Manuel Jabois, sobre la prohibición de móviles en las aulas: "Es asumir la derrota"

Madrid

Creo que el primer problema es seguir llamando teléfono móvil, a algo que es bastante distinto a un teléfono. ¿Y qué prohibimos? ¿Prohibimos que los alumnos estén mirando todo el rato TikTok, que vean porno, que se organicen en chats para acosar en redes a compañeros o que se pasen vídeos grabados con esos teléfonos sin permiso? Sí, prohibimos. Prohibimos que consulten fechas clave de la Revolución Francesa, que busquen el análisis de un poema de Quevedo, que necesitan para una asignatura, que lean un comentario de texto, que amplíen información sobre algo que dijo en clase la profesora, que consulten Wikipedia o periódicos o libros, pues no prohibimos. ¿Cómo se controla eso? Ni idea.

La relación entre los niños y las adolescentes con su teléfono móvil es uno de los asuntos, creo, más delicados e impredecibles que hay en la brecha generacional y esa relación entre ellos y un instrumento tan poderoso sí es susceptible de ser educada, creo que debe ser educada, pero no suprimida. Cuando satanizamos el móvil estamos satanizando el uso tóxico que se hace de él, dando por hecho que no seremos capaces de darle otro uso. Es cierto que a ciertas edades la oscuridad parece que va ganando y que a un crío de 15 años no le vas a convencer de que use el móvil para leer en sus horas muertas a un autor ruso. Pero seguro que hay un término medio y seguro, pero llevará muchos años, que los usuarios de esos teléfonos sabremos hacer frente a los genios de Silicon Valley que nos tienen agarrados por los pelos, haciendo de nosotros y de nuestra vanidad, de nuestra exigencia diaria de dopamina, lo que quieren. Pero creo que prohibir es asumir la derrota. Es decir, no confiamos para nada en vosotros. Y me parece que lo bonito de las tentaciones es conseguir o aprender a resistirse a ellas, no directamente prohibirlas.