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Isabel Coixet: "Hay que admitir que tu corazón te puede decir una cosa, tu cabeza, otra, y tu coño, otras"

La directora adapta la exitosa novela de Sara Mesa en 'Un amor', un fantástico drama sobre el deseo, la obsesión y las dinámicas de poder que protagonizan Laia Costa, Hovik Keuchkerian y Hugo Silva

Entrevista | Isabel Coixet, Laia Costa y Hugo Silva por 'Un amor'

Entrevista | Isabel Coixet, Laia Costa y Hugo Silva por 'Un amor'

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Madrid

El cine de Isabel Coixet puede leerse como una alternativa a los discursos establecidos. Ya sea a un cine patriarcal que siempre ha mirado de abajo a arriba a la mujer. Ya sea describiendo personajes complejos, llenos de dudas y de contradicciones, torpes y carismáticos ,y a veces algo odiosos. La suya siempre ha sido una mirada distinta en el cine español que ha tenido una constante, protagonistas solitarios, aislados de sí mismos y de todo lo demás, envueltos en paisajes y atmósferas muy particulares, como las playas de Benidorm, el Polo Norte o aquella plataforma petrolífera de La vida secreta de las palabras. La cineasta catalana, la única directora de nuestro país que ha competido en Cannes, Berlín, Venecia y ahora San Sebastián, vuelve a adaptar una novela, como ya hizo con La librería o El animal moribundo, con la que desde el primer momento se sintió representada por su protagonista.

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"Yo me sentí enseguida identificada, identificada en todas sus cualidades y en todas sus contradicciones, en el paso del mundo, quiero aislarme, o en que no le gusto suficiente a esta persona. En toda esa cosa que tenemos de ruines todos. Hay que aceptar que todos tenemos manchas y siento que no queremos ver a un personaje que nos devuelve una imagen de nosotros mismos que no es esta imagen idealizada que tenemos. No queremos la mancha, queremos ser buenas personas, queremos estar del lado bueno de las cosas siempre. Y las personas no somos de una pieza. Esa complejidad de Nat es lo que me gustó a mí", defiende de este personaje al que la propia autora, Sara Mesa, ha calificado como uno de los más odiados de la literatura reciente. Para Coixet, sin embargo, es una heroína. "Yo no sentí nunca esa antipatía, es importante a veces entender más e intentar juzgar menos. Luego yo soy la primera que juzga, pero para mí Nat es una heroína", responde.

Nat es una mujer que huye de su vida. Deja la ciudad, parte de su trabajo, sus amistades, su pareja. Todo. Y se refugia en el campo, en un pueblo perdido. Allí coge la casa más destartalada, el perro más hecho polvo y decide empezar de cero, sin nadie a quien dar explicaciones y sin ganas de socializar. Pero no es sencillo. Las dinámicas de poder están en todas partes, incluso en la aparentemente idílica vida rural. También la desigualdad, de género y de clase. Los vecinos imponen nuevas normas, el trueque viene a dominarlo todo. Laia Costa encarna a esta mujer llena de contradicciones, obsesiones y fantasmas en otra formidable interpretación con la que podría ganar su segundo Goya consecutivo.

"Yo también he estado ahí, también la he juzgado antes de empezar el proceso creativo, de ser sus zapatos y de sentirla. Y después te das cuenta de que el ejercicio de la empatía es un ejercicio que no sabemos hacer. Yo entiendo lo que te pasa, pero no lo he vivido, pues entonces no lo entiendes. Tienes que pasar por eso, por esa piel, para entenderlo realmente. Sara Mesa es una escritora que está todo el rato destacando esas contradicciones y luego, cuando Isabel me pasó el guion, también ella las trata muchísimo en todas las películas que ha hecho, sobre todos en esos personajes femeninos. Yo siempre me pregunto, si fuera un hombre, ¿sería diferente? ¿Sería más fácil de entender? Lo pregunto porque siento que a veces no se juzgan tanto", explica en conversación con la SER y abre uno de los grandes melones de la película.

¿Cómo percibimos a ese personaje y qué dice de nosotros esa percepción? "¿En serio después de ver la peli la antipática es ella, ¿en serio? ¿Qué estamos haciendo mal? De todos los personajes que la rodean, es enfermizo si lo piensas así. Es como señalizar a la víctima. Culpabilizar a la víctima", replica tajante la actriz. Un amor, la novela y la película, es una disección del deseo femenino, del amor, la palabra más manoseada en cualquier idioma, y de la violencia callada que sufren las mujeres que se explica a través de la relación con cuatro hombres, que representan varios tipos de masculinidades. Está el casero agresivo de Luis Bermejo, está el distante alemán de Hovik Keuchkerian, el vecino pijo de Francesco Carril y el falso aliado de Hugo Silva. "Una hez de personaje", según describe Coixet entre risas, que le hace todo el rato mansplaining.

"Este tipo de personaje es un poco como en la sociedad en la que vivimos. Esa falsa amabilidad con algo de victimismo, ese decir, yo lo único que quiero es que tú estés bien. ¿Qué le vas a decir? ¿Qué le vas a echar en cara? Realmente es un narcisista, es un tipo de personaje que realmente existe. Hay mucho Píter por ahí suelto. Y creo que nosotros somos un poco Píter a veces porque seguimos esa corriente narcisista que hay. Estoy muy orgulloso de haber hecho un personaje que sea tan hez porque creo que hay algo de labor social", dice entre risas el actor y sigue. "Si alguien de repente ve la película y dice, hostia, este tío me recuerda a Pepito, a Manolito, a tal, que lo mande al carajo directamente. Es lo mejor que se puede hacer", aconseja y plantea a su vez un debate:

- Laia Costa: Todas estas agresiones las hemos hipernormalizado. Por eso no vemos la agresión. Por eso dicen, qué exagerada, si no te ha hecho nada, qué violencia ¿Quién no ha tenido un amigo que propone lo que propone Píter con una cenita y un vino? No sé si los Píter del mundo saben que son Píter.

- Hugo Silva: No, no lo saben. Lo peor es eso.

- Pepa Blanes: Creen que son hombres de izquierdas. Totalmente deconstruidos.

- Hugo Silva: Incluso se pueden pintar las uñas de negro. De verdad, que sí.

A diferencia de la novela, Coixet, da algunas concesiones, como que el espectador pueda conocer el trauma al que se ha enfrentado en su trabajo, como traductora de víctimas de violencias y abusos de migrantes, y arriesga con un final maravilloso. En el camino, la historia nos introduce en una espiral de enganche, de deseo y de huida hacia adelante. No se entiende al personaje, pero a la vez se entiende cada cosa que hace. Todas hemos estado ahí, son los exabruptos del amor romántico, que tan bien ha definido la antropóloga Mari Luz Esteban y que a pesar de que hayamos avanzando en esto del feminismo y de la igualdad, a todas nos cuesta aceptar. En Un amor el sexo es también parte de ese trueque y la directora consigue filmar una película sobre el deseo femenino en tiempos del Me Too. Poderosas escenas de sexo, que son consecuencia de un deseo, no siempre límpido, pero no por ello menos real. "Diciéndolo de una manera muy bruta que quizá ofenda a ciertos espectadores y oyentes, yo creo que admitir que tu corazón te dice una cosa, tu cabeza te dice otra y tu coño te dice otras son cosas que tenemos que admitir y que es así. Y que eso también nos conduce a situaciones que preferiríamos no asumir. El problema del deseo femenino y cuando uno lo muestra de esa manera es que las mujeres pagamos un precio por el deseo siempre que yo lo calcularía en el triple de un hombre", sentencia.

En Un amor, reverso de una Bella y Bestia alejada de los clichés del cuento de hadas que Disney nos vendió, Coixet vuelve a demostrar que es una excelente directora. Hay imágenes poéticas, encuadres que insinúan y una tensión creciente que revela la presión de la comunidad sobre el individuo, la invasión de la privacidad y el señalamiento. Algo que la propia cineasta ha sentido en la industria. "Pensaba que ahora como soy una señora mayor ya les daré igual, pero no. Es curioso como hay algo que tristemente no cesa. Tengo la piel más curtida, sí, me siguen afectando cosas, pero las coloco en su sitio y a la vez pienso, joder, me podían dejar en paz. Siento también el privilegio de seguir haciendo películas y de seguir haciendo las películas en las que creo, las que defiendo y que me gustaría a mí ver como espectadora", concluye.

 
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