Seminci 2023 | Agnieszka Holland: "Europa está en una encrucijada y puede acabar cometiendo crímenes contra la humanidad"
La directora polaca presenta en la Seminci 'Green border', apabullante película sobre la violencia policial en la frontera polaca contra refugiados y migrantes
Seminci
"La compasión es una emoción inestable. Necesita traducirse en acciones o se marchita", dejó escrito Susan Sontag. En Ante el dolor de los demás, la escritora reflexionaba sobre el poder de las imágenes para movilizar políticamente a quien las ve. Con ese objetivo ha construido su nueva película la veterana directora polaca Agnieszka Holland. Green Border, presentada en competición por la Espiga de Oro en la Seminci de Valladolid, tras pasar por Venecia, es un interesante filme sobre la crisis migratoria en la frontera entre Bielorrusia y su país y los sucesos violentos que ocurrieron en 2021.
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“Es curioso porque en un país, donde hay un problema con la migración, lo que ha hecho el gobierno es legalizar la violencia y ese es el primer paso hacía algo muy malo. Pero no solo ocurrió eso, sino que cerraron toda la zona fronteriza y prohibieron a los medios de comunicación y a las organizaciones humanitarias entrar. Convirtieron en secreto lo que estaban haciendo y no querían dejar que las imágenes de aquello se difundieran. Con lo cual, me dije que si el señor Kaczynski creía en la fuerza de las imágenes, yo les iba a demostrar que era más fuerte a la hora de recrearlas”. Y así lo hizo.
Green border se remonta a octubre de 2021, cuando el presidente bielorruso Alexander Lukashenko hizo un llamamiento engañoso que atrajo a inmigrantes de países como Siria, Afganistán, Yemen o Congo que querían llegar a Europa, prometiendo abrir su frontera con Polonia. La directora de Europa Europa divide la película en varios capítulos y analiza el proceso desde distintos puntos de vista de los implicados ese conflicto: los policías, los activistas, los refugiados y una psicóloga que toma consciencia. De hecho, es a los activistas a quienes dedica la película y se encomienda. “Los gobiernos dicen que los refugiados o los migrantes son malas personas que solo quieren infringir nuestras leyes y quienes están enfrente de esta afirmación son los activistas, las personas que nos están salvando, están salvando nuestras almas, por usar una expresión religiosa. Son como nuestra consciencia. Pero no podemos confiar todo a ellos, también tenemos que actuar y convertir nuestra acción diaria en acción política”.
Holland apunta una y otra vez a la dureza que vive un grupo de refugiados que ansía llegar a Europa y pasan por Bielorrusia. Allí son devueltos al otro lado de la alambrada por los policías polacos, igual de fieros y fascistas que los bielorrusos. Del verde del bosque, la imagen pasa al blanco y negro. Sobre el uso del color y el blanco y negro explicaba la directora que fue una decisión intuitiva. “Sentí que era la herramienta estética adecuada para contar esa historia, que al mismo tiempo tiene la misma brutalidad o dureza que el documental. Es relevante para unir la historia con el pasado, porque lo que vemos en esta película, de alguna manera, es algo que nos recuerda al imaginario de la Segunda Guerra Mundial”.
Volviendo a Sontag, que discutía con Judith Butler sobre la efectividad de ver las fotografías de las torturas en Irak. La película nos mete de nuevo en ese debate, que está vigente también en la prensa y la televisión cuando informan de violencia, de si es efectivo insistir en el dramatismo y en la crudeza de la violencia y crueldad en una frontera, de si hay que mostrar cómo la policía empuja a una mujer embarazada que quiere cruzar de un país a otro hasta hacerla sangrar. La directora explica cómo fue su decisión al respecto. "Cuando mostramos la película a la gente común siempre destacan la cantidad de violencia que hay. Sin embargo, cuando vieron la película los activistas que trabajan en la zona, destacaban que había solo una pequeña parte de los horrores que suceden en realidad. Ha sido cuestión de encontrar el equilibrio", cuenta sobre aquellos sucesos atroces.
“Lo que hicieron las autoridades polacas fue legalizar la violencia y eso es un paso muy importante. Por ejemplo, lo que hizo diferente el Holocausto a otros crímenes contra la humanidad es que se sistematizó y se legalizó cuando el propio estado decidió legalizar la violencia y convertir todo en violencia en tiempos que no eran de guerra”. Aunque hay una crítica directa al gobierno polaco, la crítica alcanza también a la Unión Europea, que con su inacción y su falta de responsabilidad está permitiendo que ocurran estos hechos en Polonia, en Italia o en España. “Europa está en una encrucijada. Y podemos caer cometer crímenes contra la humanidad, asesinatos masivos. En África ya está ocurriendo entre los dos lados de la frontera con Arabia Saudí. Los métodos que utilizan es el asesinato masivo con ametralladoras. Tenemos que tomar conciencia y hacer algo. No podemos seguir metiendo la cabeza en la arena y fingir que no vemos lo que pasa”.
Las imágenes de Green Border recuerdan también, desgraciadamente a la realidad de Gaza en estos momentos. Imágenes que generan gran estupor, algo que la directora, que ha retratado el Holocausto y la violencia del estalinismo en muchas de sus películas no oculta. “Creo que es el comienzo de un gran desastre. Y lo que está pasando ahora es simplemente trágico, y, francamente, no veo la solución. Y no veo el deseo de ambas partes de encontrar una solución. Así que mi corazón se hunde cuando pienso en ello”, decía sobre la guerra que Israel ha iniciado en Gaza.
La película se estrena en Valladolid justo después del cambio político en Polonia. La directora ha tenido que dejar el país en los últimos meses ante el clima de crispación y odio que ha vivido tras realizar la película, que rodó casi en secreto. “Ha sido muy intenso”, decía sobre lo que ha sufrido en su país. Tras pasar la película por el Festival de Venecia, en Polonia se desató una oleada de ataques de políticos ultras, presentes hasta las reciente elecciones en el gobierno, contra ella. “Me atacaron muy violentamente, pero también he vivido la reacción de la gente y del público apoyándome y eso ha superado todas mis expectativas”, reconoce.
La película ha hecho una muy buena taquilla, en el número uno de recaudación en su país y sigue creciendo. “Los encuentros con los espectadores fueron muy enriquecedores. Las preguntas, las discusiones que se generaban fueron increíbles y nunca había vivido algo así, tan intenso, emotivo y que haya hecho que se pongan sobre la mesada cuestiones esenciales en la convivencia y en la política. Vi que hay mucha gente en mi país abierta a enfrentarse a la realidad, a enfrentar la propaganda y a no ser indiferente a lo que pasa. Como cineasta me hace ser optimista ante el mundo”. Sin embargo, la campaña de odio provocó que tuviera que contratar guardaespaldas y seguridad ante las amenazas que recibió. “Decidí irme de Polonia hasta que cayera esa presión. Ahora, después de las elecciones, que hemos ganado, la cosa está mejor”, dice sobre la victoria del Bloque Liberal en el país.
Agnieszka Holland es directora de la Academia de Cine Europeo, una institución que lucha porque el cine del viejo continente vuelva a tener la fuerza y el esplendor de hace unos años. “Creo que después de la crisis que generó el COVID en la industria y con la fuerza que cogieron las plataformas de streaming, que se hicieron cargo de la distribución prácticamente normal, la situación del cine europeo es muy frágil. Pero creo que depende de nosotros cambiarlo. Tenemos que ser innovadores y valientes y no ser tan oportunistas. Conseguir que la gente vaya al cine en lugar de quedarse en casa viendo algo en las plataformas. Tenemos que ser mejores para sobrevivir” explicaba la veterana realizadora polaca.
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Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...