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Opinión

Lo que hace el amor en el mundo

Para, si no mover el mundo, por lo menos mantener calentito al pobre y perdido y animoso gorrión que sí podría representarnos

Maruja Torres: "Lo que hace el amor en el mundo"

Madrid

Una paloma, esa rata voladora, no es el símbolo más adecuado, ya lo sabemos, para representar la paz o el deseo de alcanzarla. Mentira, también que el amor mueva el mundo. Al mundo lo mueve el odio, que es el ave de presa que se manifiesta cada dos por tres y arroja un haz de luz, turbia y sangrienta, sobre realidades que no siempre tenemos presentes, entre otras cosas porque, todas a la vez, no podríamos soportarlas. Aunque seamos capaces de consentirlas e incluso de alentarlas, según nos convenga.

El odio está tan profundamente arraigado en la historia de la humanidad que los propios creadores de sus mitos fundacionales se basan en crímenes a cuál más horrendo, de entre los que sobresalen el fratricidio, el infanticidio y otras lindezas. El odio, pues, no debería asustarnos. Otra cosa es que nos acostumbremos. Nunca.

Y ése es el duro trabajo del amor. Ése es su meritorio, su formidable esfuerzo. Tratar, pese a todo, de mantener con vida el sentimiento de fraternidad, la obligación de ponerse en el lugar del otro, de cualquier otro, con tal de que sea víctima.

Eso es lo que hace el amor. Para, si no mover el mundo, por lo menos mantener calentito al pobre y perdido y animoso gorrión que sí podría representarnos.

Maruja Torres

María Dolores Torres Manzanera (Barcelona, 16...