Ladrón de bicicletas: la consagración del neorrealismo
Se cumplen 75 años del estreno de Ladrón de bicicletas, dirigida por Vittorio de Sica en 1948, la película que junto a Obsesión de Luchino Visconti y Roma, ciudad abierta y Alemania, año cero de Roberto Rossellini están entre lo mejor de esa corriente cinematográfica.
Al término de la Segunda Guerra Mundial surge en Italia el neorrealismo, un movimiento cinematográfico que ofrecía una nueva actitud ante la realidad, rodando en exteriores con iluminación natural y una importante presencia de actores no profesionales. El neorrealismo era la necesidad hecha virtud. La industria italiana del cine estaba desmantelada y no había equipos ni estudios donde rodar, por eso optaba por la sencillez y el naturalismo. Sus historias mostraban la Italia deshecha y miserable que había quedado tras la guerra y sus tramas se ambientaban entre los sectores más desfavorecidos de la sociedad.
Obsesión de Luchino Visconti y Roma, ciudad abierta de Roberto Rossellini están considerados los títulos fundacionales del movimiento, pero fue Ladrón de bicicletas la película que supuso la consagración del neorrealismo en el contexto cinematográfico internacional. La historia transcurre en Roma en los primeros años de la posguerra y cuenta la historia de un trabajador en paro. El hombre consigue al fin un trabajo y para comprar la bicicleta que necesita vende lo poco que tiene. Pero en el primer día de su nuevo oficio unos delincuentes le roban la bicicleta. Acudir a la policía es inútil y el hombre inicia una búsqueda por toda la ciudad, ayudado por su hijo y unos amigos, ya que de la bicicleta depende su supervivencia.
La anterior película de Vittorio De Sica, El limpiabotas, en la que hacía un amargo retrato de los niños de la posguerra, había molestado bastante a las autoridades y quizá por ello el director no encontraba financiación en Italia para rodar Ladrón de bicicletas. Así que lo intentó con un gran estudio de Hollywood. “David O. Selznick, el productor de Lo que el viento se llevó o Guerra y Paz, le dijo: tengo el dinero para hacer Ladrón de bicicletas, pero el protagonista ha de ser Cary Grant. Y mi padre le contestó: muchas gracias y adiós muy buenas, e hizo la película con un obrero romano que era Lamberto Maggiorani”, explicaba Christian De Sica, el hijo del director.
Al final Vittorio De Sica acabó reuniendo un pequeño capital con inversores particulares. El director estaba decidido a hacer la película con actores no profesionales para dar mayor veracidad a los personajes. El protagonista, Lamberto Maggiorani, era un obrero que acudió al casting para llevar a su hijo a hacer la prueba y el director, al verle, no eligió al niño sino a él. Por su parte Lianella Carell, que interpreta a la madre, era una periodista que vino a entrevistar a De Sica y acabó haciéndose con el papel de María. En cuanto al personaje del hijo, el director escogió al pequeño Enzo Staiola de ocho años porque le gustó su forma de andar cuando le vio caminando por la calle. “Yo salía del colegio y me di cuenta de que un coche me seguía. En aquellos años había noticias en Roma de gente que raptaba niños en los barrios pobres, así que eché a correr hasta llegar a casa y de esta forma despisté a De Sica, que era el que me estaba siguiendo. Pero unos días después vinieron a hacer un casting al barrio en el que yo vivía. Yo no participaba en él, estaba entre la gente mirando lo que hacían cuando de pronto De Sica me vio, vino hacia mí y dijo, ¡es ese!”, recordaba Enzo Staiola ya de mayor.
La película se rodó en pocos días y ninguna escena se filmó en estudio sino en la calle y viviendas o locales reales. Vittorio De Sica utilizaba toda clase de trucos para adaptarse al pequeño presupuesto que tenía la película. “Para hacer una escena necesitábamos muchos extras que no teníamos, así que la rodamos al lado del estadio Flaminio e íbamos oyendo la radio para tener todo dispuesto para empezar a rodar justo cuando saliese la gente al terminar el partido”, explicaba Enzo Staiola. En otra escena que se rodaba en la plaza de Víctor Manuel, el director necesitaba que los tranvías no pasaran durante la filmación, así que el jefe de producción Roberto Moretti se disfrazó de interventor de tranvías, se situó en medio de un cruce e hizo desviar todos los tranvías llenos de gente el tiempo necesario para rodar la escena, antes de que en el servicio municipal se dieran cuenta de lo que pasaba y fuera detenido por la policía.
La película está maravillosamente fotografiada en un crudo banco y negro que da a la película un tono casi documental, como si fuera un fresco de la pobreza que se vivía en las calles de la Italia de entonces. También mostraba cierta crítica hacia la Iglesia, a través de la escena de los seminaristas, o contra los inoperantes sindicatos. Pero más allá de su valor documental de aquella Italia, la película está llena de poesía; la que destila la tristeza en la que viven los protagonistas, un padre y un hijo que, pese a lo difícil de su situación, mantienen entre ellos una relación llena de ternura, filtrada a través de sus miradas, de sus caricias y de sus rostros afligidos al borde de la desesperación. En una presentación de la película para el canal TCM el actor Juan Diego Botto destacaba especialmente este aspecto de Ladrón de bicicletas. “Es una de esas películas que si la ves con la edad adecuada no se te olvidan más. “A mí lo que me impacto de Ladrón de bicicletas es ese niño y ese padre. Hay algo allí que te parte. Lo que te conmueve es ese niño que va detrás de ese padre toda la película. A veces sin ser visto por ese padre que está desesperado por encontrar esa bicicleta y salvar su vida, su estatus, su matrimonio…Está ahí pegado con una admiración profunda por su padre”, decía el actor.
Cuando se estrenó en Italia Ladrón de bicicletas tuvo un éxito inmediato. “Era la primera vez que la película se proyectaba ante el público y su reacción me dejó totalmente emocionado, tembloroso, acongojado de ver el éxito que tenía. Roberto Rossellini, que estaba a mi lado, se dio cuenta e hizo algo que acabaría condenándome a un vicio terrible. Me colocó un cigarrillo en la boca y me lo encendió. Desde entonces fumo como un turco”, explicaba el propio Vittorio de Sica.
Pronto la película dio el salto internacional y en la ceremonia de los Oscar de 1950 recibió un premio especial como la mejor película extranjera estrenada en Estados Unidos, ya que por entonces todavía no existía la categoría de mejor película de habla no inglesa. Enseguida Ladrón de bicicletas se convirtió en un clásico y ha figurado desde entonces en los primeros puestos de las listas de las mejores películas de la historia del cine, elaboradas por cineastas y críticos. En la realizada en 2002, por ejemplo, aparecía en sexto lugar. De igual forma se la considera una película que ha influido notablemente en muchos directores posteriores, en especial en aquellos que, como Ken Loach, practican un cine de tipo social. “Se convirtió en una película absolutamente fundamental para nosotros. Demostraba que la clase obrera podía ser el sujeto en torno al cual podía girar la acción principal de una película. Tenía también una mirada cómica sobre la vida de esa clase obrera, conseguía ser a la vez triste y divertida. Te revolvía por dentro, pero a la vez te hacía sonreír”, afirmaba el director británico.
Elio Castro
Licenciado en Historia del Arte y Máster en periodismo por la Universidad Autónoma/El País. Periodista...