Isabel Coixet: "Siento que tengo siete años, siempre pienso que estoy empezando de nuevo"
La directora recoge el premio de la Academia del Cine Europeo por su contribución al cine en el año en el que ha estrenado nueva película, 'Un amor'
Berlin
Pocos directores españoles tienen una carrera tan potente e internacional como la de Isabel Coixet. Ha trabajado con Juliette Binoche, con Penélope Cruz, con Tim Robbins. Ha adaptado a Phillip Roth. Ha estado en Cannes, Venecia y Berlín y cuenta con ocho Goyas. Ha hecho documentales, series de televisión, películas en inglés y en español. Por todo ello, la Academia del Cine Europeo acaba de darle el galardón Logro Europeo en el Cine Mundial por su contribución al mundo del cine, que recogía anoche en la ceremonia celebrada en Berlín. "Yo procuro no poner la vista atrás, porque me deprimiría mucho. Me hizo mucha ilusión que me llamara Agnieszka Holland para proponerme este premio. Es una mujer a la que conocí hace muchos años y que siempre me ha animado, siempre ha valorado lo que hago. No sé muy bien cómo funciona el premio como tal, pero yo sé que ella ha sido una de las valedoras y le estoy muy agradecida, porque la admiro muchísimo", decía Coixet a la Cadena SER.
La directora es una veterana, pero sigue trabajando. Acaba de estrenar Un Amor, película con la que está nominada a los Goya y dice que está trabajando ya en un nuevo guion, un proyecto para Canal Arte, la televisión francesa. "Una serie sobre una cineasta que quiere dirigir una película", cuenta. "No veo el premio como una cosa testamentaria. Sigo trabajando, escribiendo cosas. Evidentemente tengo una edad en la que estas cosas te pasan, pero como yo pienso que tengo siete años. Pues claro. Sé que no los tengo, no soy tan inocente, pero siempre tengo la sensación de tener que empezar de nuevo", explica sobre la dificultad que entraña sacar una película adelante. "Ser veterano es una bendición y es una maldición. La maldición, porque es un coñazo estar siempre empujando, siempre buscando, siempre teniendo que convencer y a la vez también te pone las pilas", reconoce. "Hay un tipo de productor o de plataforma que puede sentirse amenazado ante alguien con un nombre en la industria, porque eres alguien que has estado en mil aventuras más que él o ella, has vivido más cosas. Está bien que quieran apoyar a la gente que está empezando, pero a veces eso también puede ser una manera de controlar más a esa gente que empieza".
Entrevista | Isabel Coixet, Laia Costa y Hugo Silva por 'Un amor'
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Cita como referente a Agnès Varda. "Si tengo que mencionar un referente, por muchas razones, incluso desde su nivel empresarial es Agnès. Yo recuerdo la primera conversación que tuve con ella. Me dijo que lo que tenía que hacer era ser la dueña de todos los negativos. Yo no le hice caso, por desgracia, porque era algo en lo que tenía razón. Era alguien muy práctico, que te decía las cosas desde su punto de vista, pero tenía razón. Me dijo también que nunca me casara con un director. Y le dije que no se preocupara, que no lo iba a hacer. Fue alguien que me enseñó muchas cosas sobre el cine y sobre la vida". Ahora ella es referente para toda una generación de directoras que entra en la industria española y que empieza en un momento más dulce que el que vivió la propia Coixet cuando empezó.
"Está claro que cuando yo empecé en el cine, ser mujer y ser joven era un hándicap"
"Está claro que ahora es una ventaja. A un cierto nivel, lo es. No a nivel de grandes presupuestos, nadie va a darte 100 millones para hacer algo, a menos que sea Wonder Woman o Barbie. Pero no, yo no he echado de menos ese apoyo. Hubiera preferido empezar a hacer cine en este momento, porque creo que me hubiera ahorrado mucho, mucho sudor, sangre y lágrimas. Pero te toca lo que te toca y ya está".
Demasiado viejo para morir joven, en 1990, fue su debut. Con ella obtuvo su primera nominación a los premios Goya, en la categoría de dirección novel. La segunda película costó en llegar. Siete años. Ese tiempo fue difícil como creadora. "Son cosas que pasan. Yo creí que ya había empezado en el cine y tuve que hacer un segundo intento. Pues es lo que también les intento recordar a estas jóvenes cineastas que conocéis. Les digo que estas cosas pueden pasar. Puedes tener una película o un corto que tiene un premio en Cannes y luego te cuesta cuatro años hacer la película y ahora no sabes muy bien cuánto te costará hacer la segunda. Porque aunque hay gente que ha valorado lo que has hecho, no ha tenido el eco que hubiera sido deseable. Hay que contar con esto. Esta profesión no es lineal, aunque hay gente que parece que se ha caído una marmita. Otros lo tenemos más difícil". En 1997 estrenó Cosas que nunca te dije y a partir de ahí fueron llegando el resto de títulos y, con ellos, los premios.
Películas como Mi vida sin mí, La vida secreta de las palabras, Mapa de los sonidos de Tokio o Elegy con las que la directora, dice, sentía que volvía a empezar. En realidad esa sensación nunca se ha ido del todo, reconoce la directora catalana, que precisamente de eso hablará en su próximo proyecto y de eso habla con esas cineastas españolas que siguen sus pasos y a las que a veces ha ayudado como mentora en sus películas. "Yo no he vivido nada de esto", por no ir, no he ido ni a una escuela de cine", cuenta sobre laboratorios y mentorías, que ahora son una parte indispensable para sacar las películas adelante, auqneu a veces pueden pecar de una cierta uniformidad. "Creo que hay mucha gente a la que esto le ayuda, pero a otros les destroza el proyecto. Sí, yo he visto guiones torineados".
De ella dicen los actores y actrices que acaba la jornada del rodaje en hora. Que no hay problemas ni gritos en sus rodajes. "Te das cuenta muy pronto que no hace falta gritar. A mí no me gusta gritar", afirma y enseguida cuenta una anécdota de uno de los primeros rodajes a los que asistió cuando trabaja en publicidad. "Era un anuncio que dirigía Pilar Miró. Llevaba dos semanas en la agencia y me preguntaron si quería ir. Por supuesto que sí. Fue entrar en el plató y empezar a oír gritos. Y recuerdo que pensé que yo nunca podría hacer eso, entrar gritando como un elefante en una cacharrería, porque no va con migo. A veces puede que haya que gritar, pero por sistema no". Sobre las tomas: "Si haces 78 tomas y no sale lo que quieres, quizá el problema lo tienes tú", responde tajante.
Isabel Coixet veía cine desde niña. "Mis padres me llevaban al cine de barrio y lo veía todo, aunque no lo entendiese". Esa pasión por el cine se transformó en una carrera que continúa y que la ha llevado a todo tipo de aventuras y de historias. Las suyas tienen personajes aislados en mundos complejos, ya sea una plataforma pretolífera, la inmensidad de Tokio o ese ambiente sórdido del mundo rural español que cuenta en Un amor, su último rodaje. Dice que la veteranía es un grado y que gracias a ella tiene una seguridad en sí misma y en lo que hace. "Me he equivocado muchas veces, pero en set creo que no. He hecho lo que he creído". También en tratar a los actores con tranquilidad. "Para mí, la clave es entender cómo son cada uno de ellos. No hay reglas. Es conocerles, ver cuáles son sus fuerzas, sus debilidades y obtener lo mejor de ellos". Por ejemplo, recuerda cuando en Elegy, la adaptación de la novela de Phillip Roth, trabajó con Penélope Cruz y Ben Kingsley. "Son dos actores con los dos métodos más diferentes que me he encontrado en la vida. Tenía que ser el doctor Jekyll y Mister Hyde a la vez. Es también la obligación de un director, saber con qué material humano estás trabajando e intentar extraer lo mejor de cada uno de ellos".
Otra de las cosas que no han cambiado desde que empezó es que Isabel Coixet maneja ella misma la cámara en los rodajes, el lugar donde es feliz. "Es que es mágico. Incluso ahora que las cámaras tienen visores digitales. Hay algo muy mágico en mirar a través del objetivo que es inexplicable. De repente, tú desapareces. Me gusta hacerlo otra vez y lo hablé una vez con con Soderbergh, que es el único director que también lo hace. Hay un instinto creado que tú sabes incluso cuando un actor se va a mover, aunque no te lo haya dicho ni se lo hayas dicho. Es como que te transformas y haces una simbiosis con él y le puedes seguir, aunque sea con un temblor, que es muy humano. Es verdad que tengo la espalda hecha polvo. La vida es así. Todo tiene sus problemas y sus consecuencias. Pero es bellísimo llevar la cámara", cuenta la directora.
Detrás de la cámara ha estado en Ayer no termina nunca, película sobre la crisis de 2008 con Javier Cámara y Candela Peña. Y en Nadie quiere la noche y Aprendiendo a conducir, dos proyectos completamente diferentes. También en La librería, con la que volvió a triunfar en los Goya. En Nieva en Benidorm, donde nos sumergía en la existencia anodina de un británico en Benidorm. Ha rodado documentales como Marea blanca, sobre el accidente y negligencia del Prestige, Conociendo al juez Garzón o El techo amarillo. También ha trabajado con plataformas. En Berlín presentó su película para Netflix, en blanco y negro, Elisa y Marcela, y con HBO rodó la serie Foodie Love, donde conocimos su amor por la cocina y la gastronomía y el buen tándem que forma con la actriz Laia Costa, actriz con la que ha vuelto a trabajar en Un amor, adaptación de Sara Mesa, con la que puede seguir sumando premios esta temporada. No olvidemos que Coixet tiene récord, es la mujer directora con más premios de la Academia del Cine Español.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...