Líderes indecentes

Barcelona

El parte de hoy es de los más tristes. Primero porque Hamás siguen teniendo secuestradas y amenazadas a 200 personas, en su mayoría israelíes. Y porque corren rumores de ejecuciones de algunas de ellas. No olvidemos ese atropello continuado, aunque de él no tengamos imágenes; no lo olviden tampoco los más entusiastas de la causa palestina en solitario. Del que sí tenemos constancia gráfica es de la invasión terrestre de los tanques y carros de Netanyahu a la franja de Gaza, y de bombas y cohetes estallando sobre las casas y escuelas.

En el caso israelí, la producción de hechos horrorosos y antipáticos se renueva a diario. El Gobierno ultra de Tel Aviv amenaza con bombardear a tres hospitales de la capital. Uno de ellos, el Quds, alberga 10.000 personas, refugiados y niños, y la Media Luna Roja asegura que su evacuación es imposible. Si no es por humanidad, eviten bombardearlo, al menos por un cálculo inteligente: esa matanza nada bueno aportaría a la causa judía, que no es necesariamente la de sus dirigentes ultras.

La propaganda de estos asegura que ya ha destruido 450 centros y refugios desde los que operaba la dirigencia terrorista de Hamás. Quizás sí; quizás, no. ¿Cómo creer que esa administración conozca tanto detalle de dónde está el enemigo, cuando no supo con antelación que este preparaba la carnicería en la fiesta musical del desierto? Y ¿qué credibilidad tiene Bibi, quien ahora dice que nadie le informó, y luego se autodesmiente ante la ira de los servicios de espionaje civil y militar?

En esta guerra los líderes exhiben especial indecencia. Los únicos buenos parecen ser los muertos, y los destinados a morir. Tengámoslos presentes.