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'Vidas pasadas': Celine Song demuestra que el amor puede no ser tóxico en la película indie del año

La directora de origen coreano firma el fenómeno del año, un precioso drama que cambia la forma de contar el amor en el cine con una historia sobre la identidad, los recuerdos y la pareja

Fotograma de 'Vidas pasadas' / WANDA FILMS Y ELASTICA / Courtesy of Twenty Years Rights/

Fotograma de 'Vidas pasadas' / WANDA FILMS Y ELASTICA

Madrid

Hay películas capaces de marcar a toda una generación. Olvídate de mí, con uno de los peores títulos traducidos de la historia reciente, fue una de ellas. Dirigida por Michel Gondry y con Jim Carrey y Kate Winslet, hablaba directamente a una generación a la que le costaba entablar relaciones, conocer y reconocer el amor y hacerlo durar en un mundo abatido, a diferencia de lo que ocurría con respecto a la generación de sus padres. Fue la película hipster de los 2000 y es, muy significativamente, la película que ven los protagonistas de Vidas pasadas, uno de los fenómenos indies del año, capaz de dar el relevo a la película de Gondry adaptándose a las nuevas formas de amor y contando el relato desde la mirada femenina.

"Es cierto que es difícil ver el amor representado de una manera positiva y saludable, pienso que los creadores se enfrentan con el problema de que entonces no sea un guion suficientemente dramático", decía la directora Celine Song que debuta con esta película basada en su propia experiencia sentimental. Apunta la creadora a un hecho social, el cambio en cómo se perciben las relaciones y el amor en esta sociedad post me too y post pandemia, tal y como describe a la perfección Eva Illouz en El fin del amor, donde expone cómo este capitalismo tardío en el que vivimos juega un rol en la intimidad de las parejas, donde el amor se termina pronto o ni siquiera llega a comenzar.

Ese cambio en los relatos que apunta Song tiene que ver con que hemos vivido el auge del movimiento feminista, que ha puesto patas arriba la concepción de las relaciones y del amor romántico, cambiando algunas ideas preconcebidas que sí existían en esas películas de hace una década. También es importante la incorporaciones de jóvenes directoras, como ella, que han contado las cosas de otra manera. "La película surge también de un momento en que estaba pensando en qué es el amor y lo difícil que es amar y ser amado", indica la directora. "Eso era el núcleo de lo que quería contar, en lugar del sufrimiento y la toxicidad, ir a un lugar más filosófico y profundo. Y creo que así es como quería que se representara el amor, como algo que necesita escucha para poder entenderse, aunque a veces implique también pelear", añade durante una entrevista en la Cadena SER en el Festival de San Sebastián.

Fotograma de Vidas pasads

Fotograma de Vidas pasads / ELASTICA

Fotograma de Vidas pasads

Fotograma de Vidas pasads / ELASTICA

Ahora todo es menos oscuro y mucho menos tóxico en esta relación a través que estable la película, que auguramos será el filme de cabecera de una nueva generación de jóvenes, donde lo identitario y la cuestión de echar raíces, debido a la globalización, está más presente que nunca. "La doble identidad está en el centro de la película. Vemos dos culturas diferentes, dos idiomas y un personaje que cruza el océano Pacífico", reconoce Song. La inmigración, la necesidad de romanticismo, el matrimonio, el choque cultural y el trabajo como elemento básico para conformar las relaciones en el mundo de hoy, son los temas que aparecen en la película que, más allá de ser una tierna historia de amor, es un retrato de cómo nos relacionamos hoy.

"También sé que hay en la historia una parte universal, porque en la vida todos tenemos, de alguna manera, dos identidades. Todos tuvimos una vez 16 años y ahora ya no los tenemos, eso son dos identidades también. Hay un yo de 16 años en el que sé que pensaba como una chica diferente de la que soy ahora. Eso significa algo muy específico de ti. También influye el lugar donde estás". La vida de Celine Song es similar a la de su protagonista. Se mudó junto a su familia, cuando era una niña, de Corea a Canadá y Estados Unidos, tal y como hace la protagonista de su primera película, interpretada por Greta Lee. En ella, la autora investiga en su propio guion el concepto coreano de In-Yun, que explica cómo nosotros y las personas de nuestro alrededor no son más que una versión reciente de nuestras vidas pasadas.

"Hay una especie de vida moderna, pienso en una persona moderna que trabaja y que ambiciona lograr sus sueños. Que se muda, se va a otro lugar a conseguir ese sueño y no es suficiente. Creo que habría que prestar atención a cómo es esa experiencia, porque creo que mucha gente conecta con esa sensación. Sobre todo en el caso de las mujeres. Lo veo todos los días, veo a mujeres que tienen sueños y ambiciones en sus carreras, pero que ven como sus parejas les dejan por ello. No creo que haya que eligir entre vida familiar y trabajo, creo que es bastante antiguo eso", explica sobre uno de los conceptos que pone en jaque, volviendo al ensayo de Illouz, la durabilidad de las parejas, el trabajo, los celos no solo hacía terceras personas, sino hacía las carreras profesionales del otro.

La película no demoniza a ninguno de los personajes de este triángulo. Eso es lo novedoso y lo positivo, signo también de una nueva época donde las relaciones pueden vivirse sin toxicidad. Es brillante la escena donde el marido americano, el personaje del actor John Magaro, explica con humor por qué es el malo de la película. Y es que la vida, dice el guion de Vidas pasadas, no funciona como en las comedias románticas, eso de la media naranja por fin dejó de tener sentido, como deja claro el guion poético, filosófico, inteligente y feminista de esta película. "La forma en que concibo el amor está supeditada a mi propia subjetividad. Y ahí está también lo que pienso sobre la masculinidad. Es algo que se ve en la película. Es esa manera en que la masculinidad es capaz de ser paciente, de hacerse a un lado para que la persona que te importa, esa mujer que te importa en este caso, pueda experimentar algo a su manera y darle el espacio para hacerlo. Eso es lo más romántico y atractivo para mí de la masculinidad. Y eso es lo que quería mostrar, porque es como veo el mundo".

La necesidad de apego emocional es otro de los temas en los que escarba con sutiliza la directora apoyándose en los diálogos y en los planos abiertos que reflejan la belleza de las dos ciudades, Nueva York y Seul, frente a los primeros planos de los personajes cuando se hayan en los interiores de las casas, de los restaurantes o cafés o en esas conversaciones por ordenador, que muestran la manera en la que muchas relaciones se construyen en este mundo donde lo tecnológico marca todo lo demás.

Hay algo de ese concepto de "amor líquido" de Bauman, pero la película transciende el vacío generacional. Sí es curioso el retrato de cómo las parejas se conocen en los mismos círculos, como una residencia para artistas, comparten los mismos gustos cinéfilos y literarios, se casan por puro pragmatismo, una green card, o pagar menos alquiler, y convertimos todo en rutina en una rueda que la sociedad capitalista quiere que no deje de girar y producir. Por eso, el encuentro entre estos dos amigos rompe esa inercia temporal, es la nostalgia de aquello que no pudo ser, que estuvo en las vidas pasadas y que igual está en las vidas futuras.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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