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Fernando Guallar: "Ahora se lleva lo macarra, pero yo prefiero que se potencie la ternura"

El actor protagoniza 'La ternura', película que se ha presentado en San Sebastián y que ya está en cines

Fernando Guallar presenta 'La Ternura' (Photo by Juan Naharro Gimenez/Getty Images) / Juan Naharro Gimenez

San Sebastián

Una sociedad sin ternura es una sociedad en guerra, decía Alfredo Sanzol. El dramaturgo creó una comedia de aventuras sobre el amor que representó en el teatro y cuyo éxito ha hecho que se convierta en una versión cinematográfica. Vicente Villanueva, tras dirigir Sevillanas en Brooklyn, convierte en cine el texto de La Ternura, con toques shakespearianos, pero con un juego de géneros para reivindicar el amor como algo imprescindible para cambiar la sociedad. En La Ternura hay ecos del dramaturgo británico, sobre todo de La tempestad, pero también de las comedias de enredo de nuestro siglo de Oro, de Lope y Calderón y, por supuesto del teatro grecolatino. Hay también vodevil, pelucas, disfraces, máscaras y croma.

La Ternura cuenta la historia de una reina maga y sus dos hijas que viajan en la Armada Invencible obligadas por Felipe II a casarse en matrimonios de conveniencia con nobles. La Reina es Emma Suárez que odia a los hombres, porque siempre han condicionado su vida y le han quitado la libertad, así que no está dispuesta a que sus hijas, Alexandra Jiménez y Anna Moliner, tengan el mismo destino que ella. En esa isla viven unos hombres que también decidieron escapar de las mujeres, Gonzalo de Castro y sus dos hijos, Fernando Guallar y Carlos Cuevas. Con Guallar hablamos de interpretar una comedia original y un personaje que permite hablar de sentimientos.

¿Cómo se lleva presentar película en medio del follón que es San Sebastián?

Tenía las expectativas altas y ahora que estoy aquí veo que hay una energía como muy tranquila. Parece que me he tomado dos trankimazin, pero no es así. Vengo con mucha humildad y muchas ganas de acercarme a este festival, que me parece el mejor festival nacional que tenemos. Por un lado, vengo a presentar mi película, pero también tengo como esa cosa un poco de fan, de venir a ver películas y de ver que me cruzo aquí en el hotel y tengo que disimular mi admiración.

La ternura es la adaptación de la obra de Sanzol, ¿cómo definirías esta comedia?

Es difícil definirla. Para mí es una película muy poco convencional, creo que no encontraría ahora unos referentes parecidos a La ternura en el cine español. Sería más un vodevil con tintes shakesperianos y victorianos. Para mí es un texto maravilloso, muy pulido y muy acertado, que de repente se transforma en una comedia mucho más disparatada. Es muy difícil de definir. Yo invito a la gente a que vaya a verla. Habrá gente que la ame, habrá gente que la odie, pero desde luego todos opinarán que es algo muy diferente a lo que vemos habitualmente. Ha sido como un poco un salto al vacío por parte de seis actores. Yo estoy muy orgulloso de mis compañeros y lo digo siempre. Es un trabajo muy valiente y muy teatral, pero con el recurso audiovisual. En mi carrera, en pocas películas me voy a enfrentar a algo como a La ternura que es una película muy especial.

Esa parte más teatral, ¿ha sido difícil pulirla en la gran pantalla?

Es muy curioso, porque cuando estábamos rodando la sensación era de que estábamos haciendo algo más teatral y, después al verla en cine, más me he quedado con la boca abierta, porque hay como una transformación total. Al final, tiene esos tintes de superproducción, con los efectos que tiene, pero desde desde un lugar como de mucha humildad y mucha dignidad, que es el que tiene nuestra industria.

Hay un reparto potente, con Alexandra Jiménez, con Emma Suárez, Gonzalo de Castro o Carlos Cuevas, ¿qué se aprende de interaccionar con todos ellos?

Voy a ser muy sincero. Yo tenía como mi zona de confort, con Alexandra, con Carlos, porque ya los conocía, porque además había hecho mi primera película con ellos y porque, en el caso de Alexandra, aparte de ser una de las mejores actrices de este país es también una de las mejores compañeras con las que me he cruzado. Y luego tenía mi admiración por un icono que se llama Emma Suárez, que siempre ha sido un referente. Recuerdo una entrevista hace dos años que me preguntaron con quién me gustaría trabajar y una de las que nombré era Emma Suárez. Me gusta ser consciente de ese miedito que te da al principio ponerte a ensayar con Emma o con Gonzalo. Que es lo que me pasó en su día con Pedro Casablanc, con Pepe Sacristán, Adriana Ozores. Es muy bonito acercarse a ellos desde la humildad.

Tu generación mira con respeto a la anterior, eso no es lo habitual siempre

A mí me pasa una cosa y es que yo tengo 34 años y empecé en esto a los 27. Todavía estoy aprendiendo, estoy cambiando un poco la manera de relacionarme con este trabajo y si algo estoy aprendiendo, aparte de romantizar bastante este trabajo, porque es mucho más duro de lo que parece. Hay veces que pienso en qué habrán vivido gente como Pepe Sacristán con 80 y pico años. A mí me generan un profundo respeto y creo además que lo torpe sería no nutrirte de gente así. Lo bonito en La Ternura era ver los distintos puntos de vista de Carlos, Ana o míos, con los de los actores de otra generación y cómo hemos aprendido todos, porque, de repente, te das cuenta de que lo veíamos de puntos de vista diferentes y es muy enriquecedor también eso.

La Ternura habla de una isla con tres hombres que no quieren ver a ninguna mujer y las mujeres que escapan porque no quieren ver a los hombres, ¿conecta con el mundo actual?

Hay temas muy bonitos. A mí, por ejemplo, hay una cosa que me fascina y que no se habla tanto, pero de repente, es muy bonito el conflicto inocente que tiene mi personaje y el de Carlos cuando se están enamorando de dos hombres, porque al principio ellas lo que hacen para esconderse es disfrazarse de hombres. Eso les da igual, es una inocencia tan pura, sin los filtros sociales que nos dicen lo que tenemos que sentir o hacer, como de repente además lo dicen a cámara. La ternura tiene temas muy interesantes. Está la idea de matar al padre y el darle espacio a quién eres, a tu vulnerabilidad y darle espacio a la ternura que es lo bonito. Es un mensaje precioso.

En un momento de cinismo como el actual, ¿reivindicar la ternura es lo revolucionario?

Ojalá, porque, de repente, ahora ya no es tan sexy la ternura, ni la vulnerabilidad. Conectar desde ahí es menos habitual. Y a mí es que me parece profundamente atractivo. Cuando te encuentras con una persona que te dice quien es, que se abre, que te está abriendo las puertas de su corazón, es maravilloso. Ahora se lleva otra cosa, ahora se lleva un poco lo macarra, lo distante, lo altivo. Es supuestamente los referentes que ahora más que se explotan. Yo, la verdad, lo entiendo desde un lugar no tan viral. Desde mi discreción y mi espacio tranquilo, estoy muy a gusto, pero ojalá se potencie mucho más la ternura. ¡Qué coño, si somos una sociedad esto debería ser lo básico!

Decías lo de estar en un espacio tranquilo, ¿cómo llevas tú la exposición y la vanidad que genera?

Yo estoy cambiando mucho como actor y como hombre en los últimos años. Recuerdo, hablando con Adrián Ozores en Velvet, una reflexión de cómo puede ser que algo tan pequeñito que pasa en el set entre tú y yo mirándolo a los ojos en solo tres minutos, luego se transforma en una cosa tan industrial, tan comercial, que prácticamente se ha comido lo artesanal que ha habido aquí entre nosotros. Mi deseo es seguir trabajando como actor desde un sitio discreto. La verdad, no envidio para nada los booms mediáticos a los que se enfrentan muchos compañeros, que creo que es muy difícil gestionar. Yo apoyo eso que decía mi abuela de 'virgencita, virgencita, que me quede como estoy'. Seguir trabajando, poner todo lo que puedo al servicio de mi oficio, de los directores que confían en mí y sigo con mucha discreción, pero cada vez me lo estoy tomando menos en serio. Creo que la clave de este trabajo es un poco pensar que no es tan importante, que somos intérpretes y ya está. Venimos a emocionar, a interpretar y poco más.

¿Que te queda por hacer o qué te apetece hacer?

Me queda tanto por hacer. Tengo dentro unas inquietudes artísticas desde que yo acabé mi carrera de arquitectura y empecé interpretación. Tengo muchas historias que quiero contar. Es verdad que me encantaría salir de un género tan comercial, de la comedia romántica, que me lo paso muy bien, pero de repente, me apetece meterme en mucha más oscuridad, me apetece meterme en drama, me apetece retos. Hay otro cine que me está llamando más ahora. Me ha tocado tomar algunas decisiones, sobre todo para que la gente no te vea siempre en lo mismo. Ayer fui a ver La Isla Roja de Robin Campillo, que fui a verla básicamente porque su anterior película me cambió y me encantaría interpretar un personaje como el de 120 pulsaciones por minuto. Estoy buscando un personaje homosexual desde hace mucho tiempo. También quiero contar una historia de amor que no sea chico conoce chico. Me apetece profundizar mucho más en ciertas cosas. Me interesa la paternidad en ficción. Hay muchas cosas que de repente ahí están y me apetece, pero tengo 34 años y espero que vengan muchas cosas.