La periodista y activista iraní Narges Mohammadi ha sido galardonada con el premio Nobel de la Paz por su lucha contra la opresión de las mujeres en Irán. Defensora de los derechos humanos, se encuentra en prisión. Mohamadi, de 51 años, fue condenada por las autoridades iraníes a 10 años y ocho meses de prisión, así como a 154 latigazos, por la comisión de «delitos relacionados con la seguridad nacional» en lo que organismos humanitarios internacionales denuncian como una condena relacionada por su activismo. El Comité ha recalcado especialmente la labor desempeñada por Mohamadi desde el estallido de las protestas del año pasado por la muerte bajo custodia de la joven Mahsa Amini, presuntamente por llevar mal puesto el velo islámico. «Desde su cautiverio, la galardonada ha ayudado a asegurarse de que las protestas no disminuyan en intensidad», ha añadido el Comité. El premio Nobel de la Paz reconoce cada año los logros o luchas de personas o entidades, con un simbólico galardón que puede también poner el foco en los retos pendientes. Para la edición de este año, se han formalizado un total de 351 candidaturas, en su mayoría (259) correspondientes a personas a título individual. El plazo de inscripción concluyó en febrero y el secretismo del proceso empieza por la propia lista, sellada hasta dentro de 50 años. Se trata de la segunda terna más multitudinaria de la historia, sólo superada por las 376 candidaturas de 2016. En 2022, un año marcado por la agresión rusa sobre territorio ucraniano, el Comité optó por premiar el activismo del bielorruso Ales Bialiatski, la ONG rusa Memorial y el Centro para las Libertades Civiles de Ucrania. El Nobel no tiene marcha atrás. Una vez concedido, el Comité Noruego no lo retira, independientemente de lo que la persona u organización premiada haga «a posteriori», como ya dejó claro en los últimos años con casos polémicos como el de la líder birmana Aung San Suu Kyi o el etíope Abiy Ahmed. El jefe de SIPRI señala que el primer ministro de Etiopía logró la paz sólo en «una dimensión» del conflicto --el frente abierto con Eritrea--, pero ahora puede ser señalado como partícipe en una «guerra civil», y se pregunta igualmente si el exmandatario estadounidense Barack Obama, reconocido cuando apenas había comenzado su mandato, fue «el gran presidente de paz de nuestro tiempo». Desde que en 1906 fuese reconocido el entonces presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, premiar a un dirigente ha sido siempre motivo de controversia. «Es algo arriesgado dar el premio a políticos en ejercicio», afirma Smith, que descarta por completo un posible aval al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, «líder de un país en guerra», por mucho que «no quisiera» el conflicto. Desde su constitución, el Nobel de la Paz se ha entregado en 103 ocasiones para reconocer a 110 individuos y 30 organizaciones. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) figura en cabeza con tres premios, mientras que sigue siendo palpable la ausencia de mujeres en la lista --apenas 18 en más de un siglo--. Técnicamente, no existen vetos a las candidaturas, de tal manera que pueden ser propuestos para el premio líderes que objetivamente hayan actuado incluso en contra del respeto de los Derechos Humanos. Según la organización, Joseph Stalin y Adolf Hitler son las personas que más candidaturas acumulan, junto al pacifista indio Mahatma Gandhi. No obstante, los estatutos de la Fundación Nobel contemplan dejar vacante el premio en el que caso de que ninguno de los candidatos cumpla unos mínimos estándares a ojos de este selecto grupo. Así ha sido en 19 ocasiones, siendo 1972 la última vez que el Comité Noruego decidió dejar en blanco el sobre. Sólo en una ocasión, en 1973, un galardonado rechazó el premio. El político vietnamita Le Duc Tho declinó el homenaje que el Comité Noruego le quería brindar junto al estadounidense Henry Kissinger por la negociación del acuerdo de paz, alegando la situación política interna del país asiático.