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Charo López: el mejor primer plano del cine español

La actriz de películas como Ditirambo o Epílogo y de series de televisión como Fortunata y Jacinta y Los gozos y las sombras cumple 80 años.

La vida y la carrera de Charo López han estado marcadas por un hecho incontestable: su belleza. De ella se ha dicho que era el mejor primer plano del cine español, nuestra Ava Gardner particular. El director Chema de la Peña nos lo contaba hace un par de años cuando estrenó un documental sobre la actriz titulado Me cuesta hablar de mí. “La belleza de Charo le ha dado todo, pero también le ha generado cierto complejo”, decía. Ella también lo reconoce. “Es una carga. Una pesadez. Una especie de ratón que te come y que te quita espontaneidad; que te quita libertad y que te exige muchísimo”, afirmaba.

Charo López nació en Salamanca el 28 de octubre de 1943. Estudió Filosofía y Letras y empezó trabajando como profesora de bachillerato. Su primer marido, con el que se casó a los 22 años, era el crítico de cine Jesús García Dueñas. Un día viajó con él a Barcelona para entrevistar a Gonzalo Suárez, que estaba a punto de debutar como director de cine. Gonzalo Suárez invitó a la pareja a cenar a su casa y al acabar la velada ofreció a Charo un papel en su película. Fue así como en 1967 debutó como actriz en la película Ditirambo. Gonzalo Suárez volvería a contar con ella para El extraño caso del doctor Fausto, otra película de estilo vanguardista, pero pronto la actriz dio el salto al cine comercial. Hizo, por ejemplo, de novia de Julio Iglesias en la película La vida sigue igual.

Su carrera quizá pudo ser muy distinta de haberse concretado un proyecto que finalmente no salió. Luis Buñuel la quería para encarnar a la Virgen María en su película La Vía Láctea, pero el sindicato de actores franceses la vetó por ser una actriz extranjera y poco conocida por entonces. “Empezar una carrera de la mano de Luis Buñuel era un sueño, un sueño que se esfumó. Ahí empecé a darme cuente de que, en adelante, no todo sería tan fácil ni tan bonito”, recordaba la actriz. Y muy pronto Charo López lo pudo comprobar de primera mano. Su carrera cinematográfica durante los años setenta se redujo sobre todo a spaguetti westerns “en donde siempre hacía de india violada”, según afirmaba. También rodó películas de segunda fila y cine de destape, con el consiguiente peaje de desnudos. “Las veces que lo he hecho es porque no había más remedio. Lo he pasado muy mal y me he arrepentido”, decía.

En televisión tampoco le faltaba el trabajo. Participó en series como El pícaro, Los camioneros, Cuentos y leyendas o numerosos dramáticos en Estudio 1. La actriz confesaba por entonces no sentirse muy orgullosa de su carrera. “Recuerdo con cariño el papel de “La Petra”, que hacía en La regenta, la versión cinematográfica dirigida en 1974 por Gonzalo Suárez”. Pero poco más y llegó a pensar en abandonar la profesión. “Tenía trabajo, pero a mí me parecía que aquello no tenía sentido. No encontraba ese papel que te hace popular, que es aquél en el que el público te asocia a un personaje y que te proyecta profesionalmente. No ocurría nada de eso. Me parecía que no tenía ningún sentido el trabajar por trabajar e intenté volver a mis clases, porque mis clases eran muy divertidas”, afirmaba.

Y ¿qué lo impidió? Pues que en su vida se cruzó un personaje, el de “Mauricia, la dura” de la serie de televisión Fortunata y Jacinta. El personaje era secundario, pero caló hondo entre el público y un año después llegaba su consagración definitiva con otro papel televisivo inolvidable, el de Clara Aldán en la serie Los gozos y las sombras, una de las más populares de la historia de la televisión en nuestro país. Millones de espectadores se quedaron boquiabiertos con aquel capítulo en el que Clara se masturbaba, algo jamás visto en televisión hasta entonces. “Fue difícil porque, en aquella época, aunque ya habían pasado cinco años de democracia, la escena de una masturbación en televisión era algo que me imponía mucho respeto. Tuve que ser libre por dentro para hacerla. Supuso la escena de más éxito de mi carrera a nivel popular. Creo que fue muy impactante”, asegura la actriz.

Los gozos y las sombras disparó su popularidad y, convertida ya en actriz seria y respetada, Charo López regresó al ruedo cinematográfico. La vimos en La colmena de Mario Camus o en Epílogo, de nuevo con Gonzalo Suárez, película que fue premiada en Cannes. Y en otras como Los paraísos perdidos de Basilio Martín Patino o Tiempo de silencio de Vicente Aranda. Pero cuando parecía estar en el mejor momento de su carrera cinematográfica, Charo López sorprendió a todos marchándose a Argentina para hacer teatro en donde estuvo dos años. “Me dio mucha moral como actriz. Deje de tener complejo de guapa”.

Aquel subidón que le dio su trabajo sobre las tablas le animó a intentar cumplir un viejo sueño: hacer comedia. “Cuando volvió de Argentina a mediados de los 90, decidió dar un giro a su carrera y adaptó un texto de Darío Fo, que se titulaba Tengamos el sexo en paz. Hoy en día están muy de moda los monólogos y el “stand-up comedy”, pero a principios de los 90, en España nadie sabía qué era eso. Ella fue la pionera y hablando de sexo y en un espectáculo producido por ella. Estuvo de giro por España y en Buenos Aires casi cinco años”, nos contaba Chema de la Peña, cuando hablamos con él por su documental Me cuesta hablar de mí.

En lo que respecta al cine el director fundamental en su carrera ha sido Gonzalo Suarez que la ha dirigido en siete películas, algunas ya citadas y otras como Don Juan en los infiernos o El detective y la muerte. En 1991 fue candidata al Goya por Lo más natural, a las órdenes de Josefina Molina y con Miguel Bosé de compañero. Un Goya que finalmente ganaría en 1998 con su personaje de Secretos del corazón de Montxo Armendáriz.

En los últimos años Charo López ha seguido trabajando incansable en televisión, teatro y cine. Su última película hasta la fecha es Baby de Juanma Bajo Ulloa, estrenada en 2020. Ahora acaba de cumplir 80 años. Lo de envejecer dice llevarlo regular, pero como ella misma cuenta en el documental de Chema de la Peña, su carrera de actriz, con sus épocas buenas y malas, es algo que no cambiaría por nada. “Es un privilegio. Me ha hecho la vida mucho más fácil y he conseguido ser muy feliz en una profesión en la que es difícil llegar a saborear tantos momentos preciosos. Si volviera a nacer, querría volver a ser como soy”.