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Gabriel Calderón: "Cualquier idiota sube un vídeo y tiene cuatro millones de reproducciones. El teatro ya ha perdido frente a eso"

El urugayo estrena 'Constante' en el Festival de Otoño, una obra inspirada en 'El príncipe constante' de Pedro Calderón de la Barca. Un montaje atravesado por la guerra y las dictaduras, por la fe y la tortura

Gabriel Calderón: "Cualquier idiota sube un vídeo y tiene cuatro millones de reproducciones. El teatro ya ha perdido frente a eso"

Gabriel Calderón: "Cualquier idiota sube un vídeo y tiene cuatro millones de reproducciones. El teatro ya ha perdido frente a eso"

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Gabriel Calderón (Montevideo, 1982) nos impactó el año pasado con 'Ana contra la muerte', una obra sobre una madre que confiesa que sería capaz de robarle la enfermedad a su hijo con tal de salvarle. El uruguayo también ha triunfado actualizando a los clásicos en Historia de un jabalí o Algo de Ricardo, en donde revisitaba Ricardo III y el mundo de Shakespeare. Gabriel Calderón se atreve ahora a releer a otro grande del teatro universal, Calderón de la Barca. "Me sé de memoria los versos de Segismundo en La vida es sueño", nos dice en una entrevista en La Hora Extra. Y nos los recita. "Ahora bien, ¿qué hago yo, un uruguayo de 40 años, sabiéndome de memoria un monólogo de Calderón?".

El dramaturgo defiende la vigencia de los clásicos por los temas míticos y esenciales, dice, que nos siguen interpelando y que funcionan. "La dama boba, de Lope de Vega, quién me mandó a mí meterme a ver una obra en verso, qué aburrido. Y a la hora y veinte de función estaba totalmente fascinado con lo que estaba viendo y escuchando, aplaudiendo en pie". Gabriel Calderón invita a acercarse a los clásicos en general y al verso en particular: "hay que descubrir lugares que no parecen, en principio, placenteros, entretenidos, sorpresivos o graciosos". Eso es precisamente lo que reivindica con 'Constante', la obra que estrena en el Festival de Otoño, inspirada en 'El príncipe constante' de Pedro Calderón de la Barca. Una adaptación escrita por el chileno Guillermo Calderón, que también ha estrenado en el Festival de Otoño 'Villa', una obra que apunta directa a una herida todavía sangrante en su país: la dictadura de Pinochet. También 'Constante' está atravesada por la dictadura y las torturas. La obra teatral de la Comedia Nacional de Montevideo se representa los días 23 y 24 de noviembre en el Teatro de la Comedia, sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, quien coproduce el montaje. Todas las entradas agotadas para ver esta obra que no es en verso y que poco se parece al clásico.

50 años del golpe en Chile: una fractura cultural que atraviesa también España

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'Constante' nos traslada hasta una pequeña ciudad de un pequeño país de Latinoamérica, en donde un dinero ruso de dudosa procedencia permite hacer una coproducción de teatro internacional del Príncipe Constante. Tiempo después, una cama, aquella cama donde se torturó al Príncipe, es la base de nuevas historias con temas constantes. Con este argumento, se retoman temas universales de la obra clásica de Calderón de la Barca llevándolos al tiempo actual, en un thriller policíaco.

Ensayo general de Constante en Sala Verdi, 20 de julio de 2022 / Santiago Mazzarovich

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De Calderón a Calderón, ¿qué permanece de 'El príncipe constante', qué queda de Calderón y qué es vuestro?

Guillermo y yo, al llamarnos Calderón de verdad, estamos como muy autorizados a no hacer nada de Calderón, porque siempre va a ser un Calderón. Yo siempre tomo el ejemplo de Borges porque estoy muy influenciado por esa imagen, que es la de la quema de la Biblioteca de Alejandría, en la que él dice 'solo si perdiéramos toda la obra de Joyce, nos permitiríamos que un Joyce volviera a nacer'. Es un punto. Mientras los clásicos están ahí, existen, taponan a los clásicos del futuro. Así que está la idea de perder la obra de Calderón, que hemos escrito a cuatro manos sin haberla releído, solo con la gran influencia que teníamos en la memoria de El príncipe constante. No tiene nada que ver con la Reforma y la Contrarreforma religiosa, que no es un tema que yo sintiera y que en Uruguay nos queda como de prestado. Tampoco con los reyes, la conquista de Fez o de Marruecos... si todos esos temas son complicados para ustedes, hiper lejanos, es como hablar de los países de Plutón para nosotros. Sin embargo, había un tema que sí nos parecía muy cercano en El príncipe constante, que era el de la fe del príncipe puesta a prueba con la tortura. Y esto de poner a prueba la fe de las personas, ya sea religiosa, ideológica, estética o política con el procedimiento de la tortura era algo que, tanto Guillermo por Chile, como yo por Uruguay, conocíamos de manera muy cercana. Ahí estaba nuestra lectura y es un tema político potente que nos interesa, al tiempo que es un problema teatral. Hacer pasar a un actor por la tortura siempre es un problema. Cómo hacer el amor, cómo morirse, es siempre un problema, porque la gente sabe que no estás haciendo el amor de verdad, que es teatro. Así que la tortura es un problema teatral en el que hemos puesto el foco en nuestro Constante.

A través de la tortura, se pone a prueba la constancia de la fe. Desde la Inquisición, hasta las guerras y las dictaduras, cuyos crímenes hoy niega o relativiza Javier Milei en Argentina, son asuntos que ya han abordado tus personajes en varias de estas obras. Y todo esto sobre una cama, el elemento artístico central del montaje.

Es una cama que no se sabe bien qué uso tuvo. Algunos sospechan que se usó en la obra de teatro, que fue un objeto artístico y eso tiene un valor. Otros sospechan que fue un objeto que se usaba para torturar de verdad, durante la dictadura. Y ahí se cuestiona el valor del objeto, si debe ser comprado o no, si fue un objeto de tortura o fue un objeto de arte, quién lo hizo, quién es el responsable de un crimen. La cama sirve para desplazar un poco la discusión sobre responsabilidades que siempre depositamos en personas o en sociedades. Es muy sencillo decir la sociedad es responsable de la impunidad, pero cuando lo llevamos a una cama y la vemos ahí, impertérrita, la cama donde vamos a pasar acostados y que pudo ser usada para torturar, lo cuestionamos todo. La idea de la cama y esta reflexión poética nace de una anécdota real de Guillermo cuando se abre el Museo de la Memoria en Chile y exponen una cama donde se torturaba. Y Guillermo siente muchas cosas contradictorias: ¿debería estar expuesta?, ¿es una cama real?, ¿qué tengo que sentir yo frente a esa cama? Nos entusiasmó por la discusión en nuestros países, con dictaduras tan cercanas y en Uruguay, donde la impunidad sigue, que nosotros no tuvimos juicio de juntas. Los militares siguen sin ser juzgados, la discusión siempre está viciada. Así que nos pareció interesante desplazarla a una cama, porque es un escenario donde uno actúa muy distinto. Todo puede suceder en una cama y aquí es el eje central de la conversación, una plataforma para que los personajes articulen.

De la constancia de la fe y la tortura a la constancia del arte. Alberto Conejero, director del Festival de Otoño, advierte que el arte es inútil para frenar la violencia, pero al menos sirve de recordatorio frente al olvido. ¿Qué valor tiene el arte frente a la barbarie para ti?

Entiendo y estoy de acuerdo con la idea de Alberto, sin embargo, no sabemos todo aquello que ha podido evitar. El arte no puede frenar la violencia, pero tal vez evitó muchas cosas que nunca sabremos. Hay un punto donde el arte es una resistencia del alma. Cuando haciendo una obra de teatro o frente a un cuadro algo te conmueve, te conmueve para siempre. Es difícil olvidar lo que te conmueve artísticamente. Tolstói escribió para siempre, Shakespeare también y lo puede leer muchísima gente. Seguimos leyendo a Joyce, aunque Joyce no está. El cine, la música también, la pintura, quedan para siempre. Ahora bien, a quien le gusta el cine seguro que ha visto a Tarkovski o a Scorsese, no solo el cine uruguayo. A quien le gusta el teatro, sin embargo, es probable que la mayoría lo que vea sea teatro nacional y, desde luego, de su tiempo. Es decir, yo no vi a Margarita Xirgu ni la veré nunca ya. Ni a Kantor o Artaud. Textos suyos sí, pero verlos en teatro, jamás. Cuando alguien me dice que no le gusta el teatro, lo entiendo, es muy difícil ver teatro bueno. Ahora, quien ha visto una obra de teatro buena, le gusta el teatro para siempre. Y el teatro es imperfecto, a veces sale bien la función, a veces mal, pero por eso hacemos teatro, si no haríamos cine. El teatro tiene mucho que ver con nuestra vida, es decir, nosotros no somos buenos todos los días, no somos perfectos, no somos la mejor versión de nosotros mismos todos los días. Nosotros somos lo que podemos hacer, pero intentamos ser mejores, intentamos hacerlo bien y entonces por eso yo creo que el teatro conmueve, porque nos recuerda que la mayoría de nuestra vida somos personas más cercanas al fracaso y a la imperfección, a la fealdad, al disgusto y al enojo y nos hace sentir un poco menos solos.

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¿Cómo mantener la fe constante en el teatro?

Yo vivo en una ciudad muy teatral y me dedico al teatro, pero es cierto que mucha gente no viene al teatro. Es evidente que en sus tres mil y pico de años, el teatro ha dejado de ser un arte masivo y ha pasado a ser, no un arte de élite, pero lejos de la masividad. El teatro fue masivo con los griegos, anfiteatros con mil personas. Hoy son salas de 200, 300 o cien personas. Lo mismo ha pasado con la radio tras la aparición de la televisión y luego Internet. Ahora cualquiera idiota sube un vídeo y tiene 4 millones de reproducciones, frente a eso el teatro ya perdió. Pero a mí no me interesa esa masividad, si lo popular ahora son cuatro millones, el teatro nunca va a tener cuatro millones. El teatro siempre es un convivio de gente que tiene más o menos que respirarse. Salvo La Fura dels Baus, Fuerza Bruta o Royal Deluxe, que son experiencias masivas con otro tipo de proyección, el teatro necesita del actor con una concentración necesita un convivio, una distancia humana. Si la salud del teatro se mide por esa línea, pues el teatro ya murió. Pero el teatro no murió, sigue, está en cualquier ciudad en crisis. Ahora no deben estar pasando por su mejor momento, pero yo visité Israel, Jerusalén, el lado árabe y el judío. Estuve en Palestina y había un Teatro Nacional Palestino. No era una prioridad del gobierno palestino sostener un teatro, pero había un teatro, esto era lo que importaba. Y cuando les preguntabas cómo se sostenían, básicamente se sostenían porque las escuelas hacían sus muestras de fin de año, obras de teatro y danza. Aunque no sea mainstream, no está en crisis el teatro. Te diría que es casi como el verso, no murió ni está en crisis, nosotros hacemos obras de teatro clásico con la Compañía Nacional y están todas las entradas agotadas. Me da cierta pena, porque mucha gente todavía no se ha enterado de que la Compañía Nacional hace obras y agota las entradas. Pero el mundo es muy amplio, tal vez la gente prefiera ir a un museo o quedarse en casa viendo Netflix, allá cada uno cómo gasta su tiempo. Yo siento que tengo que contarle a todo el mundo que el teatro es un mundo maravilloso, al que venir a compartir, a generar comunidad, a reflexionar, a ensayar la revolución, a hacer millones de cosas que se pueden hacer en el teatro.

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