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Ken Loach: "Si la gente tiene esperanza, vota a la izquierda. La derecha quiere que estemos desesperados"

El legendario director británico se despide con 'El viejo roble', un emotivo canto a la esperanza que invita a la clase obrera a defender y convivir con los migrantes en medio del auge de la extrema derecha

'El viejo roble', Ken Loach se despide con un emotivo canto a la esperanza y la convivencia

'El viejo roble', Ken Loach se despide con un emotivo canto a la esperanza y la convivencia

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Cannes

La esperanza, la noble impulsora, como la llamó Goethe, es clave para la agenda política. Sin ella no hay horizonte. Lo sabe bien uno de los directores más importantes del cine europeo, Ken Loach, siempre combativo y siempre esperanzador ha contado con dignididad la vida y misera de la clase obrera, esa que perdió todavía más derechos con la llegada de Thatcher y el neoliberalismo. Su filmografía se ha sustentado en mostrar que la clase obrera sufre, lucha, sobrevive y se divierte y en intentar que el cine sirva también para ellos.

"Es una fuerza potencial", dice Ken Loach a sus 87 años desde Cannes. "Sería como ese vapor que se escapa de una tetera pero no acaba produciendo nada. Necesitas un motor para cambiar eso. Y eso es lo que nos falta, pero el poder está ahí. Nos falta encontrar un instrumento político que coja esa fuerza y la aproveche . Ahí está la lucha. El otro peligro es que esa fuerza se doble hacia atrás, se vaya para la extrema derecha. Cuando la gente está enfadada, desilusionada y no tiene esperanza, se van hacía esa extrema derecha y caen en su propaganda, que dice que hay un hombre fuerte que resolverá todos los problemas y que la culpa de todo la tienen los migrantes", insiste el director. "Lo que está claro es que si la gente tiene esperanza, vota a la izquierda y si se desesperan, a la derecha. Por eso la derecha quiere que estemos desesperados. En definitiva, podemos decir que el futuro es una lucha entre la esperanza y la desesperanza".

Y de eso va su última película, una hermosa despedida, El viejo roble. "Probablemente sea mi última película. Los años se van tomando y este es un trabajo muy físico y muy emocional. Durante diez o doce horas al día durante las seis semanas más o menos que dura el rodaje estás metido de lleno, estás fuera de casa durante mucho tiempo", explica el director al que los años empiezan a pesar. Si esta es su última película, será un cierre luminoso a una carrera imprescindible, que le ha llevado por obras maestras como Kess, a películas que le generaron muchos enemigos en su país, como Agenda oculta, sobre el IRA, y a otras que le han dado el respaldo de la crítica y de Europa como El viento que agita la cebada y Yo, Daniel Blake, sus dos Palmas de Oro. "Hago películas para imaginar un mundo mejor. Es un medio maravilloso para trabajar. Es un privilegio poder hacer películas. Creo que contar historias que son verdaderas, que la gente se reconozca en ellas y pueda comunicarse y pensar que se pueden cambiar las cosas, en no rendirse. Eso ya es una victoria posible. Es como en un partido de futbol a mitad. Vas perdiendo tres a cero, todo está en tu contra, pero sabes que tienes el talento para ganar", reflexionaba el autor de una película en torno al fútbol, Buscando a Éric, con el futbolista francés Cantona.

En El viejo roble sitúa la acción en un pueblo que tuvo la mina como principal fuente de ingreso. Con su cierre, los trabajadores viven precarios, sin mucho que hacer y donde el mercado inmobiliario no deja de subir los precios. Allí llega un autobús de refugiados sirios, lo que desata las rencillas y el racismo entre algunos vecinos. Otros, como el dueño de un pub, decide crear un comedor para todos ellos. La película habla de amistad, de romper prejuicios y de convivencia, de hacer que las luchas del otro sean las nuestras.

"Hay que ser sincero con los personajes que estás representando, nunca deben decir lo que el guionista quiere que digan. Tienen que decir lo que ellos creen que deben decir. Al principio de mi carrera, probablemente cometíamos el error de dejarles decir lo que queríamos oír de su boca, y no que expresaran las cosas con sus propias palabras. Hay una cosa, además, no tú, pero sí otros periodistas y críticos, en las escenas con gente de clase obrera, en las películas de clase obrera como esta, sobre cuestiones políticas y luchas sociales, no se dan cuenta de que este tipo de personas tienen un discurso muy articulado. Hablan con claridad, mucho mejor que los políticos, porque saben perfectamente de qué están hablando, es su experiencia, la que ha marcado sus vidas. Yo pertenezco a un sindicato y he estado en muchas reuniones y asamblea, y ahora vemos esas asambleas que discuten de problemas domésticos, de racismo, de pobreza, de sanidad, porque trabajan en esos sectores, los conocen y hablan con energía y claridad de lo que les pasa", cuenta Ken Loach que tiene a una parte de la crítica en contra por su didactismo.

"Puede que esos diálogos suenen didáctico, pero es que así como se relacionan, cómo usan el lenguaje para hablar de su actividad y de sus problemas. Creo que a muchos críticos no les gusta una clase obrera fuerte. Prefieren que sean víctimas, que necesiten nuestra ayuda y caridad, que sean cosas de pobres. Les gusta mirar esa tristeza de la gente que no tiene para comer ni para vivir, pero no quieren que tengan fortaleza para que se produzca un cambio real", les responde. Loach ha sobrevivido a todo tipo de críticas y boicots. Trabajó para la BBC y la cadena, con la Dama de Hierro en el poder, prescindió de él. La prensa británica le hacía añicos en Cannes, pero el festival siempre le arropó convirtiéndose en imprescindible en su carrera. Sindicato y metido en una ala del partido laborista, al igual que Jeremy Corbyn también fue acusado por algunos medios de antisemita por apoyar a Palestina. "Bernie Sanders fue acusado también de antisemitismo. Todo el mundo está acusado de ello, es casi como una insignia de honor. Al principio te sientes fatal, porque es lo más horrible de lo que te pueden acusar. Hay una cosa curiosa que pienso, y es que si eres un miembro judío del Partido Laborista, tienes más probabilidades de ser expulsado que si no eres un miembro judío, porque muchos de ellos se oponen a lo que hace Israel y apoyan a los palestinos. Y los expulsan del partido por eso".

Confía en que la izquierda recupere poder. "Tenemos más de nuestro lado de lo que dicen los periódicos", dice sobre el apoyo popular en Reino Unido a la izquierda y sobre cómo los medios de comunicación fueron contra Corbyn cuando este empezó a tener poder entre las bases. "La prensa de izquierdas, la BBC, The Guardian, fueron a por él. Y ahora es imposible que aparezca en esos medios. Nunca se le llevó para preguntarle por el programa. Nada. Molestamos y esa fue la feroz respuesta del sistema. Lo que hemos aprendido es que debimos ser más despiadados", cuenta Loach que, a pesar de todo esto, sigue militando. "Yo estoy conectado con muchas cosas, con la política, con los sindicatos. Hay mucho que hacer. No todo gira en torno a hacer películas. Creo que para hacer cine necesitas estar conectado con el mundo. Si solo haces películas, estás muy limitado, ¿cómo te pone en contacto con la gente a través del cine? Solo si trabajas con personas o te involucras en algo positivo para ellas, tú ya no eres solo la persona que hace películas, sino que eres solo parte del grupo".

Sobre las nuevas generaciones y si el cine social tiene sucesores, dice que entiende que ahora las preocupaciones de los cineastas son otras, aunque les anima a militar y a defender sus derechos. "Yo soy hijo de los 50 y los 60, bueno, de los 40 o 30 si soy honesto. Aprendimos política en los 60, con la nueva izquierda y esos eslóganes que decían que ni Washington, ni Moscú. Éramos anticapitalistas y también anti estalinistas. Y la forma de hacer cine venía de ahí, que a su vez venía del neorrealismo y del cine checo y era muy observacional. Ahí es donde aprendí", cuenta en un discurso muy similar al de otros directores como Nanni Moretti o Marco Bellochio. "Los jóvenes directores y guionistas tienen un contexto cultural y político diferente y, por eso, es lógico que hagan películas diferentes. Pero hay una enorme preocupación por muchas cosas, por ejemplo, existe una ansiedad sobre el clima, sobre cuál va a ser nuestro futuro. Yo tengo miedo por mis nietos. Creo que los nuevos creadores deben hacer sus historias y luchar por que se distribuyan y la gente las vea. La lucha debe empezar por la organización. Hay que empezar por cosas simples, preguntarse cómo conseguir mejores condiciones de trabajo. Esa lucha la van a tener que enfrentar".

La entrevista se realizó en mayo, días después de la coronación del nuevo rey de Inglaterra. Ken Loach ha sido crítico con la monarquía. "Es la cúspide de una sociedad de clases. Representa la riqueza heredada, el poder heredado, el privilegio, las personas que admiran a otras personas. Y por supuesto, la coronación invoca a Dios como autorizador de la monarquía. Es una ceremonia profundamente reaccionaria y fomenta esa reverencia, esa obediencia a la jerarquía y a la autoridad. Sobre la mitad de las personas a las que se les hizo una encuesta dijeron que no les importaba la monarquía y, especialmente, entre los jóvenes, piensan que es ridícula". Después de esa respuesta le preguntamos si vio la ceremonia. "Un poco", reía. "Pero solo diez minutos o así. Quería verlo a él. Quería verlo con el cetro, como muchos monarcas medievales. Esa es la imagen icónica. Lo que me gustó es ver cuando el obispo de Canterbury le puso la corona en la cabeza y yo pensaba que al inclinarse se le caería la corona y tendríamos un momento de comedia. Fue un momento cómico, pero no hay que olvidar que todo en ese acto tenía un propósito serio y eso respalda a la derecha. Es tremendo ver al líder del Partido Laborista arrodillándose ante el monarca. Arrastrándose. En fin, al menos la otra imagen fue feliz".

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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