"La discoteca murciana no solo era peligrosísima; también resultaba ser una vergüenza"

Barcelona

La discoteca murciana no solo era peligrosísima; también resultaba ser una vergüenza. Está claro que lo peor es la catástrofe de la muerte por sorpresa; peor si es de jóvenes; peor si son de una comunidad más vulnerable, como la latina -porque van menos protegidos-, según hemos ido oyendo a parientes y amigos de las víctimas. Pero además planea el probable abuso, la trampa, la falsedad. El concejal de Urbanismo, junto con su antecesor, asegura que desde enero de 2022, el local carecía de licencia y desde octubre, se había decretado su cese de actividades, mediante precinto, ¿por qué nadie vigiló que se cumpliera?

Pero unas horas antes, el alcalde dijo que tenía permiso para cerrar a las 7 de la mañana. ¿Quién dice lo correcto? El abogado de la empresa explotadora afirmó que sí tenía licencia, pero que se había quemado en el incendio, ¿es que acaso nadie guardaba una copia? La patronal del sector asegura que sus locales están sometidos a controles exhaustivos, y condenó a sus colegas los empresarios de las discotecas fatales por ejercer sin permiso, pero ¿por qué no lo advirtieron en público, antes, a tiempo?

Dos lecciones políticas para aprender. Una es que no basta con exigir y sancionar: hay que vigilar si se cumplen las sanciones. Otra: desconfíen de quienes quieren eliminar los controles, los permisos, los papeleos, en aras de la flexibilidad administrativa y la agilidad empresarial y que se quieran fiar solo de la palabra de los negociantes. Es imprescindible que los poderes públicos establezcan requisitos y condiciones de seguridad; que efectúen continuas revisiones periódicas; que impidan la posibilidad de que ocurran estas muertes sin ningún sentido. Más que decretar días de luto, hay que trabajar más, prevenir mejor, ser más eficaces.