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'El embrujo de Shanghai', una novela sobre la decepción y el desengaño

La obra de Juan Marsé fue galardonada con el Premio Cervantes y el Premio Europeo de novela

Juan Marsé nació en Barcelona en 1933 y murió el 18 de julio de 2020. Es el autor de, entre otras, 'La oscura historia de la prima Montse', 'Si te dicen que caí', 'Un día volveré', 'Últimas tardes con Teresa' o 'Rabos de Lagartija'. Fue Premio Cervantes en 2008. 'El embrujo de Shanghai' se publicó en 1993. Ganó el Premio de la Crítica y, posteriormente, el Premio Europa de novela. Es una novela extraordinaria que te atrapa desde el principio y que nos habla de la decepción y del desengaño.

Una historia a dos niveles espaciales y temporales

En 'El embrujo de Shanghai', Juan Marsé construye una doble historia a dos niveles espaciales y temporales que desemboca en una hermosa y triste metáfora de la decepción y del desengaño, a la vez que en una especie de amarga autoparodia de los que con el paso del tiempo han ido viendo caer los cimientos de sus más profundas convicciones. Supuso un nuevo eslabón en la producción novelística de Marsé, que confirmaba una vez más la continuidad de su universo novelesco, en el marco de la posguerra española y de sus efectos políticos y sobre todo sociales, con historias que nos remiten de una forma u otra a la guerra civil y a sus consecuencias.

La acción de 'El embrujo de Shanghai' transcurre en un primer nivel en los barrios humildes de Barcelona en los años terribles de la posguerra. Los personajes son un grupo de adolescentes a los que la situación social y política que sufren en ese momento no ofrece salida alguna ni esperanza posible, y un grupo de «maquis», de guerrilleros de la época, en lucha contra el franquismo (unos que aparecen realmente en la novela y otros que están en ella a través de las palabras de los distintos personajes, en ocasiones ocupando un lugar central, como es el caso del Kim) sumidos en el desengaño, en el abandono de los ideales e incluso en muchos casos en la corrupción. En torno a estos dos grupos fundamentales encontramos otra serie de personajes (Anita, el capitán Blay, la madre de Daniel…), gentes oscuras con historias y vidas durísimas y sin posibilidad alguna de salir de esa situación, que terminan de configurar el ambiente sórdido y asfixiante de la posguerra.

La aventura del Kim en Shanghai, la arriesgada misión entre ex-nazis, pistoleros profesionales, travesías en barco, lugares siniestros y bellas mujeres es para Forcat, en cierto modo, un ejercicio de defensa y justificación, una necesidad psicológica. Distorsiona la realidad como medio de supervivencia pero también para poder relacionarse más fácilmente con ella, para reivindicar e intentar recomponer y dar sentido a una realidad que se le escapa de manera sucesiva, al principio tomando elementos reales y ficticios para ir poco a poco eliminando los primeros a favor de los segundos. Va a acabar literalmente inventándosela, convirtiendo lo que ha desembocado en el abandono de la combatividad y en actitudes que no quiere ni puede admitir, en una vida heroica y más conforme a lo que se espera de ellos. Así, con la historia en Shanghai puede crear la vida imaginada que la realidad le niega.

Forcat no tiene ya ninguna aspiración, ninguna posibilidad de futuro, y por eso necesita inventar esta historia: lo que empieza siendo una forma de sobrevivir, un medio para poder quedarse en casa de Anita, acaba convirtiéndose en otra cosa, en una forma de poner orden, de negarse a sí mismo la degradación a la que ha llegado el mundo en el que se mueve y al que de un modo u otro pertenece. Es una forma de reinventar su propia vida, no ya la del Kim, y de negar su fracaso. Ante la incapacidad de Forcat de comprender esa realidad, ese fracaso, surge la necesidad de crear otra realidad: con esa especie de sueño heroico rectifica unos hechos que le resulta imposible aceptar y pone orden a la confusión y la incoherencia de la realidad. Esa otra realidad imaginada es tal vez la única vida verdadera, podría decirse que en cierto modo está al margen de la verdad y de la mentira, más allá de ellas.

Uno de los grandes hallazgos de la prosa de Marsé, del que procede gran parte de su fuerza, es su gran sencillez, su lenguaje casi descarnado en ocasiones, evitándose toda ampulosidad. En la narración de la historia de Shanghai aparece en ocasiones cierta ornamentación; podríamos decir que cuando narra Forcat el estilo es menos natural, más artificioso, que cuando narra Daniel. Es lógico que así sea: Forcat está narrando una especie de novela de intriga y el lenguaje tiene que ser el adecuado, un lenguaje casi de novela negra, a la vez que el propio de quien quiere mantener la tensión de un relato que se está contando de forma oral.

*Este texto contiene fragmentos del artículo 'El embrujo de Shanghai de Juan Marsé (o sobre qué puede ser la memoria)', de Encarna Alonso Valero, publicado en Crec-Université París III-Sorbonne Nouvelle)

 
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