La reina del cine español de los años 40
Se cumplen 10 años de la muerte de Amparo Rivelles la protagonista de películas como El clavo; Malvaloca o Hay que deshacer la casa
Cuentan que en los años 40 casi todos los guiones españoles pasaban por las manos de Amparo Rivelles. Sólo cuando ella los rechazaba, se los ofrecían a otras actrices. “Yo hacía lo que me daba la gana. Me trataban divinamente. Tenía un contrato fabuloso donde podía elegir el director, el protagonista, el operador, el argumento… Cosa que no hacía porque siempre me proponían lo mejor de aquel momento y no tenía que hacer valer mis derechos de contrato. A mí me ofrecían rodar una película que no me gustaba y no la hacía”, decía.
Su nombre era el mejor reclamo para llenar los cines y su rostro estaba en todos los afiches, portadas de revistas y carteles. Era alta, elegante y con unos ojos enormes. La productora CIFESA la fichó en exclusiva y comenzó a promocionarla con el eslogan “el rostro más bonito del cine español”. “Nunca me he considerado tan guapa como me han visto los demás”, recordaba a menudo la actriz. “Sabía que era guapa, pero nunca me he considerado una belleza”.
Nació en Madrid el 11 de febrero de 1925. Sus padres eran dos leyendas del teatro: Rafael Rivelles y María Fernanda Ladrón de Guevara. Era hermana de Carlos Larrañaga y tía de los hoy actores Amparo Larrañaga y Luis Merlo. “Por una parte, es muy importante llevar unos apellidos como los míos, pero por otro es un hándicap, porque te exigen mucho más que a cualquier otra persona que no los tenga eso”, aseguraba.
Sus padres se separaron pronto y la niña se crio entre las bambalinas de los teatros de la capital donde actuaba la compañía de su madre. Según ella misma contaba, se hizo actriz con 13 años sólo para que le dejaran salir por la noche y con 16 debutó en el cine en 1941 con un pequeño papel en la película Mari Juana. Su primer gran éxito llegó al año siguiente con la película Malvaloca, dirigida por Luis Marquina. “Tengo mucho cariño a Malvaloca porque me dio dos grandes éxitos en el teatro y en el cine. Cumplí 15 años haciéndola y es un personaje de una mujer muy vivida, una prostituta de treinta y tantos”, recordaba. En Malvaloca coincidió por primera vez con Alfredo Mayo, la gran estrella masculina de aquellos años con la que formaría pareja y rodaría varías comedias como Un caballero famoso o Deliciosamente tontos. Su noviazgo con Alfredo Mayo fue seguido por el público como si de un cuento de hadas se tratase. En las calles se hicieron algunas coplas al respecto, alguna de muy mal gusto.
Muy pronto fue evidente que era “demasiada actriz” para historias ligeras y le buscaron un galán dramático a su altura, Rafael Durán, con el que rodaría varias películas como Eloísa está debajo de un almendro, El clavo o La fe. En esta última interpretaba a una mujer que se enamoraba perdidamente de un sacerdote. En una revista de la época Rafael Durán explicaba orgulloso que se había internado durante unos días en un seminario para preparar su personaje. Amparo Rivelles, en cambio, comentaba: “Pues yo tendría que haberme instruido en una casa de putas...”.
Su ácido sentido del humor descolocaba a todo el mundo. También su carácter independiente y su autosuficiencia, nada que ver con la imagen de la mujer española que se tenía por entonces. Siempre defendió a capa y espada su condición de soltera. Fue madre sin pasar por la vicaría y nunca reveló el nombre del progenitor, algo que provocó un auténtico escándalo en la época al que ella se enfrentó con entereza. A pesar de todo, su tirón en las taquillas no se resintió. Probó el cine histórico en películas como Fuenteovejuna, Alba de América o La leona de Castilla e incluso se puso a las órdenes de Orson Welles en Mister Arkadin.
En 1957 se trasladó a México contratada para hacer una gira teatral de seis semanas. Lo que en principio iba a ser una corta temporada acabó convirtiéndose en una estancia de más de dos décadas. Allí hizo cine, teatro y numerosos culebrones de televisión. En 1978 regresó a España. La Coquito de Pedro Masó marcó su retorno al cine nacional pero su verdadero reencuentro con el público llegó con la serie de televisión Los gozos y las sombras donde recibió las mejores críticas. Desde entonces la actriz no dejó trabajar, ya fuera en el teatro, la televisión o en películas como Soldados de plomo; Hay que deshacer la casa, por la que ganó un Goya; Esquilache e incluso dándole la réplica a Isabel Pantoja en El día que nací yo.
Poco a poco la actriz fue dejando el cine para dedicarse casi por completo al teatro, el medio en el que se sentía más a gusto. “Necesito el calor del público. La reacción humana que hay en un escenario en donde tienes compañeros que te apoyan más que una simple cámara que es mucho más fría”, explicaba. Representó por toda España obras como Paseando a Miss Daisy o La brisa de la vida. En el año 2006 anunció su adiós a los escenarios y se retiró discretamente. Nunca quiso escribir sus memorias. Cuando le preguntaban por qué siempre decía que sus cosas eran solo suyas. Murió el 7 de noviembre de 2013 a los 88 años. Según su deseo, la capilla ardiente se instaló en el Teatro Alcázar de Madrid, el lugar donde vivió muchos de sus éxitos. Fue, sin duda, la gran estrella del cine español de los años 40 del siglo XX. “Yo me consideraba una chica que tenía la suerte de trabajar en lo que le gustaba y no tenía la sensación de ser una gran estrella ni una persona muy importante. Nunca la he tenido”, afirmaba modestamente.