'Saltburn', la película que destroza a los ricachones británicos con sexo
La directora Emerald Fennell estrena en Amazon Prime Video este thriller retorcido, con mucho humor negro, protagonizado por Barry Keoghan, Jacob Elordi, Rosemund Pike y Richard E. Grant
Madrid
Decía Marx Webber que cabe esperar un estilo de vida específico de quienes desean pertenecer a un círculo determinado. A una clase, a un grupo. La idea de pertenencia acaba por hacer que intentemos parecernos a los demás. En sociología eso se conoce como passing, un movimiento que viene de imitar y hacerse pasar por aquellos a los que queremos tener como iguales. Lo hacían muchos afroamericanos en la América esclavista, y lo hacen aquellos que no se identifican con su género asignado al nacer. La directora británica Emerald Fennell, hija de padres de la alta sociedad británica, ha elegido este tema en su segundo largometraje, Saltburn, un thriller con mucho humor negro y erotismo con las estrellas del momento: Jacob Elordi y Barry Keoghan.
La directora cuenta en su segunda película con Margot Robbie como productora, junto a Amazon. En ella, repite el estilo de cine de venganza de su ópera prima, con la que ganó el Oscar a mejor guion, Una joven prometedora, donde Carey Mulligan -con pequeño cameo en esta nueva película- se vengaba de un violador y acosador en plena era del Me Too, con humor negro, giros de guion y cierta crítica social. En Saltburn la directora retuerce y depura más su estilo, para meter a los espectadores en Oxford, universidad pija y elitista donde las haya y donde, por cierto, estudió la propia directora. “Creo que tiene sentido que esta fuera una película que terminé de escribir durante Covid porque creo que es una película sobre lo que te sucede cuando no puedes tocar lo que quieres tocar, en muchos sentidos. El tipo de debate en torno a la clase, que aparece en la película, es parte de la tradición gótica, pero el corazón de la historia habla de enamorarse y de los límites de esa obsesión”, dice Emerald Fennell en una entrevista en la Cadena SER.
El joven Oliver, un maravilloso Barry Keoghan, llega a la universidad becado para estudiar literatura inglesa y allí se obsesiona con el chico guapo y millonario, Félix, el actor Jacob Elordi. En realidad todos son ricos en Oxford, menos un par de pringados a los que la institución mantiene como cuota de becados. Una práctica que, seguro les suena, pues pasa en todo colegio privado y concertado. En ese ambiente de niños de papá que han leído, han visitado museos, pero que son unos auténticos cazurros, se produce el encuentro entre ambos. Poco a poco, el chico pobre se va acercando a él, dándole pena, contándole lo que ha sufrido por una tragedia familiar, un relato que hace que el niño rico se sienta culpable y le acabe invitando a pasar el verano a la mansión familiar.
A los personajes de Saltburn les pasa como aquello que cantaba Jarvis Cocker en Common People, una de las canciones más importantes del brit pop, y es que piensan que lo pobre es cool. Por cierto, la canción protagoniza uno de los divertidísimos gags del guion que firma Fennell. En esa escena, la actriz Rosamund Pike, estupenda como madre pija del niño rico Elordi, que quiso ser moderna en su juventud, explica que todo el mundo pensó que la protagonista de la canción era ella. "Hablamos mucho sobre el pasado del personaje de Elsbeth y de quién era. Sentíamos que había sido una especie de it girl en los noventa y finales de los ochenta y que constantemente insinuaba delante de la gente que Common Peple era una canción que hablaba sobre ella. A pesar de que finge que es algo que le mortifica, no para de decirlo cada diez minutos. Ahora que lo pienso, creo que es una de las ideas más brillantes y maravillosas de Rosamund para configurar el contexto del personaje", nos dice la directora que está encantada con el casting, uno de los grandes aciertos del filme.
"Yo era una gran admiradora de Barry Keoghan desde El sacrificio del ciervo sagrado y creo que desde el principio sentí que sería un Oliver increíble", dice sobre su protagonista, nominado al Globo de Oro por este papel de chico de clase obrera con lado oscuro y sexy al que fichó en la película de Lanthimos y a quien vimos en los Oscar el año pasado por Almas en pena de Inisherin. El actor ha depurado su acento irlandés para parecer de un pueblo obrero de Liverpool.
"Jacob es maravilloso y su actuación es tan brillante, porque tiene mucho talento como actor cómico", explica de otra de las estrellas de la película y uno de los actores del momento, Jacob Elordi, de ascendencia vasca, que salió de Euphoria y a quien Sofia Coppola lo ha puesto a hacer de Elvis en Priscilla. "Y luego están Archie Madekwe y Alison Olvier, que estuvieron increíbles interpretando a Farley y Venetia. Hicieron un casting y nos dejaron boquiabiertos a todos. Por supuesto, tenemos a Rosamund Pike y Richard E Grant, que son dos de los grandes. Siempre se trata de encontrar el equilibro entre personas con las que el público tiene una relación previa de otras películas y personas a las que quizá nunca hayan visto".
Con sus actores, Emerald Fennell consigue diseccionar con humor las dinámicas familiares en entornos de lujo, en mansiones que pasan de padres a hijos, sin que el impuesto de sociedades les importe lo más mínimo. En grupúsculos que montan fiestones con cocaína y donde los criados limpian todo lo que ensucian. Gente banal, sin escrúpulos de la que parece vengarse el protagonista que trata de actuar como ellos, vestir como ellos, sin mucho acierto. El passing no es fácil a esa escala. La directora marca la cuestión de clase en infinidad de detalles, como las pulseras Livestrong -esas que se pusieron de moda y que apoyaban a la fundación del ciclista Lance Armstrong Foundation- que lleva el niño rico, junto a sus polos de colores pastel. También los escritores a los que cita, como Evelyn Waugh, pues la trama de la película recuerda a la historia de amor de Retorno a Brideshead, o los cuadros que cuelgan de las paredes de esa mansión inglesa o los platos de Bernard Palissy. Sin duda, la mayor referencia es El talento de Mr. Ripley, donde la diferencia de clase y la idea de sustituir al otro está muy presente. Por supuesto, está Pasolini. "Creo que Teorema tiene una influencia enorme en esta película", donde lo erótico sirve para provocar al espectador, en varias escenas que van a ser muy comentadas.
"También diría que hay algo de Bertolucci, en sus películas más veraniegas como Soñadores o Belleza robada, pero también está esa tradición gótica de casas de campo británicas. Así que tenemos a Daphen du Maurier y su novela Rebeca, está la película de El mensajero, los libros de L. P. Hartley, Retorno a Brideshead, y el trabajo que hicieron juntos Joseph Losey y Harold Pinter en cine. Es muy importante que esta película resulte familiar, porque es un genero británico muy específico. La familiaridad es importante porque no todo tiene que decirse de manera clara al principio, como tampoco Una joven prometedora era una simple película de venganza", explica la directora.
Sátira social, aunque la directora prefiere definir su película como una historia de amor. “Bueno, es difícil hablar de esa cuestión, porque se pueden hacer muchos spoilers”, dice la directora sobre cualquier asunto que se acerque a cuestiones de clase. “La verdad es que yo solo quería hacer una película sobre enamorarse, sobre el deseo, sobre lo que se siente al querer encajar, y lo que supone que alguien te ame”, así describe Emerald Fennell, el viaje que emprende este protagonista en un ascenso de clase ligado a una obsesión amorosa.
Historia de amor o erotismo, en la que parece que el sexo es la única manera de ascender de clase o de poseer para el protagonista, un tipo narcisista y algo frustrado porque, como en la canción de Pulp, nunca un chico pobre conseguirá vivir y sentir como los chicos ricos, ni siquiera follarse al guapo del instituto. "No creo que se pueda hacer una película sobre el deseo sin que haya sexo. Es algo muy importante. Una parte importante de la película se pregunta qué haces cuando el objeto de tu deseo no está disponible para ti de la forma en la que quieres. Y cuáles son las formas en que representamos nuestros deseos cuando estamos siendo observados, cuando tenemos todo tipo de límites. Por eso entiendo el sexo como una parte crucial en la historia del personaje".
Mucha forma y menos fondo que en su anterior filme. Un diseño de vestuario que nos acerca a los años 2000, donde todavía una generación vivía pensando en los hedonistas y despilfarradores años noventa, y donde la idea de delgadez a lo Kate Moss, la top model británica del momento, obsesionaba a las mujeres de las familias ricas, como ocurre con el personaje de Rosamund Pike, -también nominada a los Globos de Oro- modelo en su juventud, hater de aquel o aquella que suba de peso y obviando que su hija adolescente tiene un trastorno de la alimentación. La actriz con su personaje de Elsbeth tiene los mejores momentos y los más divertidos, como la broma de Pulp o cuando no sabe dónde está Liverpool, si cerca o lejos del mar.
Más que guerra de clases, en realidad Saltburn se regodea en tratar la banalidad y el aburrimiento de aristócratas y ricos burgueses, de las relaciones de poder y de cómo los parásitos surgen alrededor de la familia. Es como vivir en la corte de Maria Antonieta siglos después, como si las dinámicas no hubieran cambiado nada, a pesar de revoluciones, constituciones y leyes. Todos los estereotipos sobre la clase están aquí. Las drogas, el alcohol y el abandono familiar. El lujo y las herencias, de cargos, títulos y propiedades. Luego está la clase media. "Sinceramente, no pienso mucho en esas cosas. Supongo que simplemente me preocupa hacer algo que provoque una respuesta física y emocional en el público. Esa es mi prioridad, si la gente responde o no, si es de una manera divertida, si consigo comunicar lo que quiero. Eso es lo que me preocupa".
Fennell se recrea en los cuerpos de sus protagonistas, las gotas de sudor cayendo del cuello de Jacob Elordi al borde de la piscina. El deseo está presente. Deseo homoerótico, pero también el deseo de ascender de clase y de no abandonar nunca esa mansión en la campiña inglesa. ¿Es el sexo lo único que puede hacer que ascendamos de clase?, le preguntamos a Fennell. "No creo que sea lo que quiere decir la película", responde tajante. "Pero supongo que es una película sobre qué eres capaz de hacer para entrar en algo o en alguien y qué opciones tienes disponibles para ello".
La directora filmó en Drayton House en Northamptonshire, una mansión de 127 habitaciones que data del siglo XIII y ha sido propiedad de la familia Stopford Sackville desde la década de 1770. Es otro personaje más que la directora encuadra con el mismo deseo con el que su cámara mira al resto. Saltburn es divertida y retorcida y tiene escenas y actuaciones memorables, peor quizá se queda lejos de ser una sátira política a la altura de lo que definía el escritor Jonathan Swift, de que una sátira debe ser una provocación útil.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...