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Arantxa Echevarría usa el cine para mirar sin prejuicios a la comunidad china en España

Después de 'Carmen y Lola', la directora estrena 'Chinas', una historia familiar protagonizada por tres niñas que ahonda en la identidad y defiende una España libre de racismo y multicultural

Fotograma de 'Chinas' de Arantxa Echevarría / Daniel Mayrit

Madrid

La llegada al cine de Arantxa Echevarría fue tardía, pero por todo lo alto. A los 50 años, con su primer largometraje, Carmen y Lola, compitió en la Semana de la Crítica del Festival y de Cannes y se convirtió en una de las primeras directoras en adentrarse en la comunidad gitana en España a través de una historia de amor entre dos mujeres. Aunque hubo sus más y sus menos porque una paya contara la historia, la cinta se convirtió en un halo de verdad y de reflexión. Tras un par de proyectos en la comedia más comercial, la directora vuelve a indagar en su nuevo trabajo, Chinas, en la identidad y la convivencia.

“Pienso que España es multirracial y creo que no nos damos mucha cuenta. En el cine, por lo menos somos todos blanquitos estupendos de clase media y yo cuando voy a la compra, veo a mujeres latinas, mujeres rumanas, esa es la invisibilidad de lo que somos los españoles, que somos variados y diversos. Siempre me ha molestado que no se vea en el cine”, recalca la directora que se ha metido de lleno en la comunidad china de Usera. Allí ha rodado esta historia, asesorada por vecinos y asociaciones y se ha centrado en la infancia, ese momento en el que la mirada no tiene prejuicios y es libre y limpia.

La historia de Chinas surge de una anécdota personal de la propia Echevarría. “Es una anécdota personal mía con una niña en un bazar, con una Lucía de verdad de nueve años y una relación muy especial que tuvimos”. Esa niña, como la protagonista de la película, le pide a una clienta del bazar que le mande de su parte una carta a los Reyes Magos. Sus padres desconfían de esa tradición española y la niña quiere tener su regalo. El alter ego de la directora en la ficción es el personaje de Carolina Yuste, actriz que ganó el Goya por Carmen y Lola y que se ha convertido en una especie de indispensable para la directora. “Yo no puedo vivir sin ella. Hay una cosa con Carol, que nos queremos obviamente, pero es que juntas hicimos lo primero y estas cosas unen. Sin leer el guión, la llamé y le dije si quería participar y me dijo, que claro. Es generosidad pura”, se refiere al nuevo proyecto anunciado hace unos días, La infiltrada, que empezará a rodar próximamente.

Junto a ella participan en la película otros dos rostros conocidos, Leonor Walting y Pablo Molinero. Son los padres adoptivos de otra de las niñas chinas. “Es una película sobre la identidad. Yo siempre me preguntaba cuando veía a las niñas adoptadas de otra raza que van con sus padres de las manos. Qué duro y qué castigo es el llevar el cartel de no pertenezco a estos padres. Estas niñas españolas ya han llegado con tres meses a España, pero tienen rasgos chinos de cuál es la identidad”. Y es que el guion junta dos historias, dos vivencias, la de una niña española de padres chinos que emigraron a Madrid y que se mueve entre ambas identidades. Y la de una niña que nació en China, pero que desde pequeña fue adoptada por padres españoles.

Para ambas la identidad es algo fluido, nada determinado, pero las dos viven el prejuicio y las etiquetas que los demás tratan de imponer. Por eso, decía la directora, esta es una película que invita a romper las etiquetas. “En Carmen y Lola también había cuestiones de identidad, porque yo nunca me he sentido nada. Yo soy de Bilbao, pero me crié en Málaga, en Madrid, y soy lesbiana, pero no era parte de la comunidad. Ese dónde me coloco, porque siempre queremos estar en algún sitio, agarrarnos a algo que nos una a la manada. Y cuando no estás dentro de esa manada, la gente te señala, te mira y hay que tener muchas agallas para reconocer tu identidad. Y yo desde aquí le diré a todo el mundo que tranquilos, que la identidad viene o no, que nos dejemos fluir. Pero claro, la presión social nos dice que tenemos que colocarnos", cuenta la directora.

La diferencia de Estados Unidos, donde las historias sobre identidad de las diferentes comunidades asiáticas están siendo contadas por miembros de esa comunidad, en España todavía no ha ocurrido. Por eso, la directora, que asegura no quería tener una mirada orientalista, recurre al punto de una niña española que se adentra en la casa de la familia de su amiga de origen chino. Que juega en el bazar, que prueba la comida y que asiste a ese uso doble del idioma. “Me pregunté cómo sería no contar la historia desde el punto de vista de un occidental mirando a la inmigración, que es lo que hacemos siempre, sino cómo es abrir una puerta de Usera y sentarte en una cena con una familia asiática, con una familia china, ver de qué hablan, qué problemas tienen. Y pensé que esa era la mejor manera de que cuando veas la película, sepas lo que hay detrás de esos vecinos que nos resultan invisibles y a quienes no entendemos que han venido a España, que trabajan dieciséis horas y que no tienen ni posibilidad de aprender el idioma”.

Pero además, en la película hay una mirada a tres generaciones de mujeres para quienes la migración, la identidad y el racismo pesan en su día a día. “Hay una cosa muy interesante cuando hablamos de segunda generación de chinos, que a ellos no les gusta nada. Son la nueva generación, porque no son chinos, son españoles”. Por un lado, está la abuela, que vive en China, pero que hace videollamas constantemente y que se comporta como cualquier abuela. Por otro, está la madre de familia, que trata de educar a sus hijas en los valores que ella conoció. “Yo siempre me imagino qué pasaría si de pronto tengo que cerrar mi casa, dejar mi relación con mis amigos, con mi familia y meterme en un sitio donde se habla un idioma que yo no conozco, con unas normas de convivencia diferentes. Es que es muy fuerte. La gente que cruza el charco, que hace cosas muy locas en una patera, no lo hace porque quiere tener un Rolex, lo hace por sobrevivir”, empatiza la directora con el personaje , cuyo día a día, al frente de uno de los bazares que pueblan nuestras ciudades, se vio alterado por este rodaje

Su personaje es la madre de la niña pequeña, que es española, que quiere su muñeca por Navidad y quiere celebrar su cumpleaños en el Burger King, como sus amigas, pero se encuentra con una madre que no lo comprende. Y luego está la adolescente que cree que es española, pero se siente banana. “Es como ellos se llaman a sí mismos, amarillo por fuera y blanco por dentro, y que es española, pero la llaman chinita en el colegio”, apunta Echevarría, que consigue apropiarse de ese insulto a base de un humor revolucionario.

Fotograma de 'Chinas' de Arantxa Echevarría

Fotograma de 'Chinas' de Arantxa Echevarría / Cadena SER

“He descubierto a lo largo de mi vida como espectadora que los dramas son muy sencillos, pero que el espectador también necesita reírse cuando hay una situación muy tensa. Eso le quita peso a la dureza de lo que estoy contando. La historia que estaba contando me parecía demasiado dura, no sólo para los espectadores, sino para mí a la hora de contarlo. Y tenía unos seres de luz que eran las niñas. No puedo permitir que estos seres de luz no demuestren lo que brillan. Y sobre todo, no puedo permitir que las niñas que son limpias, que no tienen todas las porquerías que tenemos nosotros en la cabeza, que se impregnen de eso hasta cuando sufren”, contaba.

Sin duda, la directora consigue naturalidad en las escenas con los actores que debutan por primera vez ante la cámara y, sobre todo, con las niñas, con las que improvisó durante todo el proceso. También admite que tuvo que cambiar el guion. “De pronto te das cuenta de que lo has escrito desde el punto de vista occidental, que una adolescente china no es lo que ella había escrito. Se transforma, sufre y crea con ellos. Y el casting ha sido maravilloso, pero durísimo, porque es en chino”.

La película la ha visto ya la comunidad china antes de su paso por el Festival de San Sebastián y eso generó un debate entre ellos. "Yo estaba muy nerviosa después de lo que pasó con Carmen y Lola con la comunidad gitana. Así que pensé que era mejor que la comunidad china la viera antes del estreno e incluso pensando que si después tenía que cambiar algo, lo podía hacer. Muerta de miedo, se la pusimos. Luego había coloquio y estaba yo presente con tembleque y todo. Entonces, una señora se levanta, coge el micrófono, se va al escenario y empieza a hablar al resto en chino. Y de pronto estaban hablando las madres con las hijas. De pronto un adolescente le quita el micrófono. Fue algo maravilloso, porque de pronto descubrí que yo, que creía que había hecho una película para los españoles occidentales, ellos se la habían apropiado”.

El mestizaje que muestra la película pocas veces se ha visto en el cine. Sin embargo, los institutos, las discotecas, los parques son así. En esto la calle ha ido por delante del cine. Quizá porque la herramienta burguesa ha dejado de mirar o de interrogarse por aquello que le es lejano. Arantxa Echevarría ha tenido el arrojo de hacerlo y tener humildad en el proceso. También paciencia, entrevistó a 1.750 chinos en diversos barrios de Madrid. Casting en chino donde participaron las niñas de la película. Shiman Yang, Ella Qiu y Xinyi Ye y Valeria Fernández. Ojo a estos nombres que han venido para quedarse.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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