Kica Echánove, la enfermera del Reto Pelayo Vida: “Eché de menos un fisio o un nutricionista durante el cáncer”
La participante toledana ha superado todo tipo de adversidades personales antes de lanzarse a por el desafío de Patagonia, que ya encara su recta final
El Chaltén (Argentina)
Las integrantes del Reto Pelayo Vida se aproximan al objetivo de la presente edición, alcanzar la cumbre del Cerro de Gorra Blanca, a casi 3.000 metros de altitud. Anna, Sonia, Kica, Laura y Yolanda ya han establecido contacto visual con la montaña tras completar la etapa reina del desafío, y aunque el frío y las condiciones adversas aumentan con la llegada de viento desde la zona chilena de los Andes, las aventureras permanecen igual de animadas y unidas.
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Durante la extensa jornada de 10 horas de travesía, las cinco mujeres han debido superar zonas de neveros, de hielo sobre la roca, secciones de gran desnivel y que llegan a los 45 grados o un viento frontal que ha ralentizado el ritmo por la dificultad al caminar. Además, los crampones y raquetas han entrado en acción sobre la nieve y el hielo. En un balcón con vistas a la placa de hielo continental, la expedición consigue armar el campamento improvisado sobre la que intentar descansar mientras la sensación térmica continúa descendiendo antes de la recta final del Reto Pelayo Vida.
Pese a las dificultades, dentro del grupo sigue sobresaliendo el carácter arrollador y ‘terremoto’ de Kica Echánove. La toledana, de 46 años, se ha tenido que rehacer en infinidad de ocasiones en los últimos años. Enviudó cuando sus dos hijos eran pequeños y en 2020, le tocó asistir en primera persona a los estragos de la pandemia: “Soy enfermera de geriatría, y en mi centro sufrimos un brote importante donde perdimos a la mitad de los pacientes. A algunos de ellos los llevaba cuidando 15 años”. Cuando meses más tarde llegaron las vacunas, una reacción muy fuerte tras inyectarse la dosis provocó que Kica descubriese que padecía cáncer de mama.
El deporte siempre ha estado presente en su vida, también durante y después de la enfermedad: “Antes del cáncer hacía running, maratón, algún ‘ultra’... Pero en mi primer ciclo de tratamiento, intentando correr, pillé unas anginas con las defensas bajas y me tuvieron que ingresar 15 días. Ahí me dijeron que nada de deporte”. Al final, el cambio de hábitos y rutinas hicieron mella en Kica: “Acabando la quimio me vine abajo y tuve que tirar de psicooncóloga. Una vez acabados los ciclos, el deporte me vino muy bien para recuperarme. Me hice la Behobia de San Sebastián al poco tiempo”. Su condición de amante del deporte y de la vida saludable le ha venido como anillo al dedo para conseguir adaptarse a los “entrenamientos espartanos” que impuso para el verano la directora deportiva del Reto, Rocío Monteoliva.
Pero Kica también ha sacado en claro conclusiones como enfermera sobre el proceso para superar el cáncer: “Ser paciente es duro cuando eres profesional de la salud, pero mis compañeros me ayudaron en el proceso. Al oncólogo le dije que hay que trabajar más el apartado multidisciplinar, como el deporte o la nutrición. Eché de menos que en mi equipo de oncología hubiese un fisioterapeuta o un nutricionista. Yo perdí 13 kilos, y por ejemplo, supe a posteriori que un entrenamiento de fuerza era bueno durante el tratamiento”.
Recuperada a tiempo para el Reto Pelayo Vida, Kica y sus cuatro compañeras tienen ya entre ceja y ceja el Cerro de Gorra Blanca, donde la toledana espera sacar todas sus emociones: “Lloraré mucho, superará mis expectativas, por el esfuerzo y por lo que representa llegar ahí. Llevo mucha gente que ya no está dentro de mí”.