Jorge Semprún, el ministro de Cultura nominado al Oscar que sobrevivió a los campos de exterminio
España celebra el centenario del escritor, político y cineasta con exposiciones, retrospectivas y con una reflexión sobre la memoria íntima y colectiva
Madrid
En 1990 Jorge Semprún acompañó a Constantin Costa Gavras y a Yves Montand a Rusia. Los tres iban a presentar La confesión, película en la que participaron los tres amigos y que hablaba de los crímenes comunistas. Nunca imaginaron que los rusos fueran a ver esa historia dirigida por el griego, escrita por el español y protagonizada por el italiano. Es una de las muchas cosas improbables que Jorge Semprún, escritor, activista, político, director de cine, guionista y ministro iría viviendo. "Hay una cierta coherencia en mi vida, pero desde el punto de vista de la memoria y la experiencia, entre el Semprún de 20 años al que detiene la Gestapo y el viejo de hoy, hay muchas diferencias", decía en una de sus últimas entrevistas antes de fallecer el 7 de junio en 2011 en París.
Ninguno de esos tres amigos hubiera imaginado tampoco que se convertiría en ministerio de Cultura en España, un país del que salió al exilio, que le condenó y que después le dio la oportunidad de ser un alto cargo en democracia. Así contaba lo que Felipe González le había dicho para convencerle: "Vas a ser ministro, vas a tener problemas, vas a tener amigos, algunos interesados, y muchos enemigos, como es lógico. Un día irás a un viaje por provincias en cualquier sitio de España, eres el ministro y te recibirá el comandante local de la Guardia Civil, se pondrá firme y te llamará excelencia. Entonces sabrás por qué le he pedido a Federico Sánchez ser ministro de España. Está todo dicho".
Fue una especie de reconocimiento a un dolor sufrido que marcó para siempre su vida y su obra. "Estás en el campo de concentración formando lista y recuerdas un poema de Lorca y estás solo", solía decir Semprún que sobrevivió al horror nazi, pero viviría otro después, el de la clandestinidad en la España franquista. "El que es capaz de sobreponerse a eso, es capaz también es capaz de entregarse a una causa universal. La libertad del hombre también es capaz de eso".
La amistad entre Semprún, Costa Gavras e Ives Montad fue sumamente importante. Los tres amigos tenían en común una identidad francesa construida tras haber emigrado de sus países, de la violencia, la guerra y la pobreza. Los tres quisieron usar la música, el cine y la literatura para contarse a sí mismo, para contar un tiempo concreto y para encauzar su ideología política, la misma que fue cambiando con el tiempo ante las decepciones y los hechos. La confesión fue un ejemplo, pero también Z, película en la que contaron el golpe de estado de los coroneles en Grecia, y con la que consiguió estar nominado al Oscar. En total, Semprún, logró dos nominaciones, algo que nunca hubiera imaginado cuando trataba de ganarse a los capos de Buchenwald.
Jorge Semprún recuerda en <i>Hoy por hoy</i> el aniversario del final de Auschwitz
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Semprún, a diferencia de sus amigos, nació en 1923 en el seno de una familia burguesa, ilustrada y acomodada. Nieto de Antonio Maura, el político e hijo de José María Semprún Gurrea, catedrático de Derecho de la Universidad de Madrid y diplomático durante la República. Sin embargo, el franquismo les consideró enemigos, y la familia se exilió en 1939 cuando el golpe de estado dio paso a la Guerra Civil. En Francia estudió Filosofía y Letras y empezó a interesarse por la política y el antifascismo. Eso hizo que en 1943 fuese detenido por el ejército alemán y encerrado en el campo de concentración Buchenwald durante dos años. Dicen que como hablaba alemán pudo tener mejor vida dentro del campo. También ahí fue, confiesa, cuando empezó a surgir un sentimiento europeo: "Esa solidaridad europea empezó a surgir en aquel momento".
"Cuando intenté escribir al volver del campo, a los 22 años, permanecía en la memoria de la muerte, porque para recordar todo aquello, tenía que revivir todo aquello", explicaba sobre por qué tardó tanto a contar lo vivido. "Llegué a la conciencia, a la seguridad, a la certidumbre de que seguir escribiendo era mantenerme en la memoria del pasado y la muerte y, por tanto, acabaría suicidándome. No era absurdo ese pensamiento, porque si se ve la lista de escritores que sobrevivieron al campo y que se han suicidado es larga. Decidí vivir".
El dolor no era fácil para escribir, pero finalmente lo haría en su trilogía compuesta por El largo viaje, Domingo, La escritura o la vida. Antes fue traductor en la Unesco y afiliado, desde Francia, al Partido Comunista Español. Su intensa y arriesgada actividad duraría años, hasta que Santiago Carrillo le retiró del puesto y lo sustituyó por José Sandoval. La escusa era una medida de precaución, pues el mes anterior había sido detenido Julián Grimau, quien sería ejecutado. "Vivía en Madrid en la clandestinidad, en la calle Concepción Bahamonde, hubo detenciones y se decidió que no saliéramos a la calle. Me encontré en casa, solo y con la máquina de escribir y papel".
La escritura de los guiones, dirá Semprún, le ayudaría a distanciarse de sí mismo. Sobre todo en La guerra ha terminado, película que dirigió Alain Resnais, director con el que el español colaboró en varias ocasiones y que también le dio su segunda nominación al Oscar. En este caso, llevan a la gran pantalla, con la ayuda, de nuevo, de Yves Montand, la vida de Jorge Semprún cuando se hacía llamar Federico Sánchez. Fue uno de sus tantos alias, nombres en clave que usó para seguir combatiendo por derrocar a la dictadura franquista y porque el comunismo ganara la batalla de la igualdad social en un país que empezaba a venderse al capitalismo furibundo de Estados Unidos. En el filme vemos la vida de un combatiente comunista español, que se hace pasar por francés, y que se esconde en pisos secretos en Madrid, para hacer determinadas acciones. Pero han pillado a varios compañeros, alguien se ha chivado. Es lo que le acabaría sucediendo a él.
En Autobiografía de Federico Sánchez ajustó cuentas con otros dirigentes, pero dejó constancia de la lucha de los comunistas españoles por no rendirse a Franco, por intentar derrocarle. Por cierto, que con esta obra logró el Premio Planeta en 1977, escrita ya en castellano, pues hasta entonces el francés era la lengua de su escritura, como lo fue para Gavras o Montad. También contaría que 1965 fue expulsado del partido, junto con Fernando Claudín, por divergencias con respecto a la línea oficial. "He conocido a gente extraordinaria, de todos los niveles sociales. Artistas, militantes anónimos. Los comunistas, uno por uno, olvidándose de la organización y los problemas de estrategia, son gente extraordinaria como hombres y mujeres".
Para cine, escribió además Staviski, L'auve, Sección especial, dirigió Las rutas del sur, donde adaptaba la obra de Valle Inclán, Tirano Banderas, escribió teatro y rodó su propio documental sobre la guerra española, tratando de ahondar en el gran tema de su vida, la memoria y la identidad. Lo que forjó la personalidad y la vida de Jorge Semprún a lo largo de historia. "La memoria es importante, porque he vivido una infancia y una juventud en España, en Francia, he vivido en Alemania y he estado en todas partes. He vivido mucho en la clandestinidad. Y quisiera tener una memoria personal muy firme, porque si no recuerdas quien eres, terminas por no saber. Se desperdiga tu identidad por tantas identidades".
"El cansancio solo se consigue superar con ideales", decía alguien que regresó a la política ya en democracia, con la victoria del Partido Socialista, durante 1988 y 1991. No lo tuvo fácil, sobre todo por el vicepresidente de entonces, Alfonso Guerra, algo que relató en otro de sus libros, el segundo en Español, Federico Sánchez se despide de ustedes. "Lo más positivo fue el regreso a España de mano de un trabajo conjunto de un grupo de gente formidable. Incluyo en esto también el enfrentamiento con Alfonso Guerra, que también forma parte de los recuerdos y lo positivo de la experiencia, a pesar de que fuese un enfrentamiento", recordaría años después Semprún.
Durante toda su trayectoria obtuvo numerosos premios y reconocimientos. Con su primera novela ganó el prestigioso premio Formentor de literatura. Fue candidato a la Academia Francesa de la Lengua y desde 1996, miembro de la Academia Goncourt. Doctor honoris causa de las Universidades de Tel Aviv, Turín, Potsdam. Su obra se traduciría a muchos idiomas, y aún quedarían dos novelas más en el siguiente siglo: en 2003 publica una tercera obra en castellano, Veinte años y un día y en el 2006 su última obra Pensar en Europa. Falleció en París a los ochenta y siete años de edad, y fue enterrado en Garentreville con una bandera republicana sobre su féretro. Pues su lucha contra esa guerra injusta, como solía definirla, y en legítima defensa, marcó toda su vida.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...