Hoy por HoyEl cuaderno de Ángeles Caballero
Opinión

Madrid, un quiero y no puedo

La capital de España ahora y siempre, pero especialmente estos días, es un follón. Son un poco las puertas del infierno, es un agujero negro que huele a frito y a muestra de perfume

Madrid es un quiero y no puedo

Madrid

Estos días y estas semanas nos dicen que Madrid es alegría, que es ilusión, que es volver a ser un poco niño, la magia de las luces y la Navidad… Mira, no. Madrid, ahora y siempre, pero especialmente estos días, es un follón. Son un poco las puertas del infierno, es un agujero negro que huele a frito y a muestra de perfume -fíjate qué mezcla tan explosiva-, es un no lugar donde reina la contaminación lumínica y la acústica, los empujones y la impaciencia. Donde ahora, además de su maravillosa oferta cultural, puedes acudir cada tarde a las puertas de la sede de un partido político y elegir tu propia aventura. Puedes rezar por España -por una España, más bien diría- o lanzar insultos a un señor que nunca va a escucharte porque no vive ahí. Es una maravilla absoluta.

Madrid es un quiero y no puedo

Estos días Madrid son escaleras mecánicas llenas de gente con carritos de bebé del tamaño de un todoterreno. Cualquiera diría que este invierno, como los anteriores, son también demográficos en España. Madrid son padres que chillan para no perder al niño, son hombres y mujeres que increpan al que se cuela y a sus parejas ante cualquier tipo de despiste. Madrid es estrés ante una hora de espera para sentarte a tomar un café con leche, más incluso para devorar una simple hamburguesa. Son restaurantes llenos y son calles donde impera el ‘¿Dónde va Vicente? Donde va la gente’.

Más información

Es ansiedad y también es cabezonería. Es ese “a mí el Gobierno no me va a decir si llevo o no el coche” y luego llevarte las manos a la cabeza, José Ramón -como puedo decir cualquier otro nombre, que no se ofenda nadie-, porque los aparcamientos cuelgan el cartel de completo desde primera hora y la parada de metro de Sol ha cerrado para evitar aglomeraciones.

Es aguantar la lluvia porque sabes que este año sí que sí, te va a tocar la lotería. Es correr como si nos persiguiera un asesino en serie porque hay que verlo todo y en muy poco tiempo. Comprar algo en esta ciudad en la que una ardilla no puede saltar de árbol en árbol porque o se caen, o los talan, pero sí puede hacerlo de puesto en puesto, porque toda la ciudad es un mercadillo ambulante en el que siempre admiten tarjeta de crédito. Es comprar, es consumir, mientras a los vecinos se nos consumen un poco las ganas, porque cuando no es la Navidad es una carrera de motos o es la carrera popular de los cultivadores de puerros.

Y mientras, esos a los que el centro de la ciudad les expulsa siguen tardando hora y media en ir al trabajo y también otra hora y media para ver las luces de Navidad, porque a los niños les hace muchísima ilusión, aunque a ti solo te queden ganas de invocar a Herodes. Y mientras, los turistas, los que vienen y los que van a otras ciudades, exprimen las ciudades que siguen siendo fascinantes y maravillosas si tienes dinero y si no pasas mucho tiempo en ellas.

Madrid, yo que he nacido aquí y la quiero, es un quiero y no puedo. Es Madrid. Una cruz que llevar a cuestas, sobre todo en estos días de penitencia adelantada. Ojalá recurrir a la magia para aliviarla un poco. Y poder respirar y vivir en ella.

Ángeles Caballero: "Cada uno se echa a las calles con lo que quiere"

Ángeles Caballero

Periodista. Colabora en 'Hoy por Hoy', con Àngels...