El invento del teléfono: así ayudó Graham Bell a la comunicación y provocó el desarrollo del lenguaje de signos
Marta Fernández ha visitado 'La Ventana' para explicar la historia que hay detrás del invento del teléfono al silencio de los monasterios
El invento del teléfono: así ayudó Bell a la comunicación y provocó el desarrollo del lenguaje de signos
Marta Fernández en la 'Academia de saberes inútiles' ha tirado del hilo que une el teléfono con los monjes medievales. El teléfono es un artilugio que casi todo el mundo lleva encima y que ha evolucionado para revolucionar las vidas de las personas. Alexander Graham Bell es quien invento este objetivo, pero ¿por qué lo inventó?
Aunque mucha gente no lo sepa, Graham Bell no era solo inventor, dedicó su vida a la enseñanza de las personas sordas. Con el invento del teléfono buscaba construir un aparato que amplificara lo suficiente el sonido para quienes tenían problemas de audición. "La cosa le venía de familia, porque su padre, Melville Bell, era un famosísimo profesor de fonética y de locución y su madre, Eliza, tenía graves problemas de oído", ha comentado Fernández.
Entre las alumnas de Graham Bell había una joven que le impresionó por su inteligencia, Mabel, con quien se casó. "En ese momento estaba empeñado en crear algo para comunicarse con su esposa. Dio con el teléfono, pero para él fue un chasco porque el sonido no se amplificaba lo suficiente para que Mabel pudiera entenderlo".
Tras una larga investigación creó el fotófono, que transformaba el sonido en impulsos luminosos y que, según él, era el mayor logro de su carrera como inventor. También investigó cómo perfeccionar el fonógrafo de Edison para que las grabaciones no se estropearan tan fácilmente y acabó inventando el gramófono.
"El método venía de España"
"Bell era un defensor del oralismo, que la verdad es que hizo mucho daño a las personas sordas, aunque entonces él no lo podía sospechar. Y todo porque en la época victoriana se consideraba indecoroso el lenguaje de signos porque había que tener cierta mesura con los gestos", ha explicado Fernández. Fue entonces cuando se empezaron a perfeccionar la lectura de labios y la enseñanza mecánica de la reproducción de los sonidos para los mudos.
El lenguaje de signos se seguía utilizando porque ya se había enseñado a los niños sordos desde el siglo XVIII y era muy eficaz. "Se suele atribuir su sistematización a Abad L’Épée, un sacerdote hijo de una rica familia de Versalles, que en 1760 creó en París la primera escuela para sordos y que publicó un manual con esas ilustraciones que ahora todos conocemos de los gestos de las manos. Pero lo que no se suele contar es que el famoso Abad ya reconocía en el prólogo de su manual que el método venía de España", ha añadido.
Para ser exactos, venía de Juan de Pablo Bonet, quien en 1607, entró al servicio del Condestable de Castilla para hacerse cargo de la educación de su hijo. "El niño era sordo, pero sus tíos abuelos, que también eran sordos, le habían enseñado un misterioso código con las manos para poder comunicarse. Bonet lo perfeccionó y lo consignó en un librito".
Los tíos abuelos aprendieron ese sistema de signos para comunicarse de unos monjes medievales. Aunque el silencio no era un voto obligatorio, sí era una práctica cotidiana entre los monasterios. Por ello, los monjes de distintas órdenes empezaron a desarrollar un sistema de gestos para hablar mientras hacían sus tareas diarias. "Con el tiempo se hizo tan sofisticado que llegaron a inventar hasta cuatrocientos signos para charlar. Cuentan las crónicas que en algunos monasterios los monjes mantenían elevados debates teológicos sin abrir la boca. Ya en el siglo XVI, un monje benedictino, Pedro Ponce de León, decidió que ese código podría ser útil para enseñar a los niños sordos. Y eso hizo en el monasterio burgalés de Oña", ha concluido Fernández.