Esos moros que no quieren

Madrid

A los manifestantes que la semana pasada gritaban sin rubor sus consignas xenófobas, esta mora les responde: ustedes están rechazando y excluyendo de forma visceral y vehemente a unas personas que no conocen de nada. Los moros que desprecian vinimos a ganarnos el pan igual que hicieron muchos españoles marchándose al norte. Esos a los pretenden expulsar han venido contribuyendo a la economía de este país igual que los demás ciudadanos.

Estamos dando a esta sociedad lo mejor que tenemos: la fuerza de nuestros brazos, el fruto de nuestros vientres, todo el talento del que somos capaces. Aunque lo repitan mil veces, sus prejuicios siguen siendo burdas mentiras: nadie se arriesga a emigrar para quedarse de brazos cruzados ni para delinquir, quien emprende un viaje tan decisivo lo hace empujado por la ambición de progresar social y económicamente. Otra cosa es que sujetos como ustedes, los ultras supremacistas, nos pongan todas las trabas posibles para que fracasemos.

Mal que les pese algunos moros somos tan españoles como ustedes, lo dice nuestro el pasaporte que nos garantiza los mismos derechos porque la nacionalidad no es por vía sanguínea como a ustedes les gustaría. Lo ridículo de su histeria ultra es que cualquiera que aterrizara en Madrid y los viera, con su pelo azabache, a menudo ensortijado, sus rostros aceitunados de narices aguileñas, sus barbas de islamistas, cualquier extranjero que los observara no entendería que rechacen precisamente a quienes tanto se parecen. Antes de vomitar su odio ciego mírense un poco el ADN. No se sorprendan si encuentran en él unos cuantos genes moros. Tan ofuscados están ustedes en sus posturas racistas que no alcanzan a ver en el espejo al moro que llevan dentro, el moro que son en realidad.