La estrategia de Feijóo: la calle como hábitat, el insulto y la descalificación

Empezamos la semana pensando que hoy puede ser el día, pero es que claro, la terminamos pensando lo mismo, pensando que el acuerdo entre el PSOE y Junts estaba casi hecho, que se iba a registrar la ley de amnistía y que Francina Armengol iba a convocar el pleno de investidura, y nada de eso pasó, aunque parece que solo se trató de un retraso. El acuerdo está prácticamente cerrado y puede que ahora se produzca lo que esperábamos para antes del viernes.

En su más puro estilo, Puigdemont está tensando hasta el último momento. Quiere que su gente crea que él no es como Esquerra, que se lo hace pasar mal al gobierno, aunque de hecho está haciendo lo mismo que sus antiguos socios independentistas, negociar, y se ha quedado sin poder ofrecer a sus electores todo lo que Esquerra ha conseguido, por eso será interesante y necesario conocer los términos del acuerdo entre el PSOE y Junts, conocer cómo lo cuenta Junts y conocer, de una vez por todas, cómo queda redactada la proposición de ley de amnistía, cuyo registro en el Congreso será inmediato en cuanto se firme el acuerdo.

Todo esto tiene al PP soliviantado y en la calle y haciendo un ejercicio de hipérbole declarativa que ya está instalada en el insulto y la descalificación y ya no solo contra Pedro Sánchez, sino también contra todo aquel socialista que le apoye. A gritos intentó presionar ayer Alberto Núñez Feijóo a los socialistas que no estén de acuerdo con lo que decide y hace su secretario general, por cierto que en la consulta a la militancia salió un 87 por ciento de apoyo.

Feijóo, al que la encuesta de 40dB que publicamos hoy en la SER y El País le da una ligera subida, que parece haber encontrado en la calle su hábitat perfecto para hacer oposición, ya que es allí donde centra toda su estrategia el PP, la descalificación en tono y con aires de mitin permanente, augurando el fin del mundo si se reedita un gobierno progresista. No sé qué deja el PP para el Parlamento, que es donde realmente debe hacer oposición.

Son tiempos ciertamente extraños para la política. El Gobierno de España se está negociando fuera, en Bruselas, porque uno de sus protagonistas no puede pisar España, y la oposición se ha echado al monte en una escalada verbal y declarativa que parece no tener fin. Pero lo que es peor, nadie puede asegurar que la formación de un nuevo gobierno permita que las aguas vuelvan a su cauce.