'Papá nos quiere', el maravilloso debut literario que desvela cómo la familia también ahoga y provoca traumas
La escritora Leticia G Domínguez firma una novela sobre los traumas y las familias asfixiantes en el Madrid de la M30 de los 90
'Papá nos quiere', el maravilloso debut literario que desvela cómo la familia también ahoga y provoca traumas
Decía Carlos Saura que la familia es el primer núcleo donde ocurre la corrupción, que luego se expande hasta todos los órganos de la sociedad. La familia mediterránea como núcleo protector de sus miembros, sean como sean y hagan lo que hagan. La familia como refugio y como primer contacto con el amor. Sin embargo, ¿qué pasa cuando es al revés? ¿cuando la familia ahoga y explota a sus miembros y nos les deja ser? Ese es el camino que explora Leticia G. Domínguez, escritora que debuta con Papá nos quiere, una oscura y luminosa mirada a los lazos familiares, a los traumas y a la huida de la infancia.
Es una de las novelas editadas por el sello Caballo de Troya, que tiene cada año a un editor invitado. Sabina Urraca vio algo, o quizá muchas cosas, en la prosa y en la mirada limpia de esta escritora, que se dedica a la programación. "Es también un lenguaje y comunicación", quita importancia a ese trabajo informático que en el ámbito de las letras suena como a algo casi mágico. Quizá de ese día a día metódico haya salido una novela que combina hechos autobiográficos, con lecturas detallas y con una mirada al mundo muy particular.
"La historia surge, sobre todo, en una época en la que leí muchos libros sobre los efectos de los traumas infantiles en los niños y en los adultos. También yo estaba realizando mi propio proceso de intentar sanar algunas heridas de mi infancia y de aceptación y de reconocimiento. Pensé que tenía muchas ganas de dar voz de una niña que vive en un ambiente asfixiante", explica el génesis de esta novela. "Para todos los niños su familia es como la verdad absoluta. Puedes tener mucha suerte y que toda tu familia sea un trampolín o puedes tener mala suerte y que tu familia sea una cárcel".
El punto de vista que elige la escritora es el de una mujer adulta que ha vivido en una de esa cárceles familiares, como la que los Javis explican en su nueva serie La Mesías, estrenada estas semanas. Ambos relatos tienen cosas en común. Para empezar, ambos protagonistas revisan sus traumas, o casi su incapacidad de recordar el origen de ellos. También para confundir el amor hacia los padres con el sufrimiento que estos pueden ejercer. Es ahí cuando la autora nos sumerge en la infancia en los noventa en un barrio madrileño con una familia muy religiosa que tiene dos hijas y que las encierra en sí mismas, en su moral y en un piso con gotelé. "Su vida transcurre entre esa terapia y esa infancia, hasta que llega un momento que ella coge más espacio y sí sabía que quería un final anti romántico", explica sobre el proceso de creación de la historia. Cita como referentes a El amante de Marguerite Duras. "Para mí no es una historia erótica, sino una historia de determinación y de independencia". También a las novelas de Celia, de Elena Fortún, y El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín.
"Yo creo que nos aferramos socialmente a una idea de lo que es la familia. Y hay un mandato social de que tu historia o tu relación con tu familia sea maravillosa. Hoy nos obligan a satisfacer esto y entonces se deja de lado a toda la gente que no puede satisfacerlo", cuenta la autora sobre la presión de la protagonista que ha diseñado. Incide además que si hemos desbancado los mitos del amor romántico, hagamos lo mismo desenmascarando los de la familia perfecta. "Hemos empezado un poco a atacar al amor romántico y a la pareja y creo que le ha llegado el turno a la familia, porque ahí el amor romántico se vive muy intensamente. Diría que casi como una adoración absoluta de los niños a sus padres. Yo me doy cuenta que que les preguntan a ellos todas las respuestas del mundo, ni siquiera se paran a buscarlas o contrastarlas. Ellos son como la verdad absoluta".
Otro punto en común con La Mesías es que esas familias que ahogan a sus miembros son muy religiosas e imponen normas y valores que ya no rigen a la sociedad. "Es una forma de vivir la religión enfermiza. Venimos de una dictadura franquista donde ha habido muchísima religiosidad, donde se indicaba a las mujeres que sólo podían ser madres, que todo el mundo se tenía que casar, etcétera y eso no es tan fácil de limpiar, porque ha sido hace poco".
En realidad, lo que hace Leticia G. Dominguez en este retrato íntimo, es contar a una sociedad, un tipo de creencia, de base religiosa, pero que ha marcado a varias generaciones, eso de creer en el esfuerzo, el trabajo, en la meritocracia y en que aquello que ocurre de puertas adentro no hay que contárselo a nadie. "Lo que ocurre en una casa nadie lo sabe y es una familia, es un terreno, impunidad absoluta", insiste la autora.
La familia de la protagonista vive cerca de la M30 pero piensa que acabará algún día en un piso del barrio Salamanca. Solo los años, las crisis, y el deterioro social harán ver que eso no funciona así. Que el ascensor se averió hace tiempo. "Estar el aparentar. Es verdad que es un clásico de la tradición española. De alguna manera, es lo que también hace que los padres expriman a sus hijas, para que no puedan desviarse del camino que igual les provocaría vergüenza o les quitaría brillo. Entonces los padres eligen que tienen que estudiar su hija. Todavía hay padres que quieren que sus hijos estudien ciertas carreras, que se dediquen al hotel de la familia o etcétera sólo por el qué dirán".
También hay un retrato de las dinámicas de poder en la familia. "Es una familia muy jerarquizada. El padre está arriba de todo". Donde le machismo de la sociedad es más claro y evidente, en esa madre totalmente coaccionada por el padre y luego por el hermano. "La única forma para ellos de prosperar, incluso como unidad familiar, es que nadie se aleje de ese, de ese pensar ni de esos valores que imponen incluso con la violencia", incide.
Escribir como acto de rebelarse contra uno mismo, contra la familia y contra las normas de una sociedad. "Ella se aferra a Jade, porque Jade es la verdad. Se aferra también a los libros, a la literatura y a los sueños. Yo creo que los sueños son la expresión también de una ambición que es tener una vida mejor", dice sobre la protagonista que ve en su hermana la única salvación a ese encierro primero físico y luego mental. Para la autora la literatura también fue una salvación. "Ha sido un refugio. Yo era una niña muy curiosa, no se me permitían hacer muchas cosas. Y me decía, vale, igual no voy a poder experimentar muchas cosas, pero yo voy a saber qué se siente porque lo voy a leer en los libros, que han sido como una ventana al mundo y me ha librado de la soledad también". Bonito alegato en favor de la lectura de una nueva voz que llega con fuerza a la literatura española.
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Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...