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La extraña hija de Descartes o los primeros pasos de la Inteligencia Artificial

Marta Fernández habla en su Academia de Saberes Inútiles sobre una de las leyendas más extrañas en torno al filósofo francés

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Que ya está todo inventado es algo que se ha dicho hasta la saciedad. Ni siquiera la Inteligencia Artificial ha nacido de repente en nuestra época, ya que la creación de seres pensantes tecnológicos ya existe desde hace siglos. Como mínimo, desde poco antes de la Ilustración, es decir, la época de Descartes. En esta Academia de Saberes Inútiles, Marta Fernández ha contado para 'La Ventana' la extraña historia de la hija del filósofo y cómo este intentó convertirse en el doctor Frankenstein.

Muchos hemos estudiado o conocemos el método Descartes, el pensamiento racionalista de uno de los padres de la filosofía moderna, pero poco sabemos realmente de su privada. Y es que este ilustre francés fue padre de Francine, una hija ilegítima que hacía pasar por su sobrina y que falleció a los cinco años de escarlatina. Descartes cayó en una profunda depresión (lo que entonces se conocía como "melancolía") y se encerró en su casa de Ámsterdam para maquinar un plan para traer a Francine de vuelta a la vida: crear un autómata.

Esta leyenda nunca ha podido ser demostrada, pero sí es cierto que Descartes siempre mostró cierta inclinación u obsesión por el concepto de los autómatas. Por ejemplo, nunca se atrevió a publicar 'Tratado del hombre' por miedo a la Inquisición, ya que en dicha obra comparaba a los humanos con las máquinas. Incluso en sus propios diarios fantaseó con la idea de construir un autómata bailarín, una paloma y un perro.

Descartes nunca vio a su hija autómata

Tampoco se le vio nunca a Descartes con su supuesta hija autómata (que según el mito era capaz de hablar, escribir y hacer ecuaciones), solo con un misterioso baúl de marquetería con el que siempre viajaba. Y así lo hizo cuando la Reina Cristina le llamó a Suecia para trabajar en su corte en 1649. La travesía por el Mar del Norte no fue agradable para el pensador ni para la tripulación, que conocía los rumores en torno a la hija autómata del francés y estaba plenamente convencida de que aquel baúl les traería mala suerte durante la navegación.

Harto de las habladurías, el capitán del barco irrumpió en el camarote de Descartes, descubrió a la hija robot y la arrojó por la borda convencido de que era una creación demoníaca. En este punto de la historia, la leyenda se bifurca. Unos apuntan a que el filósofo mató al capitán; otros, que no volvió a salir de sus aposentos hasta llegar a tierra. Lo que es seguro es que Descartes murió de una neumonía meses después de llegar a la Corte de Suecia.

Como bien termina de contar Marta Fernández, "verdadera o imaginaria, la Francine de Descartes es la abuela de otros autómatas, inteligencias artificiales y señoras digitales que luego nos ha regalado la ficción".

 
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