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"En Atapuerca nos tocó la lotería como arqueólogos, es hora de que les toque a los demás"

Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro relatan en un libro la historia de las excavaciones que alumbraron al Homo Antecessor en la sierra de Burgos

"En Atapuerca nos tocó la lotería como arqueólogos, es hora de que les toque a los demás"

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Madrid

La recreación de uno de los fósiles hallados en Atapuerca ilustra la portada de 'Homo antecessor. El nacimiento de una especie', el nuevo libro de Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro que hace balance de su fértil tarea en las excavaciones burgalesas justo cuando están a punto de cumplirse 30 años de uno de sus principales hallazgos. Esa imagen, que ha reconstruido el anatomista y dibujante Mauricio Antón, describe a una niña de entre 9 y 11 años, tez morena y pelo oscuro que con casi toda seguridad podría hablar, era perfectamente bípeda y tendría una apariencia no muy distinta a la nuestra, debido a su morfología facial. "Posiblemente, vestida con ropa actual, podríamos meterla en el metro y pasaría inadvertida, seguramente habría otras personas que nos llamarían más la atención", ha contado Bermúdez de Castro, que junto a su colega Eudald Carbonell, se han asomado esta tarde en La Ventana para conversar sobre la evolución humana.

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Ambos son los padres de uno de los hallazgos más extraordinarios realizados en las excavaciones de Atapuerca el 8 de julio de 1994 cuando la súbita aparición de dos dientes ¡humanos! permitió a sus autores situar en la filogenia evolutiva humana a una nueva especie. Ahora ambos han plasmado su experiencia personal de décadas de pico y pala en un libro que esperan pueda servir para despertar nuevas vocaciones entre los futuros arqueólogos y paleontólogos. "Con ese deseo también lo hemos escrito, esperando que pueda sembrar la curiosidad y el interés por estudiar algo tan apasionante como la evolución humana", cuenta Carbonell.

La cara del Homo antecessor es muy parecida a la nuestra

Narrado en primera persona y con buenas dosis de humor, el libro recorre las dificultades, anécdotas, éxitos (muchos) y frustraciones (algunas) de toda una vida entre excavaciones en una época en la que los arqueólogos usaban botijo, comían de menú y se desplazaban en un Land Rover de tercera mano que a duras penas alcanzaba los 80 km/h y al que jocosamente bautizaron como el 'Halcón Milenario', en un guiño a la nave de Han Solo en Stars Wars. "Ha sido una vida intensa, no me he aburrido ni un minuto y hemos tenido la inmensa suerte de de encontrar hallazgos extraordinarios. Las cosas malas nos han servido para seguir trabajando y no desfallecer. Y al final, aunque ha costado, la comunidad científica se ha rendido a la evidencia", explica Bermúdez de Castro. "El Homo Antecessor tiene una morfología muy moderna, su cara es muy parecida a la nuestra, son el principio de la humanidad moderna. Vamos a saber pronto muchas más cosas porque el ritmo de excavación en Atapuerca augura muchos más hallazgos. Por ahora conocemos que eran caníbales, practicaban un canibalismo cultural común en la época", ha añadido Carbonell.

El hasta dónde podremos llegar con el conocimiento científico es un enigma: "La respuesta es que no lo sabamos. Todo depende de que se pueda excavar en el lugar y el momento adecuados. Por ejemplo, consideramos que una de las zonas clave para darnos pistas esenciales sobre un posible ancestro común, una madre enigmática de la que pudieran haber derivado el resto de especies de homínidos, sería Oriente Próximo, territorios que ahora mismo desgraciadamente están en guerra y donde no va a a ser fácil emprender excavaciones científicas en mucho tiempo. Pero mientras no aparezca esa posible madre enigmática, lo más cercano que tenemos a ese hipotético ancestro común es nuestro Homo Antecessor".

Cuando Carbonell y Bermúdez de Castro empezaron a excavar en Atapuerca la zona no tenía ningún tipo de protección de patrimonio, hasta el extremo de que, como relatan en este libro, unas maniobras de zapadores de un acuartelamiento militar colindante provocó una explosión con no pocos destrozos fósiles en 1989. Gracias al tesón y a la perseverancia del equipo científico de Atapuerca, el yacimiento es ahora Patrimonio Mundial de la Unesco, y sus hallazgos han sido bendecidos por las principales revistas científicas del mundo.

 
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