sin importar la diferencia cultural. La inspiración para escribir el filme surgió tras ver un documental sobre dos mujeres escandinavas que viajaban como mochileras a un lugar similar al que se recrea en la película. "No estoy diciendo que beber esté mal, nosotras salíamos a tomar algo después de cada día de rodaje, pero sí hay un comportamiento impulsado por el alcohol que puede salirse de control y se vuelve muy agresivo muy rápidamente. Esa cultura del alcohol está en los bares y ocurre, no solo en Australia, sino en todo el mundo".

La directora cuenta, de nuevo con la actriz Julia Garner, conocida por la serie Orzak, y suma a la dupla a Jessica Henwick. Ambas actrices juegan con las miradas y los habituales comportamientos de cualquier joven, en una película que subvierte las expectativas del espectador generando una tensión creciente y una atmósfera asfixiante que remiten al cine de terror y al western, género eminentemente masculino, donde la violencia estalla. "Me interesa lo vasto del paisaje y esos pequeños momentos, esos gestos, miradas, esas cosas que a menudo pasan desapercibidas en una habitación grande o en un espacio grande, especialmente en un bar como ese. Pero si eres consciente de ello, puede resultar muy amenazante y aterrador. Y eso es algo con lo que jugamos mucho en la película, gran parte del trabajo es de montaje. Cuando ves la reacción de Julia Garner y su cuerpo en tensión, pero la cámara también rastrea a esos hombres amenazantes. que vigilan a las chicas y te obligan a tener los ojos puestos en ellos. Eso ayuda a crear una atmósfera aterradora y asfixiante", dice la directora del trabajo de cámara para generar una tensión incómoda en el espectador.

Aquí Green evita la violencia contra las mujeres, algo que de lo que también el cine ha abusado. Historias violentas para aquellas heroínas que trataban de salir de los límites sociales impuestos. Todo lo contrario. "Después de hacer The Assistant, que tiene un final muy sombrío y se trataba de una especie de aceptación de que el sistema es malo, de que el sistema está podrido y deberíamos aceptarlo, pero aquí dije no, hay que darle la vuelta. Quería hacer algo más descarado, un poco provocativo, de decir, no joder, ya hemos tenido suficiente. Esto no debería seguir pasando. Deberíamos discutir, deberíamos abrir esto al debate. Y sabía que un tipo de final así, un final provocador, provocaría ese tipo de discusiones", defiende sobre la posibilidad de encarar esta violencia, si hace falta, con violencia.

El objetivo de The Royal Hotel es mostrar que las mujeres, como Lisístrata y sus amigas, podemos decir basta. Si no hay un trato igualitario, justo, sin violencia y sin machismo, no vamos a estar en un bar, en un rodaje o en una redacción o incluso en un festival de cine. Por cierto, que esta película se presenta en Donosti el mismo día en que CIMA, la asociación de mujeres cineastas, ha organizado un acto para debatir sobre cómo prevenir el abuso sexual y el abuso de poder. Es el momento, dicen las directoras, dentro y fuera de la gran pantalla. "Esta no es una película sobre mujeres que se encuentran a sí mismas y se embarcan en una aventura, es una película sobre su fuerza y le dan la vuelta a la narrativa clásica. La industria tiene que ser un poco más consciente de que no solo hay un tipo de historia, donde las mujeres habitualmente acaban muertas, hay tantas historias como personas y todos deberíamos tener una voz, debería ser más justa y equitativa", concluye Kitty Green, una de las autoras emergentes del momento.

 
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