Hora 25 estrena 'La cena de los idiotés': una sobremesa de amigos para mojarse y salir salpicado
Participan Manuel Jabois, Ángeles Caballero, Gema J. Maldonado y Pablo Simón
La cena de los idiotés 1x01: El instalador del wifi
Madrid
Las sobremesas se sabe cómo empiezan -básicamente cuando se acaba el postre- pero nunca cómo acaban. Y en esa mesa se habla de todo, porque cada historia que cuenta cada comensal acaba derivando en otra y en otra y en otra. 'La cena de los idiotés' es un encuentro semanal de amigos para llevar a la mesa los debates públicos y privados que tenemos a diario; dilemas crudos, directos, que nos obligan a reflexionar y, sobre todo, a mojarnos. Cada viernes, nueva entrega en Hora 25 con Aimar Bretos. En esta ocasión con Manuel Jabois, Ángeles Caballero, Gema J. Maldonado y Pablo Simón.
El dilema de Jabois
¿Qué pasaría si tu pareja estable, de años, un día se sienta contigo y te pide que te pongas pelo? El dilema es, ¿aceptarías una operación estética para seguir gustando a tu pareja? Es la cuestión que ha planteado en primer lugar Manuel Jabois. "A mí me resulta difícil imaginar que una persona que me quiere me ponga en esa situación", señala Pablo Simón. A partir de este problema se abre todo un debate sobre el deseo, ¿es importante en la pareja? ¿Cómo cambia el deseo con el paso del tiempo? ¿Hasta qué punto es importante el físico?
"Somos la penúltima generación que va a tener pelo", dice Jabois con sorna. "Estáis hablando de deseo en la etapa inicial y que luego se va muriendo hasta la extinción. Yo creo que en las parejas puede haber algo cíclico. A veces es por paternidad, por lo que sea, otras veces te alicatas y quieres cascabeles. Los clichés están basados en hechos reales, pero por ejemplo en mi caso, como en el de muchas mujeres, tras la maternidad hay cierta dejadez que se transmite a la pareja, pero luego resurge", comenta por su parte Ángeles Caballero.
"Si mi pareja me conoce y me pide que me ponga culo, yo le diría que no me quiere o no le gusto tanto y además si sabe que yo tengo inseguridades y me las muestra, que busque otra novia", señala Gema Maldonado. "Yo me pondría pelo", asegura Caballero, al igual que Pablo Simón. "Yo me lo pondría y si estoy enamorado diría lo que ha tenido que sufrir esta persona", añade Jabois entre risas.
El dilema de Ángeles Caballero
Estás en casa, ves un teléfono móvil que se enciende y no es el tuyo. Aparece una imagen con una película porno o algo similar. No quieres invadir su privacidad, pero a partir de ahí -tú, que eres una persona moderna- le planteas al padre de ese hijo o hija, ¿qué se hace? ¿Control parental? ¿Educación afectivo-sexual que a lo mejor no le dan en el colegio?
"Creo que no son cosas que estén enfrentadas. A partir de esa edad se puede hablar de educación sexoafectiva", dice Maldonado. "En el mundo audiovisual, los espacios de sexualidad han desaparecido. Lo que terminas viendo en muchos estudios es que el porno se termina convirtiendo en una educación sustitutiva que no existe. Cuando has colado ya cosas en casa, sí que puedes poner este hecho en contexto", señala por su parte Pablo Simón.
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"Yo estoy a favor de saquear la intimidad de un hijo antes de los 13 años. Me interesa muchísimo saber qué está pasando con él porque son momentos decisivos. A esas edades, las amistades te condicionan un montón. Quiero saber si mi hijo es un acosador o es acosado, para intervenir, por supuesto, pero sobre todo para saber", reflexiona Jabois.
"Yo estoy a favor de las dos cosas. La intimidad a determinadas edades está sobrevalorada y para eso, siempre he pensado que educar a los hijos es muy cansado. Empatizo con los padres que externalizan ese tipo de cosas. A mí me parece fundamental algo tan simple como preguntar a tu hijo, ¿qué tal?", sentencia Caballero.
El dilema de Pablo Simón
Hay gente, como diría Vargas Llosa, que "vota mal". ¿Tendríamos que pedir un examen para que la gente pueda votar? Este es el dilema que plantea el politólogo de la Universidad Carlos III de Madrid.
"No. Jamás. Nunca. La democracia es de todos. De los que saben votar y de los que no. Existe el derecho a votar en contra de tus propios intereses", analiza Manuel Jabois. "Esto me recuerda a otro debate: si hasta los 18 no puedes votar, ¿no debería haber también un tope de edad por arriba?", lanza Maldonado.
"Yo no pondría el examen en absoluto. Hay un principio liberal que es que nadie identifica mejor su interés que uno mismo y tenemos derecho a equivocarnos y a cambiar de opinión. Lo de la polémica de gente votando contra sus propios intereses lo vais a escuchar todo el rato. Siempre habrá alguien desde fuera diciendo 'es que estás votando mal'", sentencia Simón.
El dilema de Gema J. Maldonado
Te quieres casar con tu pareja de hace años. Concibes la boda como un espacio en el que quieres que estén las personas más allegadas. Existe un tío Paco con el que prácticamente no has hablado nunca, tú no le quieres invitar, pero tus padres no lo entienden. Puede generar un conflicto familiar. ¿Qué harías?
"Yo invitaría a gente que no conozco de nada solo por ser consanguíneos. Tengo un concepto de la familia siciliano", dice Jabois. "En Galicia, una boda es un acto de afirmación familiar. No importan los novios", añade. "Éramos 93 personas en nuestra boda, pero nos habían visto de todo. Yo no dejé intrusismo ninguno, no invité a mis 'tíos pacos', pero cuando me vuelva a casar voy a invitar a todo el mundo y ahí no iré minimalista", dice Ángeles Caballero.
"Yo no invitaría al tío Paco. Creo que hay una brecha generacional. Primo mi felicidad y comodidad y quiero estar con la gente a la que quiero y recordarlo así", sentencia el dilema Gema J. Maldonado.