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Una de las pinturas más valiosas del siglo XX, arrinconada en el Congreso

Es probablemente el cuadro más conocido de los que están en la Cámara Baja, probablemente el mejor artísticamente

Hoy, día de la Constitución, el centro de la celebración está en el Congreso de los Diputados. En ese edificio hay un cuadro que simboliza el espíritu de concordia que hizo posible esa Transición a la democracia. Una obra de arte clave del siglo XX en España, elogiada por todos, pero que ahora mismo está prácticamente oculta en un rincón del Congreso, donde muy pocos pueden verla. Estamos hablando de ‘El Abrazo’ de Juan Genovés.

El cuadro que retrata el espíritu de la Transición: 'El Abrazo', de Juan Genovés

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Es probablemente el cuadro más conocido de los que están en el Congreso, probablemente el mejor artísticamente. Son un grupo de personas de espaldas que reciben con un abrazo a otro grupo que se acerca de frente. Hoy es el gran símbolo de la Transición, aclamado por casi todos, la imagen que resume el diálogo entre opuestos y la reconciliación tras la Guerra Civil y el Franquismo. Pero al principio, en los 70, fue una imagen clandestina que significaba algo muy distinto.

Genovés contaba que quería crear un cuadro que representara la reconciliación entre españoles pero que no se le ocurría nada. Hasta que un día vio desde la ventana de su estudio a unos niños celebrando algo con abrazos en el patio del colegio. Y ahí lo vio claro: el abrazo es lo que mejor simboliza la vida en democracia. Lo pintó y lo dejó en su taller.

Hasta que un día de 1976 celebran en su taller de Madrid una reunión clandestina de la Junta Democrática. Era el mejor sitio porque tenía dos salidas. Si la policía entraba por la puerta delantera, podían escapar por la trasera. En esa reunión toman la decisión de hacer un cartel pidiendo la amnistía de los presos políticos del Franquismo. Y ya que tienen a un artista entre ellos, deciden que lleve una imagen pintada por Genovés. Buscan entre los cuadros del taller cuál puede servir y se quedan con ‘El Abrazo’, que entonces aún no se llamaba así. Así sale a la luz la obra: hacen una reproducción en la imprenta, le ponen debajo varias veces la palabra ‘amnistía’ e imprimen medio millón de copias para repartir por todas partes. Al principio era un grito a favor de la amnistía (esas copias hoy son un objeto de coleccionista de grandísimo valor económico. Muchos antifranquistas de entonces las guardan en su casa sin saber que pueden sacarle mucho dinero).

La mayoría de esas copias salen a la calle. Pero alguien da un chivatazo. La policía se entera de que están imprimiendo carteles pro amnistía y se presenta en una de las imprentas. Detiene a varios activistas literalmente con los carteles en las manos. Además, van a casa de Genovés a destrozarle el taller y lo detienen. Estuvo 6 días en la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol, donde conoció a Billy el Niño. Por cierto, Genovés contó que se llevaron casi todos los bocetos preparatorios del cuadro y que nunca los recuperó. Así que hoy en día puede que sigan en algún almacén de la Policía Nacional, olvidados. Ojo, porque son objetos de gran valor artístico.

El viaje tortuoso de 'El Abrazo'

El cuadro original empezó un viaje más rocambolesco incluso que el del Guernica de Picasso. Mientras las reproducciones se difunden por todo el país y acaban en las paredes de los militantes antifranquistas, el cuadro original se va de España. Se expuso en Zúrich, Alemania y EEUU, donde lo compró un coleccionista.

En 1980 vuelve a España. Lo compra el Museo Español de Arte Contemporáneo por solo medio millón de pesetas. Pero cuando llega a Madrid para ser expuesto, desaparece. Los documentos acreditaban que el cuadro había pasado la aduana y que estaba registrada su entrada en el museo, pero nadie lo encontraba. Genovés le tiene que pedir a cuatro empleados del museo que estaban afiliados a Comisiones Obreras que lo buscasen. Y después de mucho revolver por los almacenes lo encuentran enterrado bajo una montaña de cajas. Alguien lo había escondido con la esperanza de que se olvidaran de él.

Cuando se inaugura el Museo Reina Sofía, lo trasladan ahí. Pero deciden no exhibirlo. Lo tuvieron durante años en el almacén. Hizo falta una campaña de presión de artistas y asociaciones de izquierdas para que el Reina Sofía lo expusiera por fin al público. Seguía resultando incómodo incluso en los 90.

El cuadro llega al Congreso

Esta historia también es curiosa. Fue por iniciativa del entonces diputado de IU, José Luis Centella. Genovés estaba muy contento porque consideraba que su obra debía estar en el lugar donde cuajó todo ese activismo callejero, dando origen a la democracia. Pero nada más llegar el cuadro volvió a resultar muy incómodo.

Primero lo colocan en el vestíbulo de uno de los edificios secundarios del Congreso (la antigua sede del Banco Exterior de España, en la Carrera de San Jerónimo). Estaba en un rincón de paso, al lado de obras infinitamente inferiores. Luego, algunos partidos intentan adueñarse de él y empiezan a dar ruedas de prensa con el cuadro de fondo. La más célebre, la presentación de los acuerdos de gobierno entre Pedro Sánchez y Albert Rivera en 2016.

Ahora ‘El Abrazo’ está colgado en la Sala Constitucional del Congreso. Es una sala muy importante, pero lo han colocado de nuevo en un rincón donde apenas se ve. Jamás sale en televisión porque está casi escondido al fondo. Lo más sangrante es que en esa misma sala hay cuadros mucho peores, técnica y simbólicamente, ubicados en lugares mucho más visibles.

Una imagen que incomoda a los políticos

Para muchos, ese mensaje de diálogo y reconciliación sigue siendo incómodo. Y eso es porque, cuando un cuadro es bueno de verdad y lanza un mensaje universal, no caduca. Va cambiando de significado con los años, criticando e incomodando siempre a los intolerantes de cada época.

Al principio, durante la Transición, se vio como una reivindicación comunista, pidiendo la amnistía. Era tan poderoso que tuvieron que confiscarlo y luego lo intentaron esconder en un almacén. Con la llegada de la democracia lo intentamos domesticar y lo convertimos en un símbolo de la reconciliación entre los españoles. Por eso pudo llegar al Congreso sin que nadie se molestara.

Pero este cuadro es tan bueno, que aun así sigue tocándole las narices a los enemigos de la democracia. Porque hoy ese abrazo de reconciliación es una clarísima bofetada para los diputados de algunos partidos que pasan cada día delante de él. Una crítica en la cara de quienes vuelven a empeñarse en la división y el enfrentamiento.

Quizá por eso está escondido en un rincón en vez de presidiendo la sala más importante del Congreso, como merece. Por un lado, es triste, pero por otro demuestra que sigue vivo, que es lo suficientemente incómodo como para tener que estar oculto. Demuestra que el arte no solo es decoración. Es la prueba de que el arte sigue sirviendo para despertar conciencias y cambiar las cosas.

Solo una mujer entre hombres

Si te fijas, verás que ella es la única que no va a abrazar a nadie. Todos los hombres están abrazando o a punto de abrazar a alguien, pero la mujer avanza con los brazos abiertos hacia el vacío.

Genovés decía que intentó poner a hombres y mujeres abrazándose, pero que eso cambiaba el mensaje del cuadro. En aquella época donde la política estaba tan masculinizada, ver un grupo de hombres y mujeres activistas abrazándose resultaba raro. Creía que eso haría pensar al espectador en encuentros amorosos más que en reconciliación política. Por eso los hombres se abrazan entre sí y la única mujer del cuadro abre los brazos hacia al vacío, representando un abrazo simbólico al futuro.

Para mí este detalle es muy importante. Tener que ponerla abrazando al aire para que no resulte raro simboliza el vacío en el que vivían las mujeres activistas de los 70. En un rincón, solas mientras los hombres se consuelan y felicitan entre ellos. La mujer lucha igual que ellos, pero debe colocarse en una esquina y no recibe nada.

Y yo me pregunto: Hoy, ¿podríamos ver en este cuadro a hombres y mujeres abrazándose sin que nos pareciera raro? Otra cosa para la reflexión que nos deja este cuadro.

Una pintura hecha escultura

Cuando el Ayuntamiento de Madrid remodeló la plaza de Antón Martín en 2003, decidió colocar una versión de ‘El Abrazo’ convertido en bronce para colocarla justo al lado del lugar donde un grupo de ultraderecha asesinó a cinco abogados laboralistas vinculados al Partido Comunista. La contención con que el Partido Comunista decidió gestionar ese atentado demostró su voluntad de reconciliación, sin buscar enfrentamientos. Por eso el abrazo homenajea muy bien aquel episodio.

Pero la razón fundamental fue que justo en el lugar donde fueron ametrallados, las víctimas tenían colgado en la pared el cartel del Abrazo. Y desgraciadamente acabó salpicado con la sangre de los muertos y heridos. Qué mejor que ese mismo abrazo para recordarlos.

Pablo Ortiz de Zárate

Pablo Ortiz de Zárate

Educador de arte, colaborador de 'Hoy por Hoy' con la sección 'El Artesano'. Está especializado en el...

 
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