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Paul B. Preciado: "El negacionismo de género de la extrema derecha no tiene ya fuerza frente a la realidad social y política"

El filósofo español estrena su primera película como director, 'Orlando mi biografía política', una emotiva y revolucionaria manera de adaptar a Virginia Woolf a través de los cuerpos trans y no binarios

'Orlando, mi biografía política' | Entrevista a Paul B. Preciado

Madrid

Si el mundo trata de individualizarnos cada vez más. De hacernos creer en que somos únicos y especiales, en que nuestras vidas son importantes, Paul B. Preciado, filósofo, artista, creador y ahora también director de cine, se empeña en todo lo contrario. En su primera película, Orlando, mi biografía política, rompe cualquier convencionalismo o regla previa. Para empezar, insiste en que toda vida es política y que no hay biografías individuales, sino biografías colectivas. "La película en parte surgió de querer enviarle una carta a Virginia Woolf, y decirle que orlando ha sobrevivido. Que ha salido de su ficción y que hay miles y millones de Orlando que estamos viviendo un momento orlandesco y que ya no es ciencia ficción, como ella pensaba que era en 1928, sino que es un momento de transformación política increíble", explica Preciado en una entrevista en la Cadena SER.

"Quería añadir ese 'biografía política', porque la vida de las personas como yo ha sido siempre puesta en cuestión, amenazada. Y si estamos vivos es gracias a una reivindicación política", apostilla. Sin embargo, el filme se aleja de una forma realista o política, para adentrarse en la poética y en la política que la poesía y el arte pueden establecer. Es así como se cambia el nombre de las cosas, como se cambia la manera en que deseamos y en que sentimos. "Al principio iba a ser una película sobre mi vida, pero la haría otro director. Esa idea como que me espantó. No quería que mi vida fuera representada al modo de una biografía en la que ya sabemos qué pasa y que está mediada por la mirada binaria o por el relato normativo de lo trans, del antes ye l después. Por eso acabé dirigiéndola yo".

Su debut en el cine llega después de haber indagado en el lenguaje artístici en su trabajo en el Pompidou. También de su monólogo colectivo Yo soy el monstruo que os habla, donde arreaba a los psicoanalistas lacanianos que le trataron como un cuerpo enfermo y estigmatizado. En realidad, la ostia de ese pequeño ligero y del texto dramático era también contra la institución médica, y contra lo que él ha llamado el régimen farmacornopornográfico, culpable de la epidemia del oxycodin y el fentanilo, culpable de hacer sufrir a los cuerpos por no ajustarse a lo normativo. Orlando es además una gran ostia a un cine donde ha dominado la mirada masculina y la mirada binaria y que siempre ha retratado a los cuerpos trans como algo abyecto.

"Mi objetivo era salir de la mirada binaria. Vivimos en una sociedad heteropatriarcal, por lo tanto, hay una mirada masculina que domina y, sobre todo una mirada heterosexual. Pero también es una mirada tremendamente binaria, porque en el fondo salimos a lo masculino para ir a lo femenino y ya tenemos una serie de códigos establecidos de lo que se supone que es lo femenino. Esa era una de las cuestiones que más compleja para mí. Pasamos muchísimo tiempo pensando cómo filmar a una persona para que la pregunta inmediata que se hace todo el mundo no tuviera importancia, esa de si es una chica o un chico. Queríamos ser capaces de mostrar a un cuerpo vivo mutando y haciendo cosas, sin tener que pensar en si es masculino o femenino. Y el lenguaje de Virginia Wolf es un lenguaje no binario que tiene esa capacidad de no fijarse nunca", explica.

Woolf ha sido un referente y a ella se encomienda. "Yo aprendí con Virginia Wolf algo realmente fascinante y es que siempre vives la vida de otras personas que han vivido antes de tu y empiezas a vivir la vida de otros que seguirán viviendo. Por eso, la película es un como un taller de micropolítica colectivo. La he hecho de una manera muy punk, quizá no tanto en la estética, pero sí en la forma de hacerlo, sin muchos medios", explica Preciado que agradece la ayuda de la productora Sandra Hermida, que a mitad de proyecto llegó con un cheque para que la producción continuara. Hermida está detrás de películas tan diferentes como La sociedad de la nieve, de Jota Bayona, o Un amor, de Isabel Coixet. "Quizá para ella no fuera mucho, pero para nosotros fue la oportunidad de seguir adelante".

En esa idea de romper con el relato tradicional de la biografía y con la mirada heteropatriarcal y binaria, Preciado construye una película que rompe los géneros cinematográficos, que usa el activismo, la ternura, el humor y a veces hasta el terror, como cuando explica lo que un Orlando asista a una consulta psiquiátrica. "Me di una consigna de libertad absoluta en la experimentación visual", explica sobre la puesta en escena. Ahí aparece una de las más brillantes escenas y de las más bonitas, la que enfrenta a la operación de los Orlandos. Lo hace operando un libro, efectivamente, el de Woolf, en un quirófano.

"En todas las películas trans, sobre todo hasta principios de los años 2000, siempre hay esa escena que es porno gore, en la que aparece la operación como una castración y como algo absolutamente terrorífico, cuando la mayoría de nosotros pasamos por un quirófano de una manera que tiene que ver con el goce político de poder tener el cuerpo que tú has tenido siempre. Entonces pensé en cómo filmar esa escena, que fue mágica. Fue como un ritual político, como una especie de exorcismo, y estábamos en un quirófano de verdad, con una enfermera de verdad y en la sala de al lado se estaba haciendo una operación de apendicitis".

El director ha recorrido varios festivales presentando la película. Siempre con un retrato de Virginia Woolf bajo el brazo. "Tengo la teoría de que Virginia Woolf es no binaria", dice sobre una autora que sigue escociendo a la derecha y la extrema derecha todavía hoy, a pesar de que han sido muchos los autores que se han acercado a este texto, como Sally Potter de la mano de Tilda Swintong. "La derecha y la extrema derecha del estado español está tan absolutamente confundida en términos culturales, tienen un retraso tan astronómico que, de repente, les parece que hay que censurar a Virginia Wolf, un libro de 1928. Pero creo que el negacionismo de género, por decirlo de alguna manera, de la extrema derecha, no tiene ya fuerza frente a la realidad social y política que estamos viviendo".

Preciado es optimista. Ya lo fue en su reciente ensayo Dysforia Mundi, donde propone una revolución de los cuerpos. Algo que está presente en la película y en el mensaje luminoso que ofrece, donde hasta la justicia, interpretada por la escritora Virginie Despentes, que reparte certificados de identidad a todos los Orlandos, para que puedan viajar libremente, para que no necesiten una conformación oficial del género, ni de la identidad. Pero el optimismo, sin duda, viene de esa escena con niñes no binarios, que son el futuro de un mundo que será menos prejuicioso. "Yo sabía que no quería hacer una película donde el cuerpo trans, como ha hecho la historia del cine, desde Brian de Palma a películas actuales, fuera monstruoso, extraño, pero a la vez objeto sexual. No quería desnudos. De hecho solo hay uno, para mostrar una mastectomía".

Acostumbrado a analizar las imágenes, como forma de condicionar el cuerpo, ahora ha tenido que crearlas para romper eso que tanto ha diseccionado en sus obras. "Ahora soy mucho menos crítico con lo que hacen los otros", reconoce. Si la autora inglesa escribió su novela siguiendo el formato de la biografía, pero mofándose de los convencionalismos de la biografía literaria de la época, Preciado se mofa también de los convencionalismos cinematográficos. El espacio, el tiempo, la mirada a cámara, el uso del vestuario y el maquillaje. La ruptura entre lo real y lo construido, si es que existe alguna diferencia entre ello, emerge en cada plano de esta película política que tiene hasta un recuerdo para el fallecido Godard. Es por esto que el director se aleja del cine realista y usa toda una cadena de imágenes y de músicas, con canciones inventadas por él, que consiguen explicar sus textos filosóficos con un lenguaje lleno de imaginación. "Las películas supuestamente realistas, que representan siempre la figura de la persona trans que al final acaba muriendo, no son realistas en el fondo. Lo que hacen es producir una realidad violenta. Yo no quería eso. Nosotros estamos vivos, seguimos vivios, somos supervivientes. Yo creo en la ficción como Y he hecho la película para las niñas y los niños trans".

Orlando, mi biografía política invita a una revolución. Invita a todes. "Creo que compartimos muchas experiencias. No se trata de decir que todo el mundo es trans. No es eso. Se trata de decir todo el mundo vive una vida orlandesca, que es otra cosa distinta. Y entonces la experiencia de la mutación, la experiencia de confrontarse a la transición es válida también para las personas binarias", se refiere a aquellos cuerpos y vidas precarias. A las mujeres discriminadas, a los desplazados, a los cuerpos vigilados, a los migrantes, a aquellos que no tienen libertad de movimiento. A todos aquellos Orlandos del mundo que quieran romper su propia biografía.

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...