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"No mató un solo bando, pero a los otros los conocemos y los han hecho santos"

Carmen Baptista (93 años) acaba de enterrar los restos de su padre, maquinista de cargo en el buque escuela 'Elcano', fusilado en 1936 por los sublevados. Fue el único de la tripulación que dio un paso al frente contra el golpe

Carmen, la niña de la guerra que acaba de encontrar a su padre

Carmen, la niña de la guerra que acaba de encontrar a su padre

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Madrid

"Tengo muy pocos recuerdos de mi padre. Tenía 6 años. Pero recuerdo llegar de la mano de mi madre a la Capitanía de Ferrol a preguntar por el significado de un telegrama que le habían mandado. 'Quiere decir que su marido ha muerto', le dijo sin más explicaciones el oficial de guardia. Y yo, aterrada, le tiraba de la mano". Aquel trauma quedó grabado en la piel de Carmen Baptista, "enquistado, cubierto por el resto de mi vida" hasta que hace unas semanas recibió una llamada desde el Ayuntamiento de San Fernando. Acababan de localizar los restos de su padre, sepultado en una fosa común de la Guerra Civil. "Aquel momento rompió todo lo que tapaba la herida".

"No sé si he vivido con odio, pero sí con dolor", dice Carmen Baptista, que luce el broche de una rosa y un collar con los colores de la República que le regaló su hermano, fallecido hace tres años. Al acabar la dictadura, él inició la búsqueda del padre a través de una esquela publicada en 'El País'. Pero antes hubo privaciones y amenazas: "Íbamos con mi madre en una lancha vestidos de luto. Y dos personas nos dijeron: 'Habría que terminar también con las semilitas'. En ese momento mi madre nos sacó de Ferrol y nos llevó a vivir a Vigo por miedo a que nos mataran".

Aquel tiempo, recuerda Carmen, les hizo resistentes: "Somos niños de la guerra. Ahora nos llaman la generación de hierro. Tanto dolor nos hizo de hierro". Nunca ocultó a nadie que su padre había sido fusilado, pero sí reconoce que cuando le decían "también los rojos mataban" se callaba. "Ahora no me callo. No conozco que en una guerra mate un solo bando, pero a los otros los conocemos con nombres y apellidos, y hasta los han hecho santos. Pero éstos, como decía María Antonio Iglesias, también han sido mártires y santos. No han cometido ningún crimen, solo se han opuesto a un golpe".

La Guerra Civil sorprendió al buque escuela Juan Sebastián de Elcano en San Fernando. Un oficial sublevado preguntó a la tripulación quién estaba en contra del golpe. Su padre, "un hombre sencillo, simplemente maquinista de cargo", dio un paso al frente. Poco después fue fusilado. La historia se la contó uno de sus compañeros, el hombre que "recibió el último suspiro de mi padre", porque obligaban a todos a ver las ejecuciones. "Mi madre no fue viuda hasta 1982", y se lamenta porque todavía hay gente que les niega el derecho a un entierro digno: "Si no hemos pedido nada, si mi madre no cobró pensión hasta el 82, solo queremos que nos los reconozcan".

"Y a pesar de todo", sonríe Carmen, "tengo buen humor. Cuando el enterrador estaba metiendo los restos de mi padre junto a los de mi madre le dije: empuja un poco más allá que dentro de nada llego yo".

 
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